Un sistema electoral es el mecanismo que permite traducir los votos de los ciudadanos en su representación en los órganos superiores del Estado. Lo más común es pensar en cómo son elegidos los miembros Congreso, pero la repartición de escaños en Chile también se da para los concejales, alcaldes y consejeros regionales (cores). La propia elección del presidente utiliza un sistema dado (de mayoría absoluta con segunda vuelta, en el caso de Chile). Para hablar de lo más paradigmático, que son los comicios parlamentarios, hay tres familias principales en los sistemas electorales: la mayoritaria, la proporcional y la mixta (combina ambos). Mucho se habla del binominal, pero poco se sabe respecto de a cuál familia pertenece. Y, aunque cueste creerlo, el binominal es un sistema proporcional. Uno muy especial, claro está.
Los sistemas proporcionales permiten, en teoría, una conversión más representativa de los votos en escaños. Es decir, buscan que quienes tengan más apoyo popular sean los elegidos en un distrito. Lo que lo hace diferente de un sistema mayoritario (que algunos llaman uninominal) es que en éste sólo hay un escaño por repartir por distrito, que suele llevárselo quien simplemente saque más votos o, en algunos países, quien obtenga la mayoría absoluta ya sea en primera o segunda vuelta.
En un sistema mayoritario, por ejemplo, el candidato de un distrito que obtiene el 50,1% de los votos se lleva el único asiento que se reparte, y el que saca el 49,9% no se lleva nada. En uno proporcional, necesariamente hay un mínimo de dos escaños por repartir, que suelen entregarse a las listas más votadas. En la mayoría de los países con un sistema proporcional, los distritos reparten una disímil cantidad de escaños (cupos), lo que suele depender de la población de cada zona. El número de escaños que reparte un distrito se conoce como magnitud de distrito y es considerado por la literatura especializada como el factor más relevante a la hora de traspasar los votos a escaños. Lógico: si hay un distrito que reparte 80 escaños, usted puede votar libremente por su candidato predilecto con una cierta esperanza de que saldrá electo. Si sólo se eligen 3 cupos, usted tenderá a pensar también en forma estratégica y no sólo en su preferencia original.
La magnitud de distrito de Chile tiene un promedio de 2, pues todos sus distritos reparten esa cantidad de escaños. Ese “dos” es el que le da el nombre de “bi-nominal” a nuestro sistema. Es tan bajo, que no hay dudas de que el sistema binominal chileno actual es el peor en términos de representatividad en la numerosa familia proporcional.
Con sus múltiples variaciones, los sistemas proporcionales son los más utilizados para la conformación de legislaturas del mundo. Está a la par con el sistema mayoritario entre aquellos más utilizados en el continente americano (Tabla 1).
El sistema binominal chileno es el único proporcional del planeta que tiene sólo dos escaños por distrito. Es decir, cumple con lo mínimo necesario para hacerse llamar a sí mismo proporcional. Por otra parte, es un error pensar que un sistema mayoritario, en que sólo se escoge a un candidato por distrito, es per sé perverso. Sí se puede decir que es poco representativo, pero al mismo tiempo que genera mayor estabilidad. Es sentido común nada más: si a usted le dicen que sólo un candidato será electo en su distrito, lo más probable es que su decisión esté influida tanto por aquel al que más prefiere como por aquel que tiene más chances de capturar más votos. La teoría dice que en estos sistemas mayoritarios dos partidos tenderán a ser los dominantes, tal como sucede en Estados Unidos y, hasta cierto punto, en el Reino Unido. En Chile se ha aplicado una lógica similar dado que, en vez de uno, se escogen dos escaños, pero en este caso opera a nivel de las coaliciones: el duopolio Concertación/Nueva Mayoría y la Alianza. El binominal es un engendro que, pese a ser proporcional, huele a mayoritario.
El proyecto de ley presentado por el Gobierno buscar incrementar la proporcionalidad del actual sistema electoral chileno. Los críticos han identificado algunos puntos en que la propuesta sería deficiente, pero suele tratarse de ataques basados en evidencia insuficiente.
La importancia de las listas
Ahora bien, una cosa es la magnitud del distrito, y otra es la conformación del voto. En sistemas proporcionales, lo más común es que los partidos confeccionen listas de candidatos para cada distrito. Hay listas abiertas, cerradas y libres (Tabla 2).
La magnitud de distrito de Chile tiene un promedio de 2, pues todos sus distritos reparten esa cantidad de escaños. Ese “dos” es el que le da el nombre de “bi-nominal” a nuestro sistema. Es tan bajo, que no hay dudas de que el sistema binominal chileno actual es el peor en términos de representatividad en la numerosa familia proporcional.
Las listas cerradas son nóminas jerarquizadas predefinidas por los partidos y el votante no puede escoger a qué candidato le da su sufragio. El elector simplemente vota por una lista, pero es el partido —o una coalición— el que ya ha resuelto el orden de preeminencia de los candidatos que, de resultar esa lista ganadora, ocuparán el o los escaños, según los votos obtenidos y la magnitud del distrito. En Sudáfrica, por ejemplo, el elector se enfrenta a un voto con el nombre del partido, la fotografía del líder de la colectividad, pero no se despliega una nómina con los candidatos. Las listas cerradas son las más comunes en el mundo.
