En nuestro pais, pareciera que hay muchas razones para sentirse decepcionado de las instituciones o de los políticos. que gestionan un país que no logra hacer sentir una buena calidad de vida a sus ciudadanos. Muchos síntomas pueden citarse de este malestar: las movilizaciones sociales, los malos resultados de la clase política en las encuestas, etc.
Sin embargo una demostración masiva de todo este rechazo público hacia los políticos ha sido la alta resonancia de las rutinas humorísticas del Festival de Viña del Mar. Más que en otros años el foco ha sido en la exposición y ridiculización, por parte de los comediantes, de distintos personajes politicos corruptos, de casos de colusión o de elusiones tributarias vía boletas «truchas». Es llamativo esta presencia tan explícita de temas usualmente tratados de manera más neutra en la prensa. Se mencionan nombres antes innombreables o muy protegidos como ‘Matte’, ‘Piñera’, ‘Luksic’, ‘Von Baer’ o ‘Dávalos’.
Tomando en cuenta la conexión incestuosa que hay en nuestro país entre poder económico, poder político y poder mediático, habría que preguntarse ¿Es este un harakiri de la clase dominante? Sí y no. Sí por que se busca la expiación de los pecados de esta clase dominante, su reconocimiento del ‘dolor’ que siente la ciudadanía por tanto abuso. Y no, por que es un sacrificio tramposo. Por que ofrecen esta catarsis en pos de agotar en este ritual parte de ese deseo de cambio. Por muy extático que sea, no cambiará demasiado el estado de cosas en nuestro país.
Porque la verdadera posibilidad de transformar las cosas y extirpar este malestar está en mejorar la democracia, abrirla a la ciudadanía e ir logrando que las personas puedan incidir en pos de aumentar de verdad su vida cotidiana.
No nos quedemos en la catarsis pseudodemocrática que nos propone la televisión y exijamos mayor capacidad de mejorar nuestro país, avanzando hacia una política con menos 'casta' y una democracia más participativa, para que el malestar social tenga incidencia y no se ahogue en la risa doméstica y en el Twitter.
Los humoristas están felices de poder decir lo que dijeron, y los entiendo, yo también disfruté que muchas verdades muy acalladas pudieran ser dichas con toda la legitimidad que te da el respaldo del «monstruo». Asímismo, no estoy tratando de decir que los ejecutivos de Chilevisión hayan generado una conspiración para incidir en la percepción política de la población. Pero hay que asumir que los empresas de medios de comunicación son circuladoras de ideas, que inciden en la gente y, también, en su cultura política. Por ello, hay que hacerse cargo de que este golpe mediático a los poderosos termina siendo inocuo e inofensivo para ellos. Como advierte el diputado Tarud del PPD: “Esto es absolutamente natural. Me parece bueno que no se pierda el sentido del humor, porque puede haber sido un poco fuerte en algunas cosas que dijo pero es humor y hay que tomarlo de esa forma”. Este político nos indica que este humor cumple una función sublimadora, por que si fuera un verdadero golpe, su respuesta probablemente sería menos tolerante.
No nos quedemos en la catarsis pseudodemocrática que nos propone la televisión y exijamos mayor capacidad de mejorar nuestro país, avanzando hacia una política con menos ‘casta’ y una democracia más participativa, para que el malestar social tenga incidencia y no se ahogue en la risa doméstica y en el Twitter.
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