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Por qué Marcel Claude no será Presidente de Chile

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Para quienes Marcel Claude no es de su gusto, les tengo una atractiva noticia: él no será Presidente de Chile. “Y qué tiene de nuevo ese comentario”, dirá más de algún sesudo lector. Nada nuevo, solo que me parece pertinente explicar las razones que, a mi juicio, determinarían su inminente derrota.

En primer lugar, se arguye por algunos la insolencia e irrespeto que el candidato del movimiento Todos a la Moneda proyecta sobre el resto de sus contendores políticos. La democracia, sostienen estas mismas personas, supone bases mínimas (y serias) de respeto y tolerancia para quienes no piensan igual que uno. En definitiva, concluyen los mismos detractores, si avaláramos este tipo de conductas, el escenario político no sería muy distinto al de una dictadura.

Impecable argumento en el papel, lo cierto es que, al menos, me levanta las siguientes dos dudas: ¿Qué es lo “insolente” o “irrespetuoso”? ¿Quién define, actualmente, los marcos de tolerancia democrática? Ambas preguntas hasta el momento no han sido respondidas (reconozco, al menos no de la forma que yo pueda entenderlas) de manera categórica por quienes las esgrimen en contra de Claude. Acaso, ¿no es tan irrespetuosa con el debate político (y en definitiva, con la ciudadanía, en tanto espectadora-depositaria de las ideas sometidas a dicha instancia pública) la inasistencia de la candidata presidencial con más alta preferencia estadística al último debate presidencial? ¿No es su silencio desdeñoso tanto o más irritante que dos o tres frases (directas por lo demás) de Marcel?

“Insolencia”, de acuerdo con la RAE, es un vocablo con al menos tres acepciones: “Atrevimiento o descaro/Dicho o hecho ofensivo e insultante/Acción desusada y temeraria”.

En ese sentido, Marcel bien podría ser encasillado en cualquiera de las tres designaciones anteriores. Pero hay una en particular que me gustaría destacar, y es la tercera. ¿Por qué? Insolencia tiene la raíz latina “sol”, presente en el verbo castellano soler, que significa “la costumbre”. Así, insolente sería alguien que se aparta de la costumbre o de lo frecuente. Sería, por tanto, alguien insólito (con la misma raíz latina “sol”), raro, “insultante para lo acostumbrado”. ¿Será necesario explayarse sobre lo que nos tienen acostumbrados acá en Chile?

De manera que lo insultante para muchos constituiría, vaya qué coincidencia, algo ofensivo también para lo acostumbrado y para la fuente de donde emana dicho acostumbramiento (¿poderes fácticos?).

En segundo lugar, existen personas que estando de acuerdo con el mensaje de sociedad-país que expresa Marcel, no lo están con la forma que tiene para trasmitirlo. Son, dicho sea de paso, (casi) las  mismas personas que condenan su lenguaje mordaz y temerario. La postura de estos ciudadanos bien podría compendiarse en la manoseada frase “estoy de acuerdo con el fondo, mas no con la forma”. Pero, ¿será esto tan así?

Quien ataca la forma sugiere que ésta conteste con lo sustantivo, al menos con lo trascendental. Pero en este caso, si se está de acuerdo con “el fondo” de Marcel, ¿por qué se le rehúye el apoyo? ¿No sería más conveniente para estas personas (y más consecuente por lo demás), afirmar “Marcel, te apoyo porque pensamos y queremos lo mismo para el país, pero creo que debieras cambiar esto y aquello”, antes que “Marcel, porque creo que deberías cambiar esto y aquello, en consecuencia, (no) te apoyo”?

"¿Tan poco “fondo” tiene el ideario de estas personas (que están de acuerdo con el mensaje de Claude, recordemos) que ante cualquier viraje “de forma”, cambian inmediatamente de parecer?"

