Mi novia se fue de viaje y nuestra casa se transformó en un recinto vacío. Así que he destapado un vino de mala muerte y he decidido escribir un poco. Debe ser la baja categoría del vino, su embrujo y la cuota de sinceridad que producen estos estados melancólicos, que me he arriesgado a brindar y escribir cual lombriz solitaria: solo y sin juicio.
Estoy matando la segunda copa de vino y los primeros signos de ebriedad me otorgan licencia para considerarme cuando escribo un desequilibrado chimpancé distante de la cursilería, el orden y el protocolo, pero eso sí, un caballero. Aunque no ando ni cerca con la sombra de la creación de Cervantes, ni los extintos relatos de Los Caballeros de la Luna y sus masacres en Grecia. Sin embargo, el hechizo de la tercera copa, en volada, me hace pensar que también soy un monstruo vulgar y romántico, tanto así, que todavía conceptúo el socialismo como la mejor forma para desarrollar una sociedad justa.
En este instante recuerdo a mi novia y su libro, En Tontilandia, de don Jenaro Prieto y sus infinitos juicios satíricos relacionados con la clase política de los años 20 en Chile. Para mi gusto, después de leer el compendio, considero que más que un buen columnista, es un profeta.
Por lo demás, mi novia ha perfeccionado con rigurosidad la afanosa labor de reflexionar con sarcasmos mi “socialismo de Blackberry y Apple”, como ella lo ha bautizado. A lo menos, en una veintena de ocasiones, he reconocido en silencio que no deja de tener razón.
Ahora, sentado en el antejardín, bebo directo de la botella, porque la copa la extravié mientras comparto mi cena con unos improvisados amigos nocturnos, unos gatos tirillentos. Mientras mis huéspedes se alimentan, me pregunto si es posible vivir en socialismo y como se situará a los jóvenes como principales impulsores de las demandas y propuestas existentes del Chile actual.
Es demostrable la carencia de mística y juventud en asuntos políticos, sin embargo, el Partido Comunista ha abierto la llave para que corran aires nuevos. Eso sí, hay que reconocer que la cúpula le ha entregado minoría en cargos públicos, ya lo decían públicamente los comunistas de Coquimbo.
Vivir la exclusión era un viejo truco indio inherente a nuestra añeja clase política. Me huele a viejas pasadas de cuentas. Mientras observo el cielo, no dejo de pensar en la Democracia Cristiana. Me carga más que el senador Prokurica alegando por asuntos de la pesca artesanal y fue él quien impulso la Ley Longueira, junto a varios DC, con qué cara.
Volviendo al asunto de la inclusión, me pregunto si es contradicción ideológica, instrumentalización política o fracaso del izquierdismo.
Que el padrón me perdone, pero los jóvenes que son devotos a las ideologías socialistas hacen una labor samaritana a pesar que no los consideran. Son los encargados de sostener el movimiento, a lo menos, lo necesario para mantener la existencia de una imagen pública de socialismo, tal cual como lo es hoy el Che Guevara, convertido en una marca mundial, más conocida y posera que Cola-Cola, pero con mística extraviada, como mi copa de vino entre gatos hambrientos. Me es imposible no tener natural solidaridad con los Juventud Socialista de Atacama.
Parece imposible hacer socialismo en estos tiempos, los intereses no tienen nada que ver con fortalecer pensamientos, todo es ajeno a las calles. Porque queramos o no, al interior del socialismo, aunque todos sonrían, hay divisiones profundas que se podrían interpretar con una frase notable de la pluma erótica de Henry Miller: “no tienen nada de moderación”, ¡salud!.
¿Alguien lo ha leído? Es un anciano que se enamoró perdidamente de una mujer 60 años menor, según su relato, conoció el amor a los 83 años, sin embargo, reconoce que es un ideal, nada coherente a lo que piensa o quiere la mayoría, así es que al final de su fiebre amorosa, su amor lo resume en cartas delirantes y se rinde hasta la muerte sin pena ni gloria. Era Miller un socialista histórico asfixiado en aires renovados?, Creo que sí, ¡otro salud por aquello!
Ahora, sentado en el antejardín, bebo directo de la botella, porque la copa la extravié mientras comparto mi cena con unos improvisados amigos nocturnos, unos gatos tirillentos. Mientras mis huéspedes se alimentan, me pregunto si es posible vivir en socialismo y como se situará a los jóvenes como principales impulsores de las demandas y propuestas existentes del Chile actual.
Entre renovados, grandes alamedas, allendistas, los que se fueron y volvieron, etc, etc y más etcéteras, me comentan que la cosa ha estado violenta por el asunto de los cargos, es decir, se han mantenido unidos a punta de combos y que los terceristas han salido trasquilados.
Este vino se pone cada vez más bueno y me hace recordar las peñas folclóricas de la Juventud Socialista de Atacama y sus militantes destacados. Los mismos que hoy los consideran minoría y son para el descarte. Sin embargo, se sostienen en el rescate de ideales para proponer en el futuro, ¿pero que futuro?, si los tienen fuera, en estricto rigor, las cúpulas quieren que limosneen espacio y no los ponen en la lista, porque los jóvenes piensan el socialismo como lo dejaron los antiguos y se niegan a renovarse.
Los Terceristas de Atacama saben que la mayoría de los militantes históricos están en el cielo de los históricos y los que quedan, ya no filosofan en torno a un mundo socialista, ¡salud y RIP!, son una clase en extinción. También saben, por abrumador que resulte, que la nueva clase política se compone por bloques de personajes que aparecen de embudos de laboratorio para acomodarse y disfrutar las bondades que entregan las pérdidas y el derrumbe de las ideologías de la vieja izquierda.
Salud para que estas letras no me den la razón y si es cierto, echémosle la culpa a los comunistas, siempre hacemos lo mismo…
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