¿Quién podría oponerse a la creatividad como valor social? En estos tiempos con tanta incertidumbre y pocas seguridades, quizás es la creatividad la única que nos puede ayudar a sortear lo que se nos viene, sea lo que sea.
A nivel de personas, existen dos tipos de creatividad: la psicológica y la histórica. La creatividad psicológica (creatividad-P) sería un mecanismo cognitivo, y por lo tanto inherente a la condición humana. La creatividad histórica (creatividad-H) sería parte de un proceso social, y por lo tanto relevante para una comunidad específica que tiene existencia histórica. Los productos de la creatividad-P serían novedosos para un individuo, mientras que los productos de la creatividad-H serían novedosos para comunidades completas.
Si la creatividad-P es un mecanismo cognitivo, un ser humano normal respondería de forma innata a la creación y/o aceptación de productos innovadores en sus interacciones diarias con el mundo material y abstracto. Sin embargo, la evidencia histórica en el desarrollo de las ciencias indica que esos mecanismos innatos no son los únicos que actúan al momento de responder a la creatividad-H. En su libro La Estructura de las Revoluciones Científicas, el historiador Thomas Kuhn desarrolla la tesis de que no es la racionalidad pura la responsable de que una idea científica cambie para transformarse en el paradigma que guíe la actividad normal de un científico. Lo que está detrás de los cambios de paradigma sería la acumulación de evidencias que contradicen el paradigma –anomalías- , pero que adquieren notoriedad social mediante mecanismos políticos. Esos mecanismos políticos, a decir, el poder de que una idea anómala se disemine entre los que practican las ciencias normales, están en el centro de las disputas que definen cómo se hace ciencia. Así ocurrió con el modelo geocéntrico versus el heliocéntrico, con los modelos termodinámicos que explican la energía, y con los modelos atómico-moleculares que explican la naturaleza de la materia. Se puede decir que esto ocurre actualmente con el modelo neoliberal como paradigma de la vida económica, pues cada vez se ven más anomalías.
Es por ello que la creatividad-P no puede sino estar condicionada dialécticamente por las posibilidades de la creatividad-H. Es decir, nuestros mecanismos cognitivos son capaces de actuar siempre creativamente, pero para que los productos de esa creatividad-P adquieran relevancia social, se requiere de mecanismos de socialización y políticos que actúan en condiciones particulares. Así pasó con la industria tecnológica. No es ningún misterio que la industria tecnológica no resuelve problemas a necesidades sociales, sino que está constantemente creando necesidades para satisfacerlas con sus productos. Es un proceso constante de reinvención que requiere de una industria del conocimiento: la destrucción creativa.
Cuando las tendencias productivas del mundo industrializado comenzaron a cambiar, moviendo su producción industrial hacia otros países, la naturaleza del trabajo también cambió. Se necesitaron otro tipo de habilidades, que requerían de una industria del conocimiento. Es así como creció la oferta académica de nivel superior, al mismo tiempo que cambiaban las necesidades de los grandes capitales globalizados. Ahora se requiere del antiguo trabajador industrial primermundista que obtenga un conjunto de credenciales académicas que le permitan trabajar inmaterialmente, principalmente con información. Allí se instala el paradigma de la innovación como centralidad productiva, y por ende, cualquier cosa que sea innovadora es justificada a la luz de las necesidades del trabajo inmaterial. Claro que las necesidades del trabajo inmaterial son mucho más difusas que las del trabajo industrial concreto.
El modelo productivo de Apple Inc., como el de todo el sistema de oferta tecnológica actual, sigue la idea de la obsolescencia programada y/o de la destrucción creativa. Así ocurre también con los actuales mercados materiales e inmateriales, como lo es la telefonía móvil, el retail, la industria del software, del consumo cultural, del mercado educacional, de los seguros, pensiones y salud, de la publicidad. El valor de la creatividad para el mercado hoy es un soporte estructural del modelo de explotación financiero, y se basa en la creación constante de necesidades de consumo mediante mecanismos de control social. Para ello se requiere acceso al conocimiento de los sujetos sociales: un mercado de producción inmaterial. Pero también se requieren trabas al acceso al conocimiento, como lo son las actuales trabas económicas para obtener credenciales educacionales, o las trabas impuestas por los derechos de patente y propiedad intelectual, y el cobro para el acceso a la creación de conocimiento avanzado que se publica en revistas académicas.
Puede ser por coincidencia histórica o causalidad ideológica que este tipo de actividad productiva, la creación constante de necesidades, fue requerido por los grandes grupos financieros que comenzaron a diseñar un sistema global de movilidad del capital, prescindiendo crecientemente de las barreras de los Estados-Nación. Este requerimiento masivo cambió las condiciones de trabajo de numerosos segmentos sociales, cambiando con ello sus condiciones de vida y sus necesidades. Es allí donde la creatividad de los mercados tecnológicos post-modernos se hace carne, siendo el recientemente fallecido creador de la industria Apple –Steve Jobs- un pionero en ello.
Los íconos son útiles armas políticas porque encarnan valores que permiten ejemplificar las bondades de ciertas perspectivas en disputa. En la presentación de Milton Friedman, el ícono e intelectual creativo del neoliberalismo, como galardonado del Premio Nobel de economía se le caracteriza como “propenso y hábil para influenciar y alterar efectivamente las nociones actuales y el conocimiento previamente establecido”. Milton Friedman es adorado por los dueños del capital financiero mundial. Asimismo el presidente Sebastián Piñera publicaba en su Twitter “Murió Steve Jobs. Un hombre que con su creatividad, inteligencia y emprendimiento inspiró a toda una generacion”. Muchos admiran a Jobs por su creatividad. Con todo respeto, yo creo que no era más creativo que usted que lee esto. Creo que el modelo lo ayudó a él, y ahora es un relato más de éxito que fortalece las ideas liberales de superación personal. Pasó de ser una persona exitosa a ser un nuevo relato testimonial del “sueño americano” en su versión global y neoliberal.
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Foto: noppyfoto1 / Licencia CC
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