Seguir con la formula de definir las candidaturas presidenciales y parlamentarias mediante “negociaciones”, respetando los escaños vigentes, no sólo acrecentaría la deslegitimación de la política y los partidos sino que también produciría un daño irreversible auto infligido a la oposición, extendiendo la opinión ciudadana de que estas colectividades son reacias a renovarse.
Cualquier observador desapasionado puede colegir que si la oposición en Chile desea, realmente, efectuar los cambios que el movimiento social ha estado demandando, es necesario que en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias, obtenga una votación contundente, expresada en una victoria en primera vuelta en la presidencial y un número considerable de doblajes en la Cámara de Diputados y en el Senado.
Para alcanzar dicho objetivo es esencial establecer un pacto único de toda la centroizquierda. Lamentablemente no todos en dicho sector perciben que un acuerdo de tales dimensiones no es conveniente seguir dilatándolo. ¿Se están dando los pasos necesarios para hallar una base compartida y dirimir este fundamental tema? ¿Cómo se acortan las brechas del desacuerdo sobre las primarias, a todo nivel, entre el PRO y el resto de los partidos de oposición, particularmente el PDC y el PS? ¿Es factible concordar entre estos actores el mecanismo de primarias para designar a los candidatos (as) tanto a nivel presidencial y parlamentario?
El PRO, en reiteradas ocasiones ha valorado este mecanismo de selección y ha denunciado que esa voluntad no ha sido respondida favorablemente por algunos partidos de la Concertación. Por lo tanto, sería adecuado y pertinente que la Comisión Primarias -constituida por los partidos PDC, PS, PPD, PRSD, PC y un representante de la candidatura de Andrés Velasco- le extiendan una invitación formal al PRO para explorar la posibilidad de un acuerdo presidencial y parlamentario. Lo prudente y recomendable es que este tipo de conversaciones se amplíen más allá de las fronteras del PRO y el PS.
La sana renovación de la política exige avanzar en procedimientos más “participativos” para definir programas y candidaturas a cargos públicos, erradicando aquellos resabios verticalistas -propios del “centralismo democrático”- en que habitualmente se procede en este tipo de temas. Asimismo sería una demostración práctica de que la centroizquierda, conformada por distintos partidos y movimientos, tiene las capacidades y la sensatez de canalizar sus pluralidades y sensibilidades en un pacto común para destrabar los candados establecidos por la Constitución de Pinochet, por intermedio de los supra quórums exigidos, y así efectuar reformas en el ámbito institucional, económico y educacional.
Existen buenos “motivos” para recrear la política sobre bases de mayor participación y alejada de la permanente trifulca de los partidos por privilegiar cuotas de poder, los cuales habitualmente han recurrido a la “negociación” para mantener escaños parlamentarios subvalorando otros procedimientos que respondan adecuadamente a los síntomas de inconformismo y distanciamiento de la ciudadanía respecto de la institucionalidad política y de las alianzas de partidos.
La desconfianza que afecta a la actividad política sólo es posible resolverla a través de entregar mayores y más efectivos espacios de participación y decisión directamente a la ciudadanía, particularmente en lo referente a la designación de candidaturas presidenciales, parlamentarias y de alcaldes.
Es tiempo de dejar de lado la práctica de autonomizar la política de la ciudadanía pasando a otra en que la interlocución y el interactuar con los ciudadanos y ciudadanas con la institucionalidad política sea una cotidianidad.
La postura defendida por algunos partidos de favorecer primarias presidenciales y oponerse a las primarias parlamentarias es un argumento que no se sustenta. Tampoco se sustenta la tesis de plantear primarias sólo a nivel parlamentario y excluir a la presidencial.
Negarse a participar en las primarias presidenciales de toda la oposición, aunque se lo niegue, es privilegiar posicionamientos personales para un eventual futuro en perjuicio de la tarea imperiosa de articular ahora un proyecto colectivo para superar los rezagos existentes a todo nivel en la sociedad chilena. Negarse también a la realización de primarias parlamentarias a todo evento de la oposición es perpetuar privilegios de los incumbentes y el de algunos partidos que se han visto favorecidos por el sistema electoral binominal.
La tesis esgrimida del “el que tiene mantiene” o “blindar liderazgos consolidados” es disonante con las prácticas que ahora la ciudadanía espera de los partidos y movimientos políticos. En el caso que hubieren varios postulantes de la oposición en un distrito o circunscripción, seria impresentable no efectuar primarias abiertas y competitivas por parte de ese sector político, incluyendo en el mismo a los independientes y líderes sociales que se identifiquen como tales. Si verdaderamente se pretende maximizar un respaldo electoral en la perspectiva de implementar políticas de gobierno alternativas a las propugnadas por la derecha, se debe perseverar en la busca de acuerdos para organizar primarias a todos los niveles en la centroizquierda.
Es un procedimiento indispensable para democratizar la actividad política. Es un instrumento que facilita que las pluralidades converjan y unifica voluntades para generar la fuerza política y social necesaria para respaldar un gobierno comprometido con materializar un nuevo ciclo de cambios en lo social, económico y político. La eficacia electoral de elegir candidaturas a través de primarias quedó claramente demostrado en el proceso de designación de las candidaturas a alcaldes en los comicios municipales del año pasado. Este mecanismo facilitaría, en esta ocasión, ganar en primera vuelta la elección presidencial y obtener los doblajes requeridos (al elegir los liderazgos más competitivos) para materializar un programa de profundización democrática, y de paso, erradicar la práctica de radicar la decisión de nominación de candidatos y candidatas en las directivas de los partidos. El propósito, además, es subir los incentivos para que la ciudadanía concurra a las urnas a sufragar en noviembre. Adicionalmente, las primarias a todo evento en la oposición cumplirían con otro objetivo importante: desplegar múltiples liderazgos para que la derecha no monopolice la agenda, poniendo los temas que tienen una relevancia vital para concretizar los cambios estructurales indispensables para establecer una sociedad menos desigual.
Seguir con la formula de definir las candidaturas presidenciales y parlamentarias mediante “negociaciones”, respetando los escaños vigentes, no sólo acrecentaría la deslegitimación de la política y los partidos sino que también produciría un daño irreversible auto infligido a la oposición, extendiendo la opinión ciudadana de que estas colectividades son reacias a renovarse. Sería conveniente, por tanto, que los dirigentes políticos en la oposición asuman que estamos frente a un electorado que valora ser consultado y repudia las decisiones cupulares de los partidos.
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