Aunque ya conocemos los efectos, casi mágicos, de un discurso cuando se convierte en hegemónico, es decir, cuando adquiere una legitimidad social tan amplia que pasa a ser reconocido como un sentido común para la mayoría, no me dejan de impactar las declaraciones y alegatos que estoy escuchando estos días, en los que, de repente, todo el mundo se volvió anti-sistema.
La chilena, es una sociedad construida y ordenada históricamente sobre tres castas etno-raciales (las clases sociales se originan en un orden industrial ajeno a Chile), que han hecho (y hacen) un esfuerzo impresionante en distanciase, no sólo en sus ingresos, sino también o sobre todo, físicamente: en zonas residenciales; en colegios; en lugares de ocio y consumo, etcétera. Todo esto para que las castas superiores, no se contaminen de la inferiores. “¿Estaría usted dispuesto a que su hijo fuese al colegio con cualquiera?” me espetaba la apoderada de un colegio subvencionado con los impuestos de todos los chilenos (incluidos esos “cualquiera”).Durante estos días, podrán ver, para su sorpresa, a explotadores e individualistas repitiendo (sin asco ni vergüenza) el nuevo discurso hegemónico del malestar social de origen estructural
En este Chile, el orden neoliberal tuvo un encaje casi natural, al permitir legitimar y modernizar el viejo orden de castas a partir de una nueva teoría económica. Ahora no nos segregamos por desprecio y miedo a las castas inferiores, lo hacemos por la relación entre nuestras legítimas preferencias y la amplia oferta de un mercado segmentado.
En esta sociedad socio-genéticamente desigual, solo caben tres posiciones políticas: i) la explotadora, que espera y exige sumisión a las castas inferiores (a las que les “falta cultura del toque de queda”); ii) la revolucionaria, que propone desmantelar este orden y construir uno democrático; iii) y la individualista–familiarista, incentivada e instruida por los Aparatos Ideológicos del Sistema, que propone el desentendimiento completo de la política y de los otros, centrándose en la búsqueda de soluciones estrictamente individuales a partir de la imitación de modelos “exitosos”.
Pues bien, durante estos días, podrán ver, para su sorpresa, a explotadores e individualistas repitiendo (sin asco ni vergüenza) el nuevo discurso hegemónico del malestar social de origen estructural. Ahora, los grandes empresarios, los ex concertacionistas y todos sus intelectuales orgánicos, los medios de comunicación pinochetistas, todas las universidades, todos los candidat@s de la derecha que aspiran a sustituir a Piñera, además de una legión de personas a las que no les importa nada ni nadie, se han unido a los revolucionarios en un gran consenso discursivo basado en un cinismo total e indisimulado.
Hasta la pasada semana nada sabían de la desigualdad social, de los bajos salarios, de las pensiones miserables, de la salud precaria, de la segregación escolar, de la contaminación asesina, de la subordinación de las mujeres o de la utilización de los inmigrantes como los nuevos chivos expiatorios del sistema. Pero ahora han ¨despertado¨ y están todos indignadísimos. Ojalá que les dure.
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