El problema del centralismo y abandono que padecen Aysén y otras regiones, se podría resolver temporalmente con la transferencia legal de mayores atribuciones fiscales y políticas. Lo que no se puede resolver solo con más descentralización, es el real sentido que tiene transferir poder a estas quince regiones administrativas, que desde el año 1973 no tienen claro para que fueron creadas.
Estas demandas descentralizadoras, sumadas a las que hubo en Magallanes, Calama, Valdivia y Arica (en su momento), Chiloé, Ñuble, desnudan la regionalización reguleque que tenemos. ¿En qué consiste este modelo regionalizador?
Es un modelo geomilitar basado en extensos territorios sin capacidad para tomar decisiones, con una alta fragmentación intrarregional que impide el dialogo entre los actores productivos y sociales de las provincias. Ejemplos sobran. En su momento Valdivia/Osorno/Puerto Montt/Chiloé; en la actualidad Chillan/Concepción/Los Ángeles; o Calama/Antofagasta, entre otros casos. Los liderazgos regionales en realidad son provinciales, y no han sido capaces de construir proyectos políticos cohesionados en sus regiones. Más aun, las diferencias regionales se han incrementado y las regiones ubicadas en los extremos del país tuvieron significativos aumentos en la producción, pero pequeños aumentos en el ingreso de sus trabajadores.
Por otro lado, el Fondo Nacional de Desarrollo Regional (FNDR), único fondo que tienen los gobiernos de turno para reducir las diferencias regionales, tiene un comportamiento igualmente contradictorio. Patricio Aroca, Investigador de la Universidad Católica del Norte demuestra que en la distribución del FNDR entre 2003 y 2006, la región que más aumentó fue la Región Metropolitana (160%), mientras que el resto de las regiones incrementó en promedio un 44%. Es decir, el fondo creado para reducir las desigualdades regionales aumenta en más de 100% para la región del centro con mayores ingresos, en desmedro del resto de las regiones.
Chile se merece un nuevo pacto territorial pero con una nueva regionalización, dicho en otras palabras con nuevas regiones configuradas bajo un criterio sociopolítico y no geopolítico, es decir, una “provincialización del desarrollo territorial”. Esto significa avanzar hacia un “Estado regional descentralizado” pero no con las mismas regiones. Un Estado que efectivamente sea compensatorio con sus estados regionales/provinciales, con participación activa de la ciudadanía en el control político de la gestión regional, tanto para definir el uso de los recursos como para su fiscalización.
Chile tiene una oportunidad única al enfrentar la posibilidad de hacer cambios estructurales y profundos en su regionalización, para que así la descentralización tenga un sentido territorial y no sea tan instrumental como hasta ahora. Lo preocupante, no obstante, es que las elites regionalistas parecen padecer del mismo pecado de la clase política nacional: pragmatismo y falta de sueños para pensar otro Chile.
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