Ya hay casi tantos móviles como personas en el mundo. El último Ericsson Mobility Report reveló que, en el cuarto trimestre de 2014, la cifra de suscripciones móviles superó los 7 mil millones, mientras que la población mundial, según se puede ver en el curioso Population Clock de la oficina censal norteamericana, ya va por los 7,2 mil millones. Móviles y personas aumentan a ritmo vertiginoso, las suscripciones móviles lo hacen a un 5 % anual y la población a una persona cada 14 segundos.
Los smartphones, aunque hoy no representan ni la cuarta parte de la cantidad total de móviles, están creciendo a una velocidad anual que es, por lo menos, tres veces mayor que la del total de teléfonos. Un estudio reciente de eMarketer ha previsto un crecimiento mundial del 16,8 % de usuarios de smartphones para el 2015, lo que supondría que a finales de año seremos 1.900 millones de usuarios de teléfonos inteligentes. Ericsson, por su parte, estima que, para 2020, el 90% de la población mundial mayor a 6 años tendrá un smartphone.Más dispositivos equivalen a más datos. Los celulares ya no sólo saben qué hacemos y decimos, sino también dónde estamos. Datos, datos y más datos. La gestión estratégica de esta información, permite identificar patrones de comportamiento e hipótesis de respuesta a los estímulos, la acción y la comunicación política.
En Chile, la tendencia se mantiene. Según un informe de la Subsecretaría de Telecomunicaciones, a fines del año pasado, se alcanzó una penetración móvil de 132,2 abonados por cada 100 habitantes. Y dos de cada tres celulares ya son smartphones.
El smartphone ya atraviesa todas nuestras actividades cotidianas, está con nosotros desde que nos despertamos hasta que nos acostamos. Cada vez vienen con más funciones incorporadas, tan sólo cabe comparar el popular Nokia 1100 del año 2003, con su linterna y poco más, con el último modelo de iPhone. Y a esto hay que sumarle el universo de aplicaciones móviles que son desarrolladas día tras día –en 2014 se registraron, según el blog App Figures, 1,43 millones de aplicaciones en Google Play y 1,21 millones en App Store–. Los smartphones son las nuevas navajas suizas: polifacéticas, polifuncionales, verdaderas multiherramientas.
El móvil se hace omnipresente en nuestra vida. Lo usamos para casi todo y, en efecto, nuestro sentimiento de dependencia aumenta. Un estudio de TomiAhonen Almanac, citado por el blog de Oracle, señalaba que los usuarios consultan el teléfono una media de 150 veces al día. La nomofobia (anglicismo proveniente de «no mobile phone phobia») se impone como la nueva patología social del siglo XXI.
El celular ya no es un artefacto de lujo, sino una herramienta que guía nuestras vidas. Pasamos de «el móvil» a «lo móvil». Las pautas de consumo están atravesadas por lo móvil, tal es así que en los sitios de comercio electrónico más populares casi el 40 % de las ventas se realiza a través del celular. También lo están los hábitos saludables de las personas, un estudio de Flurry descubrió que el crecimiento de las healthy apps fue, en el primer semestre de 2014, un 29 % más alto que el del resto de aplicaciones. Y, por último, también se han transformado los hábitos comunicativos, WhatsApp, la aplicación de mensajería instantánea por excelencia, ya ha superado los 900 millones de usuarios activos mensuales. «Móvil» es uno de los nuevos adjetivos de moda. Todo se vuelve móvil, incluso la política.
La política debe adaptarse a esta realidad imparable e iniciar una acelerada migración digital hacia entornos vitales nuevos. Debemos encontrarla en nuestro móvil, de la misma manera que encontramos nuestro banco, a nuestros amigos o nuestro trabajo. La política tiene que pasar de las sedes a las redes, de la calle a los teléfonos. No comprender el fenómeno móvil puede resultar un error grave, y entenderlo una gran oportunidad. La tecnología móvil ofrece un abanico enorme de posibilidades y, además, en constante desarrollo e innovación.
La tecnología móvil ofrece posibilidades para mejorar la coordinación de los equipos de campaña. Desde los grupos de WhatsApp para movilizar a militantes y voluntarios hasta aplicaciones móviles para facilitar la gestión del puerta-a-puerta, ya en 2010 el equipo de campaña del Partido Demócrata utilizaba una aplicación móvil que les indicaba a los voluntarios a dónde había que ir y les permitía, también, registrar la predicción de voto de cada vecino.
Más dispositivos equivalen a más datos. La tecnología móvil le abre paso al micro geotargeting. Los celulares ya no sólo saben qué hacemos y decimos, sino también dónde estamos. Datos, datos y más datos. La gestión estratégica de esta información, de lo que se conoce como big data, permite identificar patrones de comportamiento e hipótesis de respuesta a los estímulos, la acción y la comunicación política.
Por último, la comunicación móvil es a tiempo real, es instantánea. Esto le permite a la política reaccionar de inmediato ante las situaciones inesperadas o los nuevos escenarios, ya sea con los equipos de campaña para movilizar recursos humanos o nuevos contenidos o con toda la ciudadanía para, por ejemplo, dar respuesta a una acusación.
Como señala Ignacio Escolar, «por ahora, los cambios que la tecnología está provocando en la política se notan más en la sociedad que en las instituciones: en las movilizaciones que en los gobiernos». De seguir así, esto puede convertirse en la nueva brecha digital de la política formal, pero de cambiar puede significar la transformación definitiva del ecosistema político.
Relaciones, coordinación, datos, rapidez… La nueva política (y las nuevas campañas) deberá adaptarse al fenómeno móvil y aprovechar lo mejor que pueda todas sus posibilidades. Es tiempo de que la política entre en nuestro bolsillo.
El viernes 9 de octubre a las 13 horas se presentará el libro La transformación digital y móvil de la comunicación política de Antoni Gutiérrez-Rubí en la sala Hugo Miller de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica (Alameda 340, Santiago de Chile). La presentación tendrá lugar en el marco de una jornada de debate en la que intervendrán Claudio Orrego, Intendente de la Región Metropolitana, Giorgio Jackson, Diputado por Santiago Centro, Eduardo Arriagada, Profesor de la Facultad de Comunicaciones, y Antoni Gutiérrez-Rubí, autor del libro.
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