Qué duda cabe, que la calidad de la democracia chilena bajo la institucionalidad de la Constitución de 1980 tiene pozos oscuros profundos que pueden terminar poniendo en grave peligro la credibilidad de la democracia como sistema de ordenamiento institucional.
La picardía política chilena ha terminado llamando a la Unión Demócrata Independiente (UDI), principal partido de la derecha y el más votado de Chile, UDIbinal (así lo llamaremos desde aquí), por su defensa irrestricta y a ultranza del antidemocrático sistema binominal de elecciones durante los veintidos años de posdictadura, herencia inamovible de la dictadura y paradigma principal de este partido. Sin embargo, en este juego de palabras tan festivo como sarcástico, está encarcelada nada menos que la democratización plena de Chile.
En efecto, uno de los consensos entre los partidarios de la dictadura (cuyo partido-bisagra fue la UDIbinal) y los demócratas a finales de la década del 80`, y la concesión más colosal, fue la aceptación de la Constitución de 1980, aprobada en plena dictadura; una Constitución ultraconservadora en lo moral-valórico, macroneoliberal en lo económico y rabiosamente autoritaria en lo político; y, dentro de esa Carta Magna antidemocrática, lo que ha clausurado la democratización plena de Chile en estos últimos veintidós años: el perverso sistema binominal de elecciones, que otorga un inaudito 50 por ciento al 30 por ciento del electorado sí o sí, arrogando siempre ad infinitum un empate de las fuerzas políticas, lo que convierte, automáticamente, en espuria la representación popular.
En este monumento al macroconservadurismo neoliberal y al autoritarismo político, se agrega una muralla china que imposibilita aún más la democratización plena de Chile: exige un altísimo quórum para aprobar reformas constitucionales, inalcanzable por el empate mecánico que arroja siempre el sistema binominal de elecciones; y, para dejar todo bien pinocheteado, su Constitución no contempla el plebiscito, ni siquiera uno desvinculante. Es un escenario político-institucional perfecto para perpetuar lo imposible: las reformas estructurales para alcanzar la democratización plena de Chile se convierten en una verdadera cuadratura de un círculo.
El partido político que ha generado la estagnación político-institucional posdictadura ha sido, en grandísima medida, la UDIbinal. Este partido, cuyo origen estuvo (sin eufemismos) en la ultraderecha más fascista que nació para derrocar al gobierno constitucional de Salvador Allende (1970-1973), fue la columna vertebral de la dictadura (este es un partido lleno de muertos en sus armarios, todo hay que decirlo) y que, derrotada ésta (no derrocada y, por eso, la salida democrática consensuada), se convierte en la fuerza política inmovilista tutora de la herencia de la dictadura, defendiendo, frenética e intransigentemente, el sistema binominal de elecciones, la pieza clave y fundamental para perpetuar la herencia y el status quo pinochetista
Este ultraconservadurismo inmovilista pinochetista de la UDIbinal, ha terminado infectando todo el sistema institucional que se heredó de la dictadura, que ya había nacido contaminado de autoritarismo. La prolongación de esta institucionalidad antidemocrática más allá de lo racional y estratégico para recuperar y afianzar la democracia, ha puesto todo el sistema en estado catatónico, arrastrando, por un efecto dominó, a toda la clase política, a todas las instituciones del Estado y a todos los partidos políticos, incluyendo, por supuesto y en primera instancia, a la propia UDIbinal.
Así pues, la crisis de legitimidad y credibilidad del sistema democrático bajo los parámetros de la Constitución pinochetista y el sistema binominal de elecciones, ha terminado trasladando la lucha política a la calle.
El nacimiento de gigantescos movimientos sociales espontáneos y desvinculados de los partidos políticos y del aparato de control del Estado, ha sido la respuesta de la ciudadanía a la nula credibilidad de los canales institucionales heredados de la dictadura y supone su eclipse definitivo, arrastrando con ello a la UDIbinal que, después de veintidós años de posdictadura, continúa siendo su exégeta, secuestrando de esta forma la democratización plena de Chile.
Qué duda cabe, que la calidad de la democracia chilena de los últimos veintidós años bajo la institucionalidad de la Constitución pinochetista, tiene pozos oscuros muy profundos y sombras que pueden terminar poniendo en grave peligro la credibilidad de la democracia como sistema de ordenamiento institucional.
La unidad de todos los demócratas, como en el movimiento de los 80`para poner fin a la dictadura, pero ahora incluyendo parte de la derecha republicana y liberal, es la condición esencial para concluir con esta institucionalidad antidemocrática. Y el fin del sistema binominal de elecciones por uno proporcional, implica la neutralización de la UDIbinal, que no es otra cosa que dejarla sola y aislada y sumida en su inmovilismo político, tan autodestructivo para este partido como destructivo y devastador para el futuro de Chile.
Comentarios
30 de septiembre
Disculpa, Pedro, pero, me parece que el tacho es así de grande y no le das al clavo ni siquiera con una pistola de agua con manubrio… Tu propuesta para solucionar nuestra problemática en torno a la seudo democracia que tenemos es tan utópica como fantasiosa…
Me gustaría darte una opinión que pudiera considerar más realista, pero, la verdad es que creo que no vale la pena…
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