“Esta democracia le quedó chica al país”, afirmó ante la Comisión de Educación del Senado, Francisco Figueroa, vicepresidente de la FECH, resumiendo los objetivos de la movilización estudiantil, la que se extendió a amplios sectores sociales y puso en jaque, no solo al Gobierno, sino a toda la institucionalidad política, económica y social.
La apreciación de una profunda crisis nacional encontró eco en los más diversos sectores. Desde el empresariado, la creciente incapacidad de conducción del Ejecutivo provocó en el presidente de la Asociación de Exportadores de Frutas, Ronald Bown, una angustiada reflexión frente a los acontecimientos nacionales: “los cimientos de nuestra institucionalidad se van derrumbando día a día, producto de la falta de capacidad del país para poder abordar las soluciones requeridas ante las demandas que se han generado como consecuencia de la falta de visión que hemos tenido al crear sistemas como el educacional, por ejemplo, sin una perspectiva de sustentación apropiada y sin haber sabido interpretar, desde ya hace varios años, los mensajes de una ciudadanía afectada clamando correcciones”.
El ex Presidente Lagos, coincidía afirmando que la “institucionalidad ha llegado a su fin. La imposibilidad de tener expresión de la ciudadanía, y que siente que a través de un sistema institucional como el que tenemos, comenzando por el sistema electoral que no da adecuada representación a todos los ciudadanos, sienten que no pueden participar”. Propuso en la CEPAL un pacto social consistente en un cambio del sistema electoral, una reforma tributaria y el término del Estado subsidiario.
Un breve análisis de los movimientos estudiantiles en el país muestra su larga trayectoria en pro de la paz, la justicia social, la equidad, la libertad y la democracia, mostrando ser, más allá de los temas educacionales, el portavoz de una sociedad que demanda cambios sustanciales al orden imperante. En la actual crisis, larvada durante dos décadas, el movimiento liderado por la Confech y la CONES volvió a hacerse cargo de la demanda ciudadana por un cambio estructural en el país, apuntando a los tres pilares del actual sistema político-económico: la economía de mercado, la representación política y el Estado subsidiario.
La exigencia de los estudiantes de una nueva economía estalló en un período de excepcional crecimiento económico, mostrando raíces más profundas que el descontento de una clase media endeudada que no recibe suficiente apoyo del Estado. El fin del lucro y la educación gratis y de calidad cuestionaron la piedra angular de la economía de mercado, la que ha terminado por quedar desacreditada por la búsqueda sin límites de nuevos focos de renta y lucro privados por parte de los grupos económicos, la composición de los miembros del primer gabinete del Presidente Piñera -todos ellos vinculados a los diez más poderosos conglomerados del país, y los permanentes conflictos de interés iniciados por el propio candidato de la Alianza antes y después de asumir la presidencia. La aspiración estudiantil de una nueva economía es, al mismo tiempo, una reacción ante la profundización del control oligárquico observado en el país tras el triunfo de Piñera.
El sistema de representación política fue impugnado a fondo por la demanda de una asamblea constituyente que elabore una nueva Constitución, el cambio del sistema electoral binominal por uno proporcional, nuevos quórum para reformas constitucionales y limitaciones al híper presidencialismo. En el fondo de estas exigencias se encuentra la masiva demanda ciudadana por la recuperación de la soberanía que un sistema ilegítimo le ha arrebatado. La Constitución Política de la Republica de Chile, en su Artículo 5º, señala que “La soberanía reside esencialmente en la Nación. Su ejercicio se realiza por el pueblo a través del plebiscito y de elecciones periódicas y, también, por las autoridades que esta Constitución establece”.
Finalmente, el movimiento exigió la superación del Estado subsidiario y su reemplazo por uno con injerencia en el diseño del futuro de la economía del país, capaz de asegurar que la educación gratuita y de calidad sea un derecho universal exigible, tal como en la década anterior fueron establecidos los de salud y previsión social. La erosión permanente de este tipo de derechos vía políticas de bonos, subsidios y otros mecanismos que debilitan al sector público de provisión de servicios en beneficio del privado, no ha pasado desapercibida a los estudiantes, por lo que demandan que lo avanzado no vuelva atrás y que el actual rol del Estado sea sustancialmente modificado.
Es frente a esta “crisis orgánica” que el movimiento estudiantil se convirtió en el portavoz y líder de una profunda inconformidad nacional, multiclasista e intergeneracional, la que ha terminado por mover el centro político y sus apoyos sociales hacia la izquierda.
* Augusto Varas es presidente de la Fundación Equitas
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Foto: Nfotografías / Licencia CC
Comentarios
15 de noviembre
Hablar de «Estado Subsidiario» a solas, sin los apellidos necesarios que hacen referencia al tema de los subsidios estatales al sector educación, es poco preciso y no hace ningún favor a quien sostenga semejante aseveración, ya que en la mayoría de los casos una buena porción del pueblo tiene como baluarte los subsidios que recibe en distintas clases de materias, tal como lo podría ser una educación «gratuita y de calidad», subsidiada también por el Estado…
En cuanto a la exposición relativa a que nuestra forma de representatividad política, de participación y democracia es .. mal calificable de tantas formas posibles, eso está más que claro, pero, tampoco bastaría con una mera reforma al binominal para tener una democracia efectiva y tampoco en los temas sociales o económicos bastaría una reforma tributaria, ni menos el fin del Estado subsidiario para disponer de una patria mucho más justa y «preparada» para satisfacer las necesidades y aspiraciones de sus hijos…
Sugiero práctica para afinar la puntería y colirio para ver mejor… Humirdemente…
camaraciudadana.cl
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