A propósito de la difusión de un nuevo documento de la diplomacia estadounidense obtenido por Wikileaks, hemos conocido la opinión del actual embajador en la OEA, Darío Paya, respecto al Presidente Piñera: “…es un imbécil, pero capaz de hacer el trabajo”. Paya respondía así a consultas orientadas a analizar a los dos candidatos que en ese momento habían pasado a segunda vuelta en la elección presidencial. El juicio de Paya es significativo, por un lado recoge el malestar histórico de amplios sectores de la UDI con Piñera, cuyo antecedente más escabroso fue el respaldo de éste a las denuncias contra Jovino Novoa en el caso Spiniak. Por otro, tiene el ingrediente adicional de provenir del dueño de la empresa Benchmarck, encargada de hacer las encuestas políticas para el gremialismo. En este sentido, el juicio proviene de alguien habituado a hacer análisis político.
Sin embargo, las especulaciones sobre el caso parecieran estar de más. El diplomático conservador ha señalado que se trata de “…frases distorsionadas, sacadas de contexto, se le cambia completamente el sentido a un diálogo, se trata de un abuso de la distorsión”. Es posible que exista efectivamente cierta interpretación de quien redacta, pero es difícil calificar a alguien de imbécil en un contexto más amable, a menos que el sentido del término indique algo distinto a lo que todos entendemos.
La Real Academia de la Lengua define el concepto “imbécil” como “alelado o escaso de razón” y también como “flaco o débil”. Ninguna de estas equivalencias indica precisamente un atributo, pero muestran que el significado del término es bien disímil. ¿Qué quiso decir Paya con este calificativo? ¿Consideraba tonto al entonces candidato o más bien débil?
La raíz latina de “imbécil” remite a “imbecillus, a, um” que abarca una condición débil, enfermiza, ineficaz, estéril, sin carácter y pusilánime. Estas referencias contradicen la opinión general de las encuestas que, dentro de los pocos atributos positivos para Piñera, suelen destacar su capacidad para tomar decisiones, es decir, se trata de un tipo con carácter. Dado que Paya se mueve en el ámbito de las encuestas habría que descartar que asociara el concepto a algo tan lejano a lo que representaba el candidato de su sector, con lo cual tendríamos que quedarnos con una definición más próxima a “escaso de razón”. Esta tesis se apoya también en el hecho de rematar la frase con que “es capaz de hacer la pega”. Algo así como: mire, pese a todo se esfuerza…usted entiende.
Pero no anticipemos conclusiones. Tal vez el ex diputado recoja una definición más indirecta del término, ya que “imbécil” en su acepción latina también se liga con “delirus” y “stultus, a, um”. En el caso de “stultus”, se refiere a necio, insensato y loco. ¿puede alguien llegar al poder con esas características? A lo largo de la historia abundan los ejemplos, en especial en las monarquías. El carácter endogámico de la nobleza en ocasiones producía algún fenómeno que, por azar del destino, llegaba al trono. La monarquía española tuvo a Alfonso X “el sabio”, que reinó desde 1312 a 1350, y un siglo más tarde a Juana “la loca”. Por eso, como solía decirse, “tener un loco en la familia, viste mucho”, hay algo noble en ello.
En democracia también se dan algunos casos, como el estrafalario Abdalá Bucaram en Ecuador y su fanatismo musical…hasta grabó viejos hit como “Puerto Montt” de Los Iracundos. Sin embargo, los locos en los sistemas democráticos no suelen durar mucho tiempo, ya que los mecanismos institucionales se encargan de poner la casa en orden. En contraste, no se ve la misma eficacia cuando los países caen en manos de presidentes pusilánimes, pillos o desalmados, en cuyo caso las crisis se precipitan y suelen tener un fin mas bien traumático.
Siguiendo nuestro análisis, el término latino “delirus, a , um” se refiere a delirante y extravagante, cuestiones que podrían eventualmente calzar con el personaje en referencia. En el casi año de gobierno abundan las “piñeradas” en las que se mezclan desaciertos, precipitaciones e ignorancias varias. Si son una extravagancia o un delirio depende de la visión de cada uno, pero habría que convenir que son episodios cada vez menos simpáticos e inapropiados para un mandatario. ¿Es esto último lo que quiso indicar Paya? Quién sabe. Su investidura como embajador probablemente contribuya a evitar mayores explicaciones, especialmente en un tema en el que se aplica aquello de "el que explica, se complica". En todo caso, el episodio es un buen reflejo que el "animus societatis" en la Alianza se mantuvo crispado incluso "ad portas" de alcanzar el poder, ¿seguirá así?
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