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Por una nueva geografía electoral: no más trajes a la medida

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¿Nadie vio venir lo del límite a la reelección de autoridades?, ¿o sólo fue un lapsus  de los senadores y diputados, sumar, además a las autoridades subnacionales en esta ley que hoy se busca a intervenir con veto presidencial o mociones congresales?, lo cierto es que, más de alguien podría afirmar que fue el COVID-19 el que afectó el cálculo de estos senadores y diputados respecto de lo que involucró el resultado de la deliberación del proyecto de ley de la reelección de autoridades con retroactividad, proyecto que dicho sea de paso, pasó más de una década  años durmiendo el sueño de los justos.

A la luz de los resultados de dicha deliberación, votación y de algunas omisiones,  lo cierto es que ya detonó una nueva geografía política electoral, a propósito del Congreso Nacional y de las autoridades subnacionales.

Se podría afirmar que en menos de cincos años el sistema político chileno ha tenido, en función de su geografía política electoral, dos cambios sustanciales. El primero, logrado gracias al ciclo de reformas políticas gestionadas desde el gobierno de la expresidenta Michelle Bachelet, cuando se promulgó la nueva ley electoral, la que implicó la superación del sistema electoral binominal para avanzar en otro proporcional, junto con más senadores y diputados con modificados distritos y circunscripciones electorales; por otra parte, una nueva ley de partidos, que con sus luces y sombras, permitió la emergencia de varias tiendas partidarias que enfrentaron los comicios locales del año 2016 y 2017 para congresales; y finalmente, la de descentralización, la cual obliga a la elección popular de los gobernadores regionales, la que se entrenará, prontamente.

No se termina de instalar este ciclo de reformas, cuando con más o menos conciencia política tanto diputados, como senadores, golpean el tablero político electoral con esta nueva ley que llevaba alrededor de catorce años de tramitación congresal[1], promoviendo una renovación significativa en el acto, asegurándose la renovación permanente del complejo de representación política nacional (Congreso), regional (gobernadores y consejeros regionales) y local (alcaldes y concejales). Tal situación, como indica el promitente politólogo Gianfranco Pasquino (entre otros), estaría asegurando la renovación de las elites políticas, proveídas mayoritariamente por el sistema de partidos políticos, pero elites, al fin y al cabo. Aún así, el problema, por lo tanto, no quedaría resuelto.

¿Esto es bueno o es malo para el sistema político en general? A buenas y primeras, se observaría como bueno, dado que nuestro atrofiado sistema político, muy propio del proceso transicional inaugurado con el plebiscito del 05 de octubre de 1988, permitió una democracia parcial que hoy por hoy posee ribetes de iliberal, que en lo estructural, se explicó por el sistema binominal y por la re-elegibilidad permanente de los mandatarios, provocando el perverso fenómeno de la individualización de la política[2], explicando el vaciamiento valórico-ideológico de la política y cierta obsolescencia de los partidos político en su sentido profundo, como indicáramos en nuestra columna anterior, haciendo referencia a Fareed Zakaraia. Esta última medida ¿contribuiría al realineamiento entre gobernados y gobernantes y entre representantes y representados?, podría indicarse que sí, ya que los electorados, aunque menguados por abstencionismo, tendrían un control más lineal de ambas ecuaciones, logrando una democracia más democrática, como indicaría Pierre Rosanvallón[3], o menos iliberal como se consignó más arriba.

¿La medida contribuirá a la renovación de elites territoriales, nepotistas, partidaristas, económicas y de otra naturaleza? En principio, pareciera ser que sí, dado que las existentes se tensionan en sus diferentes coberturas o escalas de la representación política. En la jerga política, se tensiona la ‘trenza lograda por años’. La primera tensión en el corto plazo, fue el ciclo de reformas del año 2015,  una segunda, que viene a ‘terremotear el territorio político congresal y local’, transformándose el mejor síntoma de ello, la necesidad de llegar transversalmente a un acuerdo que permita una ley rápida (poco decorosa y descontextualizada acción por), para darle un periodo más, a las autoridades locales, en orden a preparar al mismo sistema de partidos a organizar el tablero electoral para más adelante. Hay que consignar, que varios de los alcaldes en ejercicio, pueden quedar en posición expectante para entrar a la disputa por escaños en la cámara de diputados o, eventualmente, en el senado en aquellos distritos y circunscripciones donde se van diputados y senadores, respectivamente, pero también compitiendo con los que quedan vigentes, proyectando inquietud en el mismo sistema de partido por la incertidumbre que generarían los resultados de esa elección.

Lo cierto, es que esta ley reordena el tablero electoral, esperando ver, que sus impactos tengan genuinamente un efecto en el fortalecimiento de una democracia más representativa y más inclusiva, aunque no haya sido, per sé ese el móvil de la mayoría de los congresistas, pues el peso de las circunstancias, es lo que les lleva a aceptar lo que la sociedad civil y algunos representantes de partidos venían pidiendo a gritos, otros no tanto.

No es el tiempo de intervenciones y vetos, menos por autoridades que poseen escasa credibilidad, eso será visto como un nuevo traje a la medida, lo que se pide es más transparencia, más responsabilidad al político de profesión, pero también se espera que la ciudadanía despierte de este marasmo somnoliento que le provocan las elecciones, sino participa activamente entonces, está dejando que una minoría interesada, siempre decida incluso el traje que la calle debe usar.

Hay que consignar, que varios de los alcaldes en ejercicio, pueden quedar en posición expectante para entrar a la disputa por escaños en la cámara de diputados o, eventualmente, en el senado

PorPablo Zúñiga SM y José Orellana Y.
Académicos de la escuela de Ciencia Política y Relaciones internacionales de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano

[1] Ver más en https://www.senado.cl/appsenado/templates/tramitacion/index.php?boletin_ini=4115-07, el proyecto ingreso a trámite legislativo el 22/03/2006

[2] Ver más en https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2014/07/04/los-partidos-y-la-individualizacion-de-la-politica/

[3] Ver más en http://www.academia.cl/comunicaciones/columnas/la-contrademocracia-los-gobiernos-y-los-proyectos-politicos

 

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2 Comentarios

Sebastián Sánchez González

Sin dudas la delimitación de los períodos de ejercicio de los cargos de elección popular es un tema central en toda democracia. Creo que nos demoramos mucho en lograrla. Esto considerando que incluso en un régimen político considerado como autoritario como el Chino, tras las reformas de Deng Xiaping en 1978, los miembros del Comité Político del Partido Comunista Chino (el núcleo central del poder en el gigante asiático) solo pueden elegirse por un máximo de dos períodos (10 años) y no puede ejercer ningún miembro mayor de 60 años, para así asegurar el pasó a la nueva generación de dirigentes.

    Pablo Z

    Buena su sugerencia, toda limitación al ejercicio del poder y sus respectivos contrapesos son sanos para la democracia ..