Desde que el 26 de agosto de 2010 Sebastián Piñera publicitara en Temuco sus gestiones para salvar Punta de Choros de una contaminante planta eléctrica, este hecho se ha convertido en el suceso símbolo de bypaseo a la institucionalidad ambiental. Desde el mundo empresarial y tecnócrata (demasiadas veces unidos en el actuar) se le ha utilizado como máximo ejemplo de cómo, con un simple llamado telefónico, era posible dañar irreversiblemente la -para algunos- hasta ese momento impoluta institucionalidad ambiental chilena.
“Le he pedido y he acordado con Suez, cambiar la ubicación de la central termoeléctrica Barrancones, de forma tal de alejarla del sector de Punta de Choros, Isla Damas e Isla Gaviota, y proteger ese santuario de la naturaleza”. Tal fue la letal frase del Presidente, que aún hoy -pasados casi cuatro años- se sigue reseñando de tiempo en tiempo como el comienzo del hundimiento de nuestro serio entramado legal.
No soy piñerista. Alguna vez fui laguista. Pero nobleza obliga a reconocer que la puesta en escena de 2010 no fue la primera vez en que un mandatario ingresaba con todo su poder para doblarle la mano a la estructura administrativa. La única diferencia, acorde con la autorreferente personalidad de Sebastián, es que él nos lo confidenció.
Fue el 1 de agosto de 2003, lo recuerdo bien porque ese día es mi cumpleaños, cuando Ricardo Lagos hizo algo parecido y nadie montó en cólera anunciando la caída del castillo de naipes que es, en realidad, nuestra institucionalidad.
“No me parece adecuado que en esta bahía de Chacabuco, vaya a existir Alumysa” fue lo que dijo hace ya 11 años el hoy ex Presidente. Cuando el proyecto de la mega planta de aluminio en la región de Aysén estaba en plena tramitación, y era apoyado por el triministro de Economía, Minería y Energía (DC) Jorge Rodríguez Grossi, el ex diputado (RN) Pablo Galilea y el alcalde de Aysén (UDI) Oscar Catalán. Mismos personajes que han respaldado posteriormente todo tipo de proyectos de intervención a gran escala en la Patagonia, como HidroAysén o la propia represa río Cuervo, hoy en evaluación y proyectada sobre la falla activa Liquiñe-Ofqui. El día que descubran uranio bajo las Torres del Paine, ya sabemos cuál será su técnica opinión, unidos todos ellos bajo una obsoleta, extractivista y cortoplacista mirada de desarrollo. No ahondaré acá en los ejemplos que están desperdigados a montones por Chile y el mundo, que ya hemos expuesto en otros artículos.
La opinión de Ricardo Lagos era importante. Mal que mal, era el Presidente de la República y por mucho que él mismo acuñara la máxima “dejemos que las instituciones funcionen”, la verdad es que éstas casi siempre han funcionado…al ritmo de los grupos de poder que, en las sombras, las han balanceado según sus intereses. Y claro, solo cuando aparece el contrapeso ponen el grito en el cielo.
Es probable que la frase anterior se escuche injusta. Pero basta una breve mirada al pasado para entenderla.
Y menos aún es diferente de lo que han hecho constantemente múltiples autoridades con línea directa con el gran empresariado, que les pautea en ilustres cenas anuales, encuentros de Icare o convites a Casa Piedra. Por eso cuando se reclama que el Parlamento no puede legislar escuchando a la calle, se responde que cuando se deje de decidir en la oscuridad de los salones de la Sofofa, la marcha amainará. Cuando construyamos una democracia de verdad.
Ahí está el caso de las secretas gestiones del ministro del Interior de Michelle Bachelet, Edmundo Pérez Yoma, para salvar la termoeléctrica Campiche en Puchuncaví, el informe de Sernageomin crítico a HidroAysén que fue eliminado del proceso de calificación o la presión para emitir una evaluación favorable a la central hidroeléctrica Mediterráneo, que recibieron funcionarios de la Conadi.
Así las cosas, el actuar de Sebastián Piñera con Barrancones no fue muy distinto de lo que hizo Ricardo Lagos con Alumysa. Tan claro fue esto que no pasaron dos semanas desde sus palabras en Puerto Chacabuco para que Noranda anunciara la suspensión indefinida del proyecto.
Y menos aún es diferente de lo que han hecho constantemente múltiples autoridades con línea directa con el gran empresariado, que les pautea en ilustres cenas anuales, encuentros de Icare o convites a Casa Piedra. Por eso cuando se reclama que el Parlamento no puede legislar escuchando a la calle, se responde que cuando se deje de decidir en la oscuridad de los salones de la Sofofa, la marcha amainará. Cuando construyamos una democracia de verdad.
Reitero, Piñera no hizo nada distinto del actuar de muchos. La diferencia es que, acorde a su personalidad, lo publicitó. Su problema no fue el telefonazo, fue jactarse de él.
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