Es lamentable decirlo, pero si alguien esperaba que el Gobierno tomara el control de la agenda con una clara orientación y prioridades firmes para asumir un necesario liderazgo, esto simplemente no ocurrió. Ideas fuerza bastante débiles y errores impresentables que llegan hasta el mismo Servel son las razones más evidentes de esto. La noción de falta de brújula se está haciendo cada vez más fuerte. Parece un hecho cierto que la clase política no está hoy día a la altura de los desafíos que enfrenta.
Es mejor decirlo rápido y claro (“al mal paso darle prisa”): los partidos políticos han sido superados por la crisis de confianza que vive el país. