2011 es el año en que se enrumbarán las decisiones relativas a cómo cada coalición enfrentará las contiendas electorales por venir. Ante ello, la Concertación (y la oposición) tienen un dilema que resolver: cómo nominarán los candidatos/as a cargos de elección popular.
Hasta ahora, este asunto se había resuelto en una mesa de negociación donde el objetivo era combinar la eficiencia electoral con los adecuados equilibrios políticos de cada uno de los partidos integrantes del bloque. Sin embargo, la derrota de la Concertación ha puesto en cuestión esta manera de resolver. Es uno de los casos en que el método se convierte en el problema principal.
Se ha planteado la realización de primarias para resolver dicho dilema.
Respecto de las primarias ha habido distintas reacciones. Una de ellas es que por esa vía se debilita aún más a los partidos, dejándolos sin poder de decisión. Es cierto que los partidos al interior de una coalición requieren resolver cuestiones relativas al equilibrio y al peso político que tiene cada uno con respecto a los demás para continuar juntos. Esa es una de las gracias de armar coaliciones: contener la dispersión.
Sin embargo, la Concertación no encuentra aquí un problema técnico ni metodológico, sino un problema político. Una coalición que tuvo su origen en la recuperación de la democracia no se puede permitir cuestionamientos respecto de cómo se originan sus candidatos/as y quién los determina. Es una interrogante demasiado seria que alude a su identidad.
La hoy coalición opositora fue acusada de realizar “primarias truchas” para elegir sus candidatos como un método de justificación de “un arreglo entre cuatro paredes”, sin permitir que ese mecanismo democrático de manera real dirimiera la representación. Ese fue, sin duda, un factor que contribuyó a la división y la derrota.
Por ello, la Concertación (y la oposición) requieren presentarse ante la ciudadanía con un mecanismo democrático, abierto y transparente para nominar sus candidatos.
Si existe un mecanismo que cumpla con esas características mejor que primarias reales y serias, bienvenido sea. Si hay acuerdos locales amplios, unánimes, sin cuestionamientos a su transparencia, que den cuenta de la unidad de la oposición o, si el conjunto de los candidatos/as en una comuna se pone de acuerdo y validan una encuesta como método para resolver, eso podría ser considerado.
Pero en todos los casos donde la legítima competencia se plantee, las primarias parecen el único camino para dirimir. Dichas primarias deberán cumplir con los requisitos de seriedad y adhesión popular que le otorguen legitimación.
En la capacidad para cumplir los requisitos de una nominación democrática, abierta y transparente en la elección de sus candidatos la concertación y, también la oposición, se juega parte importante de su credibilidad.
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Foto: dedo ciudadano – Don Diego / Licencia CC
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