Polémica ha generado que la UDI haya instalado en los debates televisivos de las primarias el concepto de una «centro derecha popular»o de un «centro social», ambos con el claro propósito de reafirmar la tesis de una «minoría silenciosa» que desea ser escuchada, que demanda más trabajo y menos encapuchados, pero que por temor no se manifiesta contra el proyecto que la Alianza ha intentado mantener y perfeccionar ¿Qué motivo tiene la derecha unida para crear este concepto, si técnicamente las elecciones del próximo noviembre ya están ganadas? ¿A quién realmente va dirigida esta estrategia de recordarnos la existencia de un «centro político y social», el cual se ve en riesgo con el apoyo del Partido Comunista (PC) a Michelle Bachelet?
Consideramos que la respuesta a estas interrogantes tiene que ver precisamente con los resultados (ya predecibles) que acontecerán en las primarias de la “Nueva Mayoría”: la victoria de Michelle Bachelet. Si bien esta profecía auto-cumplida solo espera para materializarse, hay un hecho que no da lo mismo: el “mejor segundo”. No da lo mismo que Orrego o Gómez sean el mejor segundo en estas elecciones, ya que determinarán en qué medida la agenda de Michelle Bachelet se estanque o se desplace hacia la izquierda. Si Orrego es el mejor segundo, necesariamente el programa de Bachelet ha de moderarse, so pena de dar un mensaje incorrecto a la Democracia Cristiana (DC), la cual puede iniciar un duro cuestionamiento a que la “Nueva Mayoría” dé un giro hacia la izquierda. Pero si Gómez es el mejor segundo, entonces las condiciones para una radicalización del programa son claras. En este escenario la DC se sentirá opacada por los sectores de izquierda, impidiendo a la DC cumplir su rol de centro político. Por ello, la estrategia comunicacional basada en crear una «centro derecha popular» y un «centro social» está precisamente encauzada a que la DC cumpla su rol de centro, moderando tanto el programa como el futuro desempeño del próximo gobierno de Bachelet. No solo ello, sino que han dejado claro que ellos también comenzarán a disputar el centro, por lo que la participación de la DC en el pacto podría hacer que pierda votos, y su condición de partido más grande de la coalición. Es deber de los partidos del pacto evitar este escenario y entregar una hegemonía de facto a la derecha en política. Pasemos a desarrollar los enunciados esbozados.
La falacia de la «centro derecha popular» y el «centro social»: ambos elementos son políticamente inexactos y empíricamente inconexos. Lo popular no puede ir unido a la derecha, ya que lo popular por costumbre está ligado a la comunidad, a una forma de vida que no está cruzada por las clases sociales: su esencia misma es la homogeneidad, el consenso y la cooperación desinteresada. Como nos dice claramente Norberto Bobbio “la diferencia fundamental entre la derecha y la izquierda es el énfasis de las ideas de derecha en justificar y recalcar el rol de la desigualdad como la esencia de lo social”. Por tanto, la derecha (que justifica la desigualdad) no puede ser popular (ya que lo popular no se basa en la desigualdad o la división de la sociedad).
El centro social no existe en sí mismo, ya que el centro solo existe en un contexto claro: el sistema de partidos. La izquierda, el centro y la derecha se usan para determinar el proyecto ideológico de los partidos, por lo cual lo social no puede ser de centro. Si son conceptos inexactos y a-empíricos, es por una sola razón: es una estrategia comunicacional hacia el partido de centro de los últimos 60 años: la DC. El objetivo es hacer ver a este partido cuánto se pierde apoyando a una candidata que ha dado un claro giro hacia la izquierda, lo cual niega los valores del humanismo cristiano y la política de los acuerdos que este mismo sector ha defendido.
El rol del «mejor segundo» en las elecciones primarias del pacto “Nueva Mayoría”: la elección del pacto ya está ganada. Todos saben que Bachelet ganará. Es la favorita en las encuestas, y eso importa, ya que crea un efecto «carro de la victoria»: la gente vota por quien va ganando. Sin embargo, no da lo mismo quien salga segundo, ya que influenciará claramente en los avances o en la moderación del programa de la candidata. Si Orrego sale segundo, y si sus votos sumados con los de Velasco equivalen o son más del 50%, es muy difícil que el programa pueda avanzar hacia una asamblea constituyente real o una reforma tributaria efectiva, ya que el centro político hará ver su molestia ante estas medidas, las cuales ponen en riesgo la estabilidad del país y el crecimiento económico.
En el primer escenario, el programa se modera y volvemos a la "política de los acuerdos"; en el segundo, la DC debe elegir o creer la idea de que “Chile cambió” o ser un instrumento de la derecha para ser un freno en el avance de políticas más cercanas a la izquierda.
Esto estacará al programa de la candidata donde está, ya que nuevas incorporaciones contra la DC, el partido más grande del pacto. Si Gómez llega a ser el mejor segundo, y sus votos sumados a los de Bachelet equivalen o superan el 50%, entonces están las condiciones para un viraje a la izquierda del programa del pacto, no sin posibles altos costos para la “Nueva Mayoría”, donde una desencantada DC podría sentir que su rol de centro está siendo mermado y opacado por la «ley de la calle».
Lo que quiere la derecha unida y lo que debe hacer la “Nueva Mayoría”: la derecha unida se declara también de centro, y también popular. Eso significa que un espacio que era monopolio de la DC, pasa a tener nuevos competidores. Estar cerca de una coalición que se va a la izquierda pone en riesgo la imagen de la DC, ya que arrastra a este partido a un lugar en que no desea estar. Esto significa que el rol de la DC en la confección del programa final del pacto como de un futuro gobierno será de ser un moderador, pero mucho más enfático que en el pasado. Este escenario es extremadamente peligroso, ya que generará una crisis de expectativas sobre lo que “el pueblo” espera de un gobierno progresista: que se cumpla la ley de la calle. La DC debe tomar conciencia de su rol y decidirse a ser parte o de una coalición que creará cambios, o ser un obstructor clásico como lo son los partidos de centro. La DC debe tomar conciencia de la trampa que está creando la derecha, y creerse la idea de que “Chile cambió”, so pena de ser instrumento de la derecha en el Ejecutivo.
¿Qué hacer frente a cada escenario? Hemos explicitado la existencia de dos escenarios: hegemonía del centro (Orrego-Gómez) o hegemonía de la “izquierda” (Bachelet-Gómez). En cada uno de ellos es posible ver un freno a lo que el movimiento social desea de un próximo gobierno, lo cual requiere de un análisis serio. En el primer escenario, el programa se modera y volvemos a la «política de los acuerdos»; en el segundo, la DC debe elegir o creer la idea de que “Chile cambió” o ser un instrumento de la derecha para ser un freno en el avance de políticas más cercanas a la izquierda. La solución está en saber escuchar a los movimientos sociales, transformando sus demandas en Políticas Públicas efectivas que permitan ver su efectividad a mediano plazo. Está en manos de la DC el futuro del desempeño del futuro pacto, y le será bueno recordar lo que sucede cuando la política no escucha a los movimientos sociales: España, Portugal, Grecia, Brasil y Turquía son buenos ejemplos, pero es mejor partir por casa.
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