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Populismo y pensiones. El sistema político en duda

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Es un lugar común de la política chilena, recurrir al sustantivo “populismo” o al calificativo “populista” para desacreditar las conductas, posiciones o puntos de vista de otros. Fundamentalmente, opositores, pero también de aquellos de nuestras propias filas que se oponen a nuestras propuestas o proyectos. En esta línea, ser populista es demagógico, irresponsable, irracional. Como es frecuente en el debate público, es uso de las palabras en dicho espacio dista de la precisión conceptual propio de la reflexión académica o de las evidencias que aporta el proceso histórico.

Sin ser un fenómeno con origen latinoamericano (los primeros populismos se generan en Estados Unidos y Rusia, en la segunda parte del Siglo XIX), es en nuestra región en donde el populismo ha tenido una gran relevancia, especialmente cuando se lo relaciona con grandes liderazgos de la política latinoamericana en el tercer cuarto del siglo veinte como Vargas, Perón y Cárdenas que llegaron al gobierno tras prolongadas crisis de conducción de las elites tradicionales para introducir cambios profundos en la orientaciones del sistema político e impulsar políticas públicas innovadoras en el ámbito social y económico.

No hay obra humana exenta de miserias, pero históricamente han sido los populismos los encargados de llevar adelante proyectos de modernización que reconocían e integraban a los sectores populares a la vida política por la vía de derechos y garantizar el acceso a salud, educación, vivienda y protección social. Desde una perspectiva panorámica y de “onda larga”, y más allá de los juicios de valor y análisis que se puedan hacer, las grandes mayorías latinoamericanas estuvieron, antes y después de los populismos, fuera del foco de las elites.

Antes, porque la modernización capitalista latinoamericana anclada en la integración al comercio mundial de la mano de la producción de bienes primarios, se hizo de espalda a los sectores populares, ignorando y reprimiendo sus demandas en el marco de sistemas oligárquicos, de ciudadanía limitada; la “fronda aristocrática” que denunciaba Edwards Bello.

Después, con los golpes de Estado y los regímenes autoritarios que se inauguran en América latina desde los sesenta, la política tiene un nuevo giro elitista; se expulsa a los sectores populares de la vida social y política; a través del uso sistemático de la violencia de Estado -con asesinatos, desapariciones, exilio, censura, persecución, tortura-, se suprimen los derechos, libertades y conquistas sociales. Con ello se produce una gran reconcentración del poder político y económico que, en el caso de nuestro país, se refuerza con la imposición de una nueva constitución que distorsiona el juego democrático.

El retorno a la democracia, a nuestra especial democracia, permite la emergencia de nuevas demandas, pero son demandas que rápidamente se procesan fuera de la política. En el marco de una sociedad fuertemente privatizada, es la combinación de esfuerzo y disciplina personal, con altos niveles de endeudamiento, lo que permite a las familias “salir adelante”. El rol subsidiario del estado “focaliza” las políticas sociales en aquellos que demuestran que son “pobres” (dicho sea de paso, desde los criterios de las estadísticas, es muy fácil no ser pobre)

Mientras tanto, la política, despreocupada del bienestar de las grandes mayorías y preocupada del cuoteo y reducida al “public management”, deja de ser relevante. La élite política deja de cumplir con su tarea más importante: interpretar los cambios sociales, tomarle el pulso a la sociedad y traducirlas en propuestas. Los problemas ciudadanos que, a veces, ni llegan a configurarse como demandas ciudadanas se van acumulando en las puertas del sistema político.

Y con todo, hay cambios significativos: reformas tributarias, cambios constitucionales, mejoras en las políticas sociales, más regulación. Pero, todo ello, en el marco estructural del modelo de desarrollo neoliberal.

El gobierno, el empresariado, economistas se oponen al retiro del 10% por ser una medida populista. Un empresariado que se ha resistido sistemáticamente a reformas estructurales va más allá augurando una debacle en caso que eso se concrete

Durante los últimos años, la sociedad chilena ha puesto en el debate público, cuestionamientos cada vez más profundos al modelo de desarrollo. La educación, la salud pública y el sistema de pensiones han generado protestas ciudadanas. Y la respuesta del sistema político ha sido deficiente. Llevamos años -incluso décadas- demandando y esperando cambios profundos y estos no llegan. En algunos casos, las respuestas vienen de otros poderes del Estado como sucede en el ámbito de los precios de los planes de salud de las isapres. Si no está de acuerdo con la actualización del precio de su plan, interponga un recurso en los tribunales. La respuesta está tan asumida que ahora ni siquiera se requiere el patrocinio de un abogado/a; hay que llenar un formulario en un sitio web.

En el ámbito de las pensiones, el debate lleva tiempo. Varios proyectos de ley, comisiones presidenciales y programas de gobierno no han sido suficientes para hacer una reforma al sistema que esté en sintonía con las demandas ciudadanas.

Laclau, el destacado cientista social argentino especialista en populismo, sostiene que lo que caracteriza a las democracias representativas que funcionan razonablemente es que logran responder adecuadamente a las demandas ciudadanas. Nuestras frágiles democracias tienen dificultades para ello y es en estos contextos -en donde se acumulan demandas sociales significativas que son sistemáticamente postergadas- que constituye un escenario potencialmente populista.

El gobierno, el empresariado, economistas se oponen al retiro del 10% por ser una medida populista. Un empresariado que se ha resistido sistemáticamente a reformas estructurales va más allá augurando una debacle en caso que eso se concrete; dicho sea de paso, es una advertencia ya escuchada que como en el cuento de Pedrito y el lobo, ya no hace efecto en la ciudadanía.

En el marco del modelo de desarrollo neoliberal, el relato que dice que los fondos de la cuenta de capitalización individual son de los trabajadores y trabajadoras pierde consistencia cuando esos mismos trabajadores y trabajadoras intentan disponer de esos recursos para resolver los problemas que el sistema político no ha procesado adecuadamente. La sociedad chilena viene esperando, sin éxito- respuestas a estos problemas desde hace tiempo. El retiro del 10% es la alternativa frente a una élite y un gobierno que falló en dos frentes: el de corto plazo, al no levantar propuestas que atendieran adecuada y oportunamente la crisis social; en el largo plazo, reformar nuestro modelo de desarrollo para alinearlo con las demandas sociales.

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Fabián Pressacco Chavez

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