Por otro lado, en las listas abiertas —como en Chile—las personas sí pueden escoger a quién, dentro de una lista, le dan su preferencia. En algunos países se pueden escoger indistintamente candidatos o listas completas, si acaso el votante no sabe por qué candidato sufragar. Un tercer esquema es el de listas libres, muy poco usado.
En las listas cerradas hay una mayor cohesión partidista, pues lo que importa es que el partido o lista obtenga la mayor cantidad de votos. Aquellos candidatos situados en lugares menos favorables tienen incentivos para trabajar, pues su elección depende de las ganancias marginales en el conteo de los votos. En listas abiertas, en cambio, suele haber conflicto intra-partidista o intra-lista.
En Chile, los candidatos de las listas dominantes suponen que sólo uno será electo, enfrenta a su socio como competencia más que como aliado. El binominal exacerba esa competencia, pues son apenas dos los cupos disponibles, uno por lista dominante. Con más cupos, en teoría la competencia entre socios disminuirá para concentrarse en una adecuada competencia entre listas. De hecho, un candidato A, con moderado apoyo en su distrito, tendrá incentivos para hacer campaña por su popular socio de lista (candidato B), pues la alta votación de B permitiría arrastrar a A. Esa dinámica es más probable cuanto mayor sea la magnitud del distrito. Al observar simulaciones teóricas y otras basadas en datos de los comicios de 2013, la conclusión general es que las listas con más candidatos y con líderes más populares aumentan su probabilidad de arrastre a candidatos con votaciones moderadas.
Hablar de sistemas electorales es un debate cuya primera conclusión debe ser el reconocimiento de que no existe sistema perfecto, sino adecuado. Los sistemas electorales deben estar adecuados a la sociedad donde funcionan, a la multitud de intereses que se institucionalicen y al apoyo ciudadano que reciban. Es necesario tener reglas electorales legitimadas, pues de otro modo las personas se vuelven cívicamente apáticas o bien exigen resolver sus demandas por cauces externos que sí las representen.
La propuesta del Gobierno de Michelle Bachelet, así como varias otras presentadas antes, no es perfecta porque es imposible que lo sea. Sin embargo, y dependiendo de dónde el analista ponga los acentos, sí parece adecuada en el intento de aumentar la representatividad del voto y llevar la competencia desde dentro de los pactos a una entre listas. Sí, es cierto que también debería debatirse sobre transparencia y democracia en los partidos, sobre financiamiento de campañas, y sobre una mejor función pública del Congreso. Pero por algo hay que partir, y la iniciativa del Ejecutivo parece apuntar al centro de lo más urgente.
Nota elquintopoder: Esta es la primera entrada de una serie que Eduardo Olivares publicará sobre la reforma al sistema electoral. Te invitamos a leer la segunda parte, «Reforma electoral: el secreto impacto de la moderación».
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Reforma electoral: el secreto impacto de la moderación | El Quinto Poder
[…] agregado de miembros de la Cámara y del Senado. Ese simple movimiento haría que Chile pasara de un sistema proporcional binominal a uno […]
Esteban Tapia
La verdad sí sabia que el binominal es un sistema proporcional, debido a que básicamente es un sistema D’Hondt donde solo se elijen 2 escaños por distrito o circunscripción.
Ahora lo que no me gusto mucho de su columna es que no menciona otros sistemas electorales que cada vez son mas aceptados como mecanismos representativos, frente a las alternativas tradicionales del sistema mayoritario o el proporcional de listas.
Dos alternativas que cada vez gana mayor aceptación son:
-El Voto Preferencial (http://bit.ly/1lEF77U), con su variante proporcional llamada Voto Único Transferible (http://bit.ly/1vb3cs1).
-El Voto Calificativo (http://bit.ly/1k5RYQQ), con su variante proporcional llamada Voto Calificativo-Reponderado (http://bit.ly/1lEFyzk).
Considero que aquellos sistemas son mejores que el proporcional del proyecto actual del gobierno.
Mi preferencia personal es el voto calificativo debido a que produce ganadores que son más aceptados por el electorado y a que incentiva a que los candidatos tomen posturas más inclusivas que confrontacionales. Aparte que incluso siendo usado en su forma uninominal, permite una mayor posibilidad de victoria a independientes o candidatos de partidos «chicos».
Por último creo que la reforma que necesita Chile debe tener cuenta lo siguiente:
-Eliminar el Senado debido a que es una cámara «reiterativa» en el proceso legislativo chileno (a diferencia del caso de un país federal donde sí se justifica su existencia)
-Crear distritos más pequeños para que los postulantes deban gastar menos en sus campañas y puedan tener mayor cercanía con el electorado.
-Mantener algo de la ventaja de zonas rurales frente a zonas urbanas que en la actualidad posee el binominal, aunque menos pronunciada al sistema actual.
-Evitar casos de «Gerrymandering», para lo cual sería necesario tomar en consideración el uso de instrumentos como el algoritmo de la linea divisoria más corta (Shortest-Splitline Algorithm).
y
-Definir intervalos de años (10 por ejemplo), entre los cuales se debe realizar una redistritación nacional de acuerdo a resultados del censo para evitar que ocurran casos de «Malapportionment» como el de Argentina, que posee sus mismos distritos y escaños electorales desde los años 80, a pesar que están obsoletos de acuerdo a su distribución actual de población.
Espero que considere esto en un futuro análisis de la reforma electoral y que más personas se interesen por estas alternativas al sistema mayoritario o el proporcional de listas.