De los tres candidatos que representan al anquilosado duopolio que se ha cernido durante los últimos 23 años sobre el sistema político nacional, Michelle Bachelet ha sido la primera en atreverse a reconocer abierta y expresamente su intención de reformular la Carta Fundamental.
Los movimientos sociales que han remecido a la cosa pública en los últimos años nos pueden hacer creer, con justa razón, que la reformulación pretendida por la candidata apuntan hacia ideales socializadores que tiendan a revertir la dinámica de la desigualdad socioeconómica que se ha configurado como un elemento rector de cualquier caracterización seria de nuestro país.
Sin embargo, hablar de una nueva constitución es alejarse de la costa para ir mar adentro, y no por la dificultad que reviste el alcanzar las mayorías necesarias propias de una decisión de esa importancia precisamente. Pareciese que la ex presidenta se ha visto embelesada por la idea abstracta de una nueva constitución antes de definirse siquiera por los valores y principios que deben regirla.
Para comenzar, Bachelet debió haber partido por definir ante la opinión pública el mecanismo por el cual pretende estatuir un nuevo orden constitucional. La forma a través de la cual se organiza un poder constituyente originario importa, y mucho. No es lo mismo repetir una CENC, conformada por un grupo de iluminados que proponen una constitución cuyo texto es sometido al desinformado escrutinio popular a través del plebiscito, que convocar a una asamblea constituyente, fundada en un proceso de elección democrática de sus miembros, sin comisiones secretas, sin encierros, sin misterio, de manera tal que todos los ciudadanos estén en condiciones de participar igualitariamente del proceso a través de sus representantes, delegados por aquellos en la tarea de redactar el texto del proyecto de constitución que será evaluado directamente por una ciudadanía que ha sido testigo del proceso en plebiscito popular.
Es en este punto donde nace nuestra primera suspicacia. Convocar a un plebiscito que de la luz verde a una asamblea constituyente es una labor muchísimo menos compleja en términos políticos que una reforma constitucional. No es del caso profundizar en los fundamentos jurídicos sobre los que me baso para hacer esta afirmación, sin embargo, a quién le haya despertado la curiosidad por conocerlos, puede revisar el artículo 32 N° 6 de la Constitución Política que nos rige (y que rigió en el período de Michelle).
En segundo lugar, la candidata se ha referido a sus intenciones de reestructurar el sistema tributario chileno, punto clave y sin el cual no se entienden las demandas ciudadanas por un nuevo sistema educacional, cuestión a la que me referiré algunos párrafos más adelante.
Los tributos son la fuente de ingresos fundamental de un Estado que no se caracteriza por ser emprendedor, y deben estar regulados a nivel constitucional en sus principios. A través de ese acuerdo político decidimos dejarlos caer sobre tal o cual grupo de personas, en consideración a la realidad económica y financiera por un lado, y a las necesidades sociales por el otro.
El sistema impositivo chileno está enfermo, y lo sabemos. La gran parte de los dineros que recauda el estado por concepto de IVA provienen de las familias más vulnerables. Lo que los grandes grupos económicos desembolsan en cooperar con el desarrollo uniforme y sostenido de los más pobres es insignificante en comparación con lo que perciben gracias a un sistema económico que los deja absolutamente libres en el desarrollo de su actividad. Es en este punto donde nace la desigualdad a la que hicimos referencia más arriba.
La desigualdad reina en nuestro país desde hace mucho tiempo, y reinó también durante el gobierno de la ex presidenta Bachelet. La reforma tributaria es una deuda que Chile tiene consigo mismo desde hace por lo menos 15 años.
Bachelet tuvo al alcance de su mano una reforma tributaria. A diferencia de la polémica LGE, las leyes que regulan las cargas impositivas son de iniciativa exclusiva del Presidente de la República y se aprueban por mayoría simple, apoyo con el que la ex presidenta contó en el Congreso Nacional durante su período.
El sistema impositivo chileno está enfermo, y lo sabemos. La gran parte de los dineros que recauda el estado por concepto de IVA provienen de las familias más vulnerables. Lo que los grandes grupos económicos desembolsan en cooperar con el desarrollo uniforme y sostenido de los más pobres es insignificante en comparación con lo que perciben gracias a un sistema económico que los deja absolutamente libres en el desarrollo de su actividad. Es en este punto donde nace la desigualdad a la que hicimos referencia más arriba.
De allí que esta repentina voluntad por reformar el sistema tributario (que además, en el discurso se expone hipócritamente como una suerte de desafío político) no nos convenza por parecer ilegítima y poco sincera, más bien una respuesta vacía, nuevamente, a las demandas ciudadanas.
Y para finalizar, la educación de calidad y universalmente gratuita es una idea que nos conmueve. Todos estamos de acuerdo en decir que la educación es el camino a la prosperidad. Además, son muy pocos los que reprochan la idea de que esos valores deben estar reconocidos y garantizados en la Constitución, de manera que irroguen todo el sistema jurídico y político a través de un efecto de cascada. No obstante, no deja de llamar la atención a quien escribe que se postulen esos principios como máximas constitucionales inmediatamente después de una seguidilla de incongruencias discursivas por parte de la candidata, en las que un día se muestra reticente a la gratuidad universal, y 72 horas después sostiene que la garantía de la educación gratuita para todos es la vía hacia el desarrollo. No voy a citar aquí esas entrevistas, ya conocidas por todos y suficientemente aportilladas por los sectores que son críticos a la candidatura de la ex presidenta.
Al parecer, Michelle no ha reflexionado lo suficiente como para proyectar ideas en una Constitución.
Consideramos que es temerario e irrespetuoso por parte de la candidata el proponer una constitución cuyos valores de fondo y principios rectores no han sido siquiera analizados con seriedad, y más bien parecen reacciones desesperadas ante las exigencias ciudadanas que no están respaldadas por la convicción interna y profunda de quien las propone. Voladeros de luces que pretenden seducir cual conjuro al voto débil que, seguro de lo que quiere, no sabe cómo lo quiere.
Qué fácil es hablar desde las nubes, sin entrar al debate crítico y sin estar seguro de las propias convicciones.
Qué fácil es ser Michelle.
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Marcelo Mannett
El pueblo quiere escuchar cosas así, aunque no entiende ni palote lo que significa…. suena bonito. Pan y Circo.
peon
Michelle dijo Ley de Participación Ciudadana. Envió el proyecto a la brevedad, pero, se quedó durmiendo en el Congreso el resto del tiempo de su mandato.
Es posible que pudiera ocurrir algo semejante con estas iniciativas, sin embargo, me parece que ella está como grandecita como para saber sumar uno más uno y entiende lo que se debería hacer cuando se dice nueva Constitución o reforma tributaria, o, por último, habrá de tener un plan que desarrollar en educación, aunque sea:
«Ya muchachos. Llegamos a la Presidencia y ahora hagamos algo creativo con educación, destinando más recursos en procura de la gratuidad y la excelencia. Además, ¿qué tal si esta vez le regalamos un laptop a cada estudiante, en vez de sólo a un porcentaje de los niños que cursan séptimo básico y dotamos al sistema educativo con el software adecuado que necesitemos?»…
Respecto a la Constitución, por todo lo dicho acá y más cosas que se pueden decir al respecto, yo preferiría que esta fuera elaborada en una Cámara Ciudadana Digital, «para añadirle todos los chiches que cada grupo raro quiera añadirle, sin estorbarle a lo que desean agregar otros grupos no menos raros que los primeros»…
Es decir, más que una máquina virtual de juego político, la Cámara Ciudadana debiera «encajar los deseos ciudadanos en las diversas clases de factibilidades, cumpliendo las debidas restricciones», para que no se trabaje imaginariamente en regiones infactibles por parte de un público compuesto de muchas mentalidades raras que se encuentra deseoso de soluciones amplias y prontas !?…
Enrique
Si, muy fácil. Tienen q matar a tu padre, meterte preso con tu mama y no cultivar odios, así de fácil es ser michele
servallas
Si, tienes razón, pero vamos fatalmente para allá, hay muchos intereses detrás, la candidata es lo que menos importa, importan lo jugosos cargos, importa meter la familia y los amigos que estos años la han pasado mal, por eso van con todo..
luis.palacios.st
Es una care-raja que basa su candidatura en la premisa que los chilenos olvidamos nuestra historia y quienes nos fallaron.