Quien tiene claro lo que quiere, no lo cambia, por mucho que se repita un padrón inverso en el resto de sujetos. Es la típica posición de quienes, por ejemplo, creyéndose adláteres del movimiento estudiantil, a la misma vez lo condenan por la presencia de “encapuchados” en las marchas, o porque sus principales dirigentes aterrizan en escuelas políticas que a ellos en lo personal les disgusta. ¿Sería eso, realmente, apoyar o creer en el movimiento estudiantil? En definitiva, si estas personas no tienen claro qué es lo que quieren (el fondo), ¿cómo podrían sugerir estar en desacuerdo con “la forma” de lo que no saben?

Y estas personas, que critican el lenguaje hiriente de Marcel, que están de acuerdo con su mensaje (extraño, porque el mensaje se expresa a través del lenguaje, y no se puede estar de acuerdo y en desacuerdo a la vez con el mismo lenguaje) pero no con su forma, finalizan su meditación política, a modo de conclusión, “yo no podría votar por una persona que se comporta así”. Este punto suscita los mismos cuestionamientos anteriores: ¿Tan poco “fondo” tiene el ideario de estas personas (que están de acuerdo con el mensaje de Claude, recordemos) que ante cualquier viraje “de forma”, cambian inmediatamente de parecer?

Marcel Claude no será Presidente de Chile porque la mayoría de electores así lo ha decidido ya, conscientemente. Las justificaciones que se han dado para avalar dicha premisa son insuficientes, y en la mayoría de los casos, también contradictorias.

Marcel no es, como alguien ha insinuado por allí, “demasiado desarrollado para un país sub-desarrollado como el nuestro”. Marcel no es un mesías, ni tampoco tiene por qué serlo. En un mundo terrenal, queremos a alguien de carne y hueso. ¡Abajo las estatuas de papel! (esto va dirigido especialmente a los que, obcecados en su estado, olvidan lo que Marcel realmente es: un ser humano, con virtudes y defectos, como todos).

Sería muy difícil explicar por qué buena parte de Chile se arrodilla ante los hipócritas y lisonjeros pero le da la espalda a los directos y francos. Como toda experiencia traumática, la dictadura vive en buena parte de todos nosotros. Y es que preferimos la mentira dulce antes que la verdad amarga, por mucho que la primera nos termine matando (ese es el “ingrediente mágico” de las drogas), tal vez porque nos sigue doliendo la crudeza de la realidad y preferimos evadirla.

La reclamación de respeto de Marcel Claude para los demás, de quienes la pregonan, tendría auténtico sentido si también lo exigieren a quienes se lo hurtan a ellos mismos ya diario. No siendo así, toda justificación anterior no es ni sugerencia ni amonestación; simplemente, se convierte en un comentario interesado y manipulado, y por lo tanto, carente de sinceridad y argumentos claros.

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150 Comentarios

eduardo olmedo

te vere el lunes especulador de nuestras opciones por sacr la basura concertalianza del gobierno tendras que trajarte tus palabras hocicon

ANIBAL CALBUÑIR

tu primer comentario, y lo digo así porque es un comentario, no tienes ni fundamentos coherentes para explicar lo que planteas, porque si tu te das cuentas lo que Marcel Claude critica de forma enérgicas es la nula argumentación y fundamentos al plantear temas de política, y es eso lo que a ti te cuesta entender, yo creo es porque te acostumbraste a un discurso vació y de redundancia.

Boris Fernández

Me ha cautivado, en el mensaje político de Claude, la novedosa manera de ver el lucro en economía. Yo fui formado con la idea de que el lucro es la recompensa legítima del que emprende, pero Marcel me ha hecho dudar de este postulado que era el fundamento de mi cosmovisión. Ahora, después de haber escuchado una y otra vez sus argumentos me he convencido que el lucro no es tan santo como los capitalistas lo han pintado y a todas luces es injusto cuando no proviene del esfuerzo del trabajo personal sino que se aprovecha de los recursos naturales y del trabajo de otros. Bien Sr. Claude, ha logrado extender mis límites mentales en economía.

Heraclio

Leo los comentarios llenos de ignorancia de algunos opino logos y se siente el odio y el miedo que les provoca la libertad. Son incapaces de entender un mundo diferente a esta media esclavitud corrupta y sin destino llamada «democracia». Y con estas estructuras psicológicas anquilosada hay que hacer el cambio. Duro el reto, pero esto es lo que hay.