Volvimos al país de la matanza, del aire petrificado y de las bocas ensangrentadas. 18 muertos en el surco de una explosión social incontenida. La rebeldía parece no detenerse y el gobierno se declara en guerra. Durante la dictadura se decía que sus efectivos disparaban al aire. Suponíamos entonces que los chilenos volaban. Ahora el lenguaje es más gélido, directo y agreste. Ahora no vuelan, caminan, pero mueren igual.
Pero eso no es todo. Los funcionarios del Instituto Nacional de Derechos Humanos, aquellos observadores que visten de amarillo y son fácilmente identificables, son insultados, reprimidos y baleados, sin más motivo que el criterio de un soldado, que jamás fue preparado para contener una explosión social.
El nunca más en Chile parece no haber calado en los mandos militares, tampoco en los políticos, incluidos los que jugaron con la transición y salvaron al dictador de la cárcel y que hoy piden represión política al estallido social. Hace décadas nos llamaron a olvidar, y a perdonar a los violadores de los derechos humanos. A nuestras madres y esposas, les exigieron que no era el momento de seguir buscando, a sus familiares desaparecidos. Todos jugaron al pacto más certero de todos, darle dinero a las fuerzas armadas, en abundancia, para cuando sea necesario, volver a golpear los cuarteles y eso sucedió. Que no se hagan los que no sabían.El Presidente en Palacio, balbucea y ofrece algunas migajas, pero no toca aquellos aspectos estructurales del modelo y que son los generadores de la rabia incontenida y el malestar general.
Vivimos un toque de queda de 12 horas y otras 12 horas, que sopla la estela de una supuesta libertad, que no sirven de nada. Los militares patrullando y matando. Por arte de magia, volvieron las filas y la escasez de alimentos. Es como volver a ver la misma película de antaño, aquella en blanco y negro, pero ahora es una serie, a todo color y en capítulos, al modo Netflix.
El gobierno tiene la mirada perdida e intenta gobernar. Pero da manotazos al aire, hundido en su propio ocaso de no otear la realidad. Mientras tanto, en la Estación Baquedano del Metro, se detiene en secreto y se tortura. Las bestias demente han vuelto a los golpes en secretas paredes, y sus sombras corren por las calles, bajo el toque de queda. 1.692 detenidos, 220 de ellos niñ@s, 226 heridos (Se termina un capítulo de la serie)
Los canales de televisión repiten hasta la vastedad, las imágenes de los carros del metro quemados, los supermercados asaltados y el vandalismo desatado. Esto es falta de orden público, repite un editor, a la oreja de los monigotes de la pantalla, que no saben cómo sostener algo que parece imposible. No pueden informar que el estallido social es generalizado. En tanto los reporteros en terreno sacan el logo de los micrófonos. La televisión es un aliado del poder político y económico. La turba también los quiere quemar.
Ni siquiera Don Francisco, y su llanto fingido, ante las cámaras, pueden detener el aire astillado que se vive en la ciudad. Don Francis, musita su inquietud, pero también es parte del poder y la elite, coludida y que se enriqueció, como pudo y a caudales. Compartió en Teletón, con los Carlos de Penta, los mismo que recibieron una sanción de clases de ética y de ello, no dice nada. (En 5 segundos comienza otro capítulo)
El Presidente en Palacio, balbucea y ofrece algunas migajas, pero no toca aquellos aspectos estructurales del modelo y que son los generadores de la rabia incontenida y el malestar general. 350.000 pesos como ingreso mínimo, tratando de emular al dueño del Canal 13, que ofreció, 500.000 pesos, a sus trabajadores. De los despidos y los subcontratados no dijo nada. Tampoco lo dijo el Presidente, porque el propio estado de chile, tiene un 70 % de trabajadores a honorarios, a los cuales imagino, la letra chica, los dejara fuera del ofrecimiento.
Para no ser menos, los diputados sugieren una baja en su dieta, como si ello les importara a los descontentos. No saben que la crisis de representación también los toca y de frente. Creyéndose salvadores de la crisis, no tienen idea, que son parte del problema. Se les acabo el espacio de privilegio y las cocinas del poder. Pero para ser más patético su anexión al poder, corren despavoridos al llamado de La Moneda, para entregar una lista de supermercado al gobernante, que la arrojará al basurero, arrugada en la mejor de la suerte. No solo son ciegos de la realidad, sino que también ingenuos. (Quedan 3 segundos para el nuevo capítulo)
La oferta deshilachada del gobierno no sirvió de mucho. La Mesa de Unidad Social, (ANEF, CUT, Trabajadores del Cobre, y Portuarios) llama a una huelga general para los días 23 y 24 de octubre, en un recuadro de la memoria, puedo ver al Comando Nacional de Trabajadores, (CNT) que en dictadura llamaba a la protesta nacional en los años ochenta. Pero en el agónico silencio, vuelvo a mi serie a todo color que muestra a los funcionarios del Congreso nacional, con sus carteles que dicen: “Tus manos tienen sangre” aludiendo al ministro del interior, o el primo como muchos suelen llamarlo. La música de fondo asoma entre el cacerolazo del toque de queda, con claridad en los cerros de Valparaíso…al contemplar tu mirada tan triste vuelvo a pensar en el ayer. ….Para que nunca más en Chile.
Comentarios