Las relaciones económicas del continente americano -no precisamente del Abya Yala indígena andino- con la Naturaleza, desde los tiempos como colonias de Europa hasta nuestros días, pasan en forma muy importante por la extracción y exportación de recursos. Predomina también lo que llamamos una concepción utilitarista antropocéntrica de la Naturaleza, de modo que ella aparece por todos lados exclusivamente como un objeto de apropiación y riqueza.
Nos encontramos con el oro y la plata, enviadas a España en aquellos imponentes galeones cruzando el Atlántico. Se trataba de una explotación minera del suelo americano que se debía convertir en riqueza de los reyes europeos. A los conquistadores poco les importaban los usos rituales, ceremoniales y espirituales del oro y la plata, que conformaban las experiencias indígenas de estos materiales.
La fundación de las repúblicas poco cambió en este panorama. Con los años se amplió el rango de productos extraídos y exportados. De allí saldrían el salitre, el cobre, las frutas tropicales, el caucho, como productos que se nos convirtieron en el oro del siglo XIX.
En lugar de una relación mediada por la naciente industrialización, mantuvimos una relación con la Naturaleza bajo el signo de una multiplicada extracción: el continente aparecía como un recurso inagotable. Nuestras “riquezas” parecían lo suficientemente inmensas para que la explotación de la Naturaleza se intensificara sin importar límites.
Cuando hablamos de extractivismo como modo de explotación de la Naturaleza pensamos, por ejemplo, en la megaminería en Chile, la perforación petrolera en el Amazonas, o en los monocultivos de soja en Argentina, Brasil o Uruguay (y también en el monocultivo de paltas, pinos y salmones en Chile). Por extractivismo entendemos aquella formación económica caracterizada por la instalación en enclave (localizada y concentrada) de explotación de recursos naturales, de grandes dimensiones, con altos índices de daño ambiental, y escasa consideración de las comunidades vecinas, generalmente con alto nivel tecnológico y orientada a la exportación hacia los mercados globales.
Hablando estrictamente, el extractivismo no es una actividad económica productiva y tampoco un sector industrial. Considerar la extracción y exportación de hierro como una “producción” resulta una distorsión evidente porque nada es producido -solamente hay una roca que es molida-; además, la ganancia o utilidad obtenida por la extracción de los recursos se debería contabilizar como una pérdida neta del patrimonio natural de un país. Tampoco se debería hablar de una “industria extractiva” porque no hay involucrados procesos manufactureros. Su descripción como algo productivo o industrial se debe considerar como elemento de una ideología legitimadora, para instalar el extractivismo en el imaginario de valoración de la modernidad latinoamericana.
Todavía a principios del siglo XXI, una coyuntura de altos precios y crecimiento de la demanda por materias primas (ahora llamadas commodities), instaló de tal forma a América Latina en el escenario global, que se pensó que era posible con ello lograr el anhelado “desarrollo económico”.
Por extractivismo entendemos aquella formación económica caracterizada por la instalación en enclave de explotación de recursos naturales, de grandes dimensiones, con altos índices de daño ambiental, y escasa consideración de las comunidades vecinas
En nuestros días, las estrategias de apropiación extractivista han sido adoptadas tanto por gobiernos de derechas como por gobiernos muy recientes de las izquierdas de tipo “progresista”, incluso indigenista. Notablemente en Ecuador, Bolivia y también en Brasil.
En la lectura de la tradición marxista, se interpretó las sociedades latinoamericanas a partir del concepto de modos de producción -fuerzas productivas, trabajo, capital, recursos naturales, tecnologías-. Conceptos que se mostraban adecuados para las sociedades industrializadas aparecieron, de una u otra manera, como insuficientes para describir el panorama de las relaciones de explotación de la Naturaleza.
Un antropólogo, Stephen Bunker, a partir de su experiencia al investigar la explotación petrolera del Amazonas, propuso en 1984 otro concepto: el de modos de apropiación. Este concepto toma nota de la peculiar explotación de la Naturaleza americana, e introduce en su análisis económico la consideración de lo ambiental y ecológico.
Los análisis de la diversidad socio-política de la explotación extractivista se ocuparon ahora de actores sociales como los pueblos indígenas, los afrodescendientes, los campesinos de culturas tradicionales, los desplazados a las grandes ciudades. Así llegamos a la transformación de sentido en el concepto de “modos de apropiación”.
