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Romper el estancamiento

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Amigos y amigas, nos acercamos a pasos agigantados a un nuevo desafío electoral. Esta vez será un nuevo plebiscito constituyente, a efectuarse el domingo 17 de diciembre. Esta semana, se advertía que, de no conseguirse los tres quintos en el consejo constitucional, para aprobar la propuesta final, no existiría texto a plebiscitar, y por tanto quedaría subsistente la constitución del 80’.

Esta situación podría producirse, debido a la falta de consenso en las enmiendas aprobadas en el consejo, donde una mayoría electoral transitoria, pretende imponer un verdadero programa de gobierno. Es un escenario posible, pero altamente nocivo para el proceso constituyente. Lo paradójico es que quienes más alegaron contra la propuesta partisana por la banda izquierda, ahora pretendan imponer su propia propuesta partisana por la banda derecha.

Parece ser un sino que ha marcado los últimos veinte años de la política en Chile. Entre 2006 y 2025, se han sucedido gobiernos progresistas y gobiernos conservadores, de Bachelet a Piñera, de Piñera a Bachelet, de Bachelet a Piñera, y de Piñera a Boric, así han sido las sucesiones presidenciales. Los electores han ido a los bandazos a la izquierda y a la derecha. La alternancia en el poder es inherente al proceso democrático, y una democracia saludable, vive los cambios de signo manteniendo el funcionamiento de las instituciones, en orden y sin grandes trastornos. Pero otra cosa es la construcción de una nueva carta magna, una nueva constitución no puede ser producto de la imposición de una mayoría, que arrase con cualquier diferencia.

Una nueva constitución política, para la estabilidad del país requiere contar con acuerdos más amplios, que la esfera política propia. Hay que ir más allá de los partidarios, de los incondicionales. De no ser así, estamos dejando sentadas las bases de un nuevo estallido social, o le abriremos las puertas a experiencias populistas y autoritarias.

Es cierto que la discusión constituyente, ya ha producido hastío y cansancio en la ciudadanía. No hay paciencia que resista, pasar de los despropósitos protagonizados por algunos (as) constituyentes del proceso anterior, a los desvaríos argumentales, y a las propuestas afiebradas, de algunos (as) consejeros (as) constitucionales, del proceso actual. Ese hastío, es muy nocivo para la calidad de nuestra democracia, además, existe el riesgo de que la ciudadanía se canse de acudir con tanta frecuencia a las urnas. Tendremos votaciones con voto obligatorio, en el plebiscito de diciembre (si finalmente el consejo constitucional aprueba una propuesta de constitución). Luego el 2024 tendremos elecciones de alcaldes y concejales, y elecciones de gobernadores regionales y consejeros regionales. Al año siguiente, en 2025, será el momento de elegir presidente o presidente, y habrá elección parlamentaria.

Las personas comunes y silvestres, se encuentran ajenas al alborozo, que producen estos constantes eventos electorales, en quienes detentan el poder político, los políticos profesionales. Quienes son los destinatarios finales de las políticas públicas, quienes se benefician o sufren, con los cambios del ciclo político, viven su día a día, presa de la inestabilidad laboral, bajos sueldos, alto endeudamiento, consumismo. ¿Cómo se hace para que las grandes discusiones acerca del futuro institucional, les llegue a los más humildes?, esa debiera ser la primera preocupación de quienes ejercen el poder. Cómo se aterriza el discurso de salón, a la calle y a la junta de vecinos. Recordemos que ya vivimos un proceso constituyente fallido, y hasta ahora, hay muchos indicios de que nos aproximamos al mismo escenario.

Las preocupaciones del hombre y mujer comunes y corrientes, no pasa por los salones del ex congreso nacional. La lucha por la subsistencia, conservar el empleo, o recuperarlo después de la cesantía, asegurar el bienestar de los hijos e hijas, son preocupaciones que orientan el diario vivir. Ahí entra a jugar un rol fundamental, la política pública.

El respeto y la consagración de derechos sociales y económicos, que permitan sentar las bases de una sociedad más justa, requiere del concurso de distintas voces. Es una lección por aprender de la clase política, el trabajar colaborativamente

Un gobierno de sello progresista tiene el deber de hacerse cargo de manera prioritaria, de las necesidades más angustiantes de la comunidad. Promover el empleo, al mismo tiempo que se dicta una ley de ingreso mínimo, que llevará éste hasta los 250 mil pesos. Promover nuevas formas de contratación laboral, más flexibles. Al mismo tiempo que se dicta la ley de las 40 horas semanales. Impulsar un cambio profundo al sistema de pensiones, al mismo tiempo que se busca financiamiento, a través del pacto fiscal, para subir la pensión garantizada universal a 250 mil pesos.

Las necesidades sociales son múltiples, y no existe presupuesto fiscal que pueda dar responder a todas ellas, en un período de gobierno. De ahí que también en el ámbito de la política de corto plazo, la que se mide elección a elección, cada cuatro años, se requiere construir acuerdos y consensos. El primero que lo entendió así, fue el presidente Boric, él fue el primero en su coalición, que se dio cuenta, que, sin los votos de sectores ajenos al gobierno, no existía agenda legislativa viable.

Es lo que sucede en una democracia moderna, existen ciertos avances, que podríamos llamar civilizatorios, que requieren de un apoyo transversal en la sociedad. El respeto y la consagración de derechos sociales y económicos, que permitan sentar las bases de una sociedad más justa, requiere del concurso de distintas voces. Es una lección por aprender de la clase política, el trabajar colaborativamente, cuando no se controla el poder ejecutivo. El ciclo de negaciones de sal y agua, a uno y otro lado, ya se agotó, y este año hemos recordado con angustia, con pena, y desaliento, que, pasados cincuenta años del golpe civil-militar, aún persisten las miradas sectarias, y también el negacionismo. El drama de la democracia chilena, es que vuelve a quedar en jaque, cada vez, que se esboza un proyecto de transformación social profunda.

Deseamos, al igual que millones de personas de a pie, que quienes tienen en sus manos los destinos del proceso constituyente, entren en razón y no persistan en una visión monocolor de la sociedad. Así mismo, esperamos que los cambios que la gente anhela, en pensiones, salud y en materia de empleo, logren aunar voluntades en el parlamento, y se piense en el superior interés de Chile, antes del de un sector en particular.

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