Dígame la verdad: ¿Quién gana con la reforma electoral de Bachelet? La pregunta llena de sospecha recorre los cálculos de unos y de otros. Algunos sostienen que es obvio que un redistritaje de diputados que disminuye la representación de zonas rurales no puede sino ir en beneficio de la actual Nueva Mayoría, dado el mejor rendimiento electoral de la centroderecha —en especial RN— en esos sectores. Lo mismo se dice respecto de que los votos de los habitantes de las regiones de Arica-Parinacota y Tarapacá ahora pesarían menos que los de Atacama, pues los primeros dan mejores votaciones a la Alianza. Así como nadie puede sostener con fe ciega y cierta dosis de inocencia de que el redistritaje sólo busca mejorar el sistema electoral, tampoco hay que jugar a las escondidas: el actual distritaje buscó darle una mayor representatividad a las zonas que en su minuto más apoyaron la permanencia de Pinochet. Quienes cuestionan tanto, por ejemplo, el caso de Atacama, deberían preguntarse por qué la comuna de Caldera, 58 kilómetros al noroeste de Copiapó, pertenece hoy sin embargo al distrito 6 de Vallenar, que está 140 kilómetros al sur de Copiapó. Otros sostienen que el redistritaje beneficiará a las grandes coaliciones y, en general, a los grupos con mayores recursos de campaña. Esto sí requiere una mirada más intensa.
Lo primero que uno debe tener claro es que la médula de la propuesta del gobierno no hace más que modificar el número de escaños de los distritos (magnitud de distrito) en la mayoría de los perímetros electorales, y aumentar el total agregado de miembros de la Cámara y del Senado. Ese simple movimiento haría que Chile pasara de un sistema proporcional binominal a uno moderado.
Las simulaciones a continuación se concentran en distritos y listas para diputados. En otra columna analizaré los resultados de simulaciones datos reales de los comicios de 2013, donde se muestra cómo los diputados electos en esa ocasión serían nuevamente elegidos con el nuevo sistema.
Además, dejo de lado, ex profeso, un debate sobre el eventual papel de los subpactos propuesto por el Ejecutivo, por dos motivos: 1) no es seguro que esa figura se mantenga tras el rechazo que genera en la DC, y 2) la lógica de repartición de escaños se mantiene, ya sea vía subpacto o partido. La importancia de los subpactos tiene sentido en un debate posterior, referido a la composición de fuerzas intra-coaliciones, de lo cual no me ocupo aquí.
Simulaciones hipotéticas
A partir de la propuesta del gobierno, a continuación presento un ejemplo hipotético de un distrito con 10 mil votos válidos y siete listas abiertas, con 37 candidatos en total. En una simulación se reparten cinco escaños, y la otra, nueve escaños (Tabla 1a). Escogí la magnitud cinco por tratarse de la mediana y moda en la magnitud de distrito propuesta por el Gobierno, y nueve por ser el máximo teórico absoluto permitido por el mismo proyecto de ley que ahora se discute en la Cámara de Diputados. Utilizo el mismo método D’Hondt empleado en Chile como cifra repartidora de escaños. En la propuesta del Ejecutivo no se establece ningún umbral mínimo sobre el cual se calculen los votos, por lo que todo el universo de sufragios válidos cuenta, igual que ahora. Para las listas ficticias A y B incluí 10 candidatos en cada una, pues el proyecto de ley permite a un partido o pacto presentar el doble de candidatos que los escaños a repartir, lo que tiene mayor sentido para una magnitud de distrito de cinco en este ejemplo.
De la Tabla 1a se colige lo siguiente en términos generales: siempre una magnitud de distrito mayor permitirá un mayor grado de representatividad en los resultados. Eso no debería sorprender a nadie, pues aparte de tratarse de sentido común, es apenas una demostración aritmética. Pero mayor no significa perfecto.
Veamos el distrito con cinco escaños. Los candidatos n° 3 y n° 4 (Lista A) obtienen 580 y 550 votos, respectivamente, y son electos gracias a que sus compañeros de lista logran buenos resultados. Es decir, son “arrastrados”. Hay seis postulantes de otras listas que, pese a tener una votación superior a 580 sufragios, no conseguirían un cupo en la Cámara. En la lista F, un candidato que apenas logra 6 votos más que su compañero de lista es electo, pero su socio queda afuera. Al ver el cuadro general, esta votación termina exhibiendo la misma crítica que se le hace al actual sistema: ni siquiera la mayor votación del distrito, que es el candidato n° 37 (independiente, lista G), entraría al Congreso. ¿Por qué? Porque su lista no es la más votada. Es más, de las siete listas que se presentan, sólo dos consiguen cupos.
Para el distrito con magnitud nueve, el independiente sí entraría al Congreso, pero aún dos listas no lo conseguirían. Persisten más resultados incómodos. Por ejemplo, el candidato n° 21 de la lista C no obtiene un cupo pese a tener más votación que tres candidatos de la lista A y dos candidatos de las listas D y F; el candidato n° 33 (lista E) tampoco ingresa pese a superar a tres competidores que sí llegarían a la Cámara. El agravante está en que justamente las listas C y E son las únicas que quedan fuera del Parlamento.
La desproporcionalidad de ambas simulaciones puede ser revisada en las tablas 1b y 1c.
No existe un sistema electoral perfecto. No existe. Es bueno enfatizarlo, pues ni siquiera un proporcional “absoluto” es ni bueno ni necesario. Si usted piensa que todas las opiniones deberían estar expresadas en el Congreso, entonces habría que meter a 17 millones de chilenos en el edificio y luego intentar que todos se pongan de acuerdo en escoger al primero que hable.
En general, ocurre lo siguiente con el ejemplo del distrito con magnitud de cinco (Tabla 1b). La lista A obtiene el 44% de los votos y se lleva el 80% de los escaños, y la lista F tiene una relación de 12% y 20%. En términos porcentuales, ambas listas obtienen el doble de escaños que votos conseguidos. Es decir, en la ausencia del binominal todavía existiría un duopolio. A nivel de listas, en este distrito el 45% de los votos queda sin representación. Si lo vemos a nivel de candidatos, el panorama es desastroso para quienes desean un traspaso perfecto de votos a escaños: en este distrito el 63% de los votantes se queda sin representante.
Veamos ahora la simulación con un distrito con magnitud nueve (Tabla 1c). La proporcionalidad definitivamente mejora. Cuatro de las cinco listas que entran al Congreso tienen una proporción casi equivalente entre votos y escaños, y sólo la más votada (A) está sobrerrepresentada en más de 10%. Respecto de candidatos individuales, la correlación votos/escaños también mejora y ahora “sólo” el 34% de los votantes queda mirando el Parlamento desde afuera.
Una conclusión general es que en una estrategia electoral eficiente, los candidatos de apoyo moderado en la población verán a sus socios (de pacto o partido) que sean más populares como buenos trampolines para su propia elección, gracias al fenómeno del arrastre de votos. De este modo, la competencia será entre listas más que entre miembros de una misma lista, como sucede hoy. La segunda conclusión general es que mientras más grande sea la nómina de una lista, mejor para sus pretensiones electorales. En distritos más grandes, si en cada lista existe al menos un par de líderes de alta popularidad, no sólo ellos asegurarán su ingreso al Congreso, sino el de otros socios menos populares. Los partidos, está claro, son los mejor preparados para generar esas estrategias. Contar con partidos bien organizados y estables es deseable para una sana democracia, por lo tanto el proyecto ayudaría a ese objetivo común. A no ser que los independientes sean muy populares, sus opciones son tanto o más bajas que en la actualidad.
Estos ejercicios muestran, asimismo, que no existe un sistema electoral perfecto. No existe. Es bueno enfatizarlo, pues ni siquiera un proporcional “absoluto” es ni bueno ni necesario. Si usted piensa que todas las opiniones deberían estar expresadas en el Congreso, entonces habría que meter a 17 millones de chilenos en el edificio y luego intentar que todos se pongan de acuerdo en escoger al primero que hable. Sí, exagero. El Gobierno no lo hace con su propuesta.
Nota elquintopoder: Esta columna es la segunda de una serie que Eduardo Olivares está publicando sobre la reforma al sistema electoral binominal. Te invitamos a leer la primera entrada de la serie, «¿Sabía usted que el binominal es un sistema proporcional?», y la tercera parte del análisis, «Reforma electoral: la irrupción del trinominal y otras bestias».
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Foto: Atina Chile / Licencia CC
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