Nuevamente en el debate público aparece la discusión del período presidencial, debido a la presentación, por parte de algunos diputados, de un proyecto que permitiría la reelección presidencial inmediata y que tendría que modificar el artículo 25 de la Constitución. Sin duda, el actual sistema de cuatro años sin posibilidad de reelección inmediata deja un corto tiempo para legislar sin la intervención de elecciones que inevitablemente van modificando la agenda política. De esta manera, en un país donde es valorada la continua renovación de los mandatarios, por la dificultad de repetirse el plato, una posible reelección podría cambiar ese escenario.
Tanto en sectores de oposición como del oficialismo verían con buenos ojos esta disposición. A la hora de sacar la calculadora, ambos podrían aprender de hechos históricos y provocar nuevos escenarios en vísperas de una elección presidencial. En efecto, en el año 2009, la reelección de Michelle Bachelet le hubiera ahorrado bastantes dolores de cabeza a la Concertación en su búsqueda por un liderazgo. En ambas coaliciones, en todo caso, estarían expectantes al apoyo del presidente en ejercicio en las encuestas para una potencial candidatura. Esto sigue siendo sólo política ficción.
Lo lamentable de estas ideas de reformas políticas es que vuelven a postergar una discusión más de fondo, que tiene que ver con propuestas de cambios a largo plazo y con inclusión de mayor transparencia hacia la ciudadanía.
Como ejemplo, véase lo que pasa en términos de voto voluntario u obligatorio, o la propuesta a un cambio en el sistema electoral. No hay un solo relato mandante al interior de las coaliciones, las posiciones cambian dependiendo de la época y se nota un distanciamiento de las actuales dirigencias con las bases (académicas incluidas) evidente.
Mi propio cálculo es que una reelección inmediata en las actuales condiciones del presidencialismo chileno resultaría perjudicial para los opositores y evidentemente para mayor transparencia.
Ya hemos visto a los presidentes en época electoral (y también en otras épocas), ejercer las amplias atribuciones que tienen por sobre el congreso, en materias legislativas, presupuestarias y, además, el amplio espacio que copan en la agenda de los medios de comunicación. Concretamente, podemos recordar las intervenciones por la reforma laboral en 1999; el sistema electoral en el 2005 y el último anuncio de reconstrucción de estadio en medio del elección de la ANFP. Si a esto le agregamos la cantidad de personas de confianza del mandatario trabajando en campaña e, incluso de importancia, como intendentes y gobernadores, estaríamos frente a un "todopoderoso" aspirante a la presidencia, muy difícil de derrotar, por lo demás.
Por su parte, las coaliciones tendrían otro desafío. Siempre sería más fácil postular a un candidato probado en el ejercicio del poder, sin el esfuerzo de renovarse. Seguramente reinaría la opinión de las encuestas y se mantendría esa vieja costumbre de no hacer una restrospectiva profunda de cómo ha realizado su labor el presidente en ejercicio.
A mi entender, necesariamente tendríamos que tener, junto a esta posible modificación, debates y cambios importantes a las atribuciones del jefe de Estado en campaña y también, claro está, en el período regular. Como el acentuado presidencialismo que tenemos no permitiría una competencia más equilibrada en un contexto de reelección inmediata, la alternativa menos perjudicial es volver al histórico período de 6 años sin reelección. De hecho, para los que afirman que eso es una eternidad, yo votaría por un período de 5 años sin reelección, sin problemas.
* Mis agradecimientos a Paulina Mardones y a algunos amigos anónimos por sus comentarios.
** Una versión menos extensa y con algunos cambios fue publicada en:http://creandoconcienciacritica.blogspot.com Recomiendo su visita.
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Foto: lumaxart / Licencia CC
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ignaciosepulveda
Gracias, saludos.
jlcespedes
Muy buena entrada. Un Saludo. JL Céspedes