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Fernando Viveros
Muchas gracias por el comentario.
Creo que hay que distinguir entre las actividades de subsistencia y/o económicas
destinadas a mantener y enriquecer la vida, y la explotación depredadora
de la Naturaleza –cuestión que no está ligada a la mantención de la vida,
sino a la ambición del lucro indefinido–.
Las explotaciones extractivistas no respetan los ciclos y límites de la Naturaleza;
no respetan las vidas tradicionales de las comunidades vecinas –generalmente
conformadas por agricultores que ven dañada seriamente sus modos de vida–.
Como usted dice, hay que mantener la visión abierta para juzgar cuando
estamos ante una explotación extractivista o ante una producción de bienestar.
El cobre, como usted dice, tiene múltiples funciones en las diferentes civilizaciones,
y casi la totalidad de ellas no han producido los desequilibrios que actualmente
encontramos en los gigantescos yacimientos que arrasan con el paisaje y la geografía
–por ejemplo, con glaciares y nacimiento de las aguas y ríos–
Julia Muñoz Orrego
He quedado dolorosamente impactada con la descripción brutal, en la sutil definición de la locura humana de DESTRUIR SU PROPIO HÁBITAT, del autor.
Al mismo tiempo me han cautivado sus fluídas Concepciones fácilmente entendibles tanto para un lego como para un indiferente, que, luego de leerle no podría quedar indiferente.
El Extractivismo es una de las más grandes Tragedias que están corroyendo no solo lo concreto que es parte de los suelos sobre los que vivimos…también lo mejor del Espíritu Humano, transformándonos en la PEOR ESPECIE del Mundo Animal.
fernando viveros
Agradezco Rosa sus comentarios.
Efectivamente creo que se trata de presentar una situación bastante brutal
manteniendo un lenguaje mas descriptivo que directamente evaluador.
Se trata, también de decir las cosas de una manera sencilla, sin tecnicismos
Me alegro que usted reconozca que no se siente capaz de mantenerse
indiferente frente a estas realidades. El extractivismo es un fenómeno
feroz que asola nuestros territorios, y que hay que sustituir por una
relación mas pacífica y, además, más espiritual, de la Naturaleza.
Lore Prehn
Muchísimas gracias Fernando por tu valioso aporte. Es un tema que tampoco me deja indiferente y tengo claro que este modelo de desarrollo nos está enfermando cada vez mas. Hemos perdido la sensibilidad de estar en armonía con la Naturaleza y alejados incluso de nuestra propia naturaleza interior. Aun así pienso que hay esperanza y veo (y me emociona) que hay una buena parte de nuestra especie haciendo cosas por el bien común y por la Madre Naturaleza, Pachamama, o como queramos nombrarla. Gracias por invitarnos a reflexionar y buscar de qué forma podemos lograr un mundo mejor.
Fernando Viveros
Efectivamente la consideración de la actividad económica contemporánea
en la forma del extractivismo en el mercado global, nos refleja directamente
nuestra situación como una Tierra/Pachamama agotada por la megaextracción
de «recursos».
Es también muy reconfortante saber que somos cada vez más los que
reaccionamos ante estas situaciones. Necesitamos reunir estas reacciones
para conformar movimientos ciudadanos cada vez más escuchados, y
preparar propuestas alternativas que den orientación positiva a ese nuevo
poder.
J.A.
Su relato tiene verdades, unas denuncias que pueden ser motivo de debates serios, por eso sería interesante confrontarlo además con conceptos provenientes de las ciencias económicas. Hay que señalar sin embargo que desde que se crearon las civilizaciones hay extracción de recursos, los motivos son muchos, ceremoniales, para hacer armas, para dar fuerza a las calderas, para hacer ollas, televisores, recuerde que sin el cobre, Chile la pasaría bastante mal. Lo grave del asunto que éstos temas se ideologizan, se tiñen de color , se transforman en gritos de guerra de ciertos grupos y finalmente no se encausan. Quizás se requiera mejores controles y pensar mejor la planificación, generar leyes adecuadas, imponer mayores impuestos, cambiar los paradigmas de mitigación de impactos, mejorar la vida de las comunidades locales con los impuestos de extracción , dejar reservas, etc., etc. El problema en estos casos y otros se asemeja a aquella situación en que una verdad se impone y es difícil argumentar algo racional …¿como salvamos a la señora que el pueblo ya condenó como bruja?… ¿lo será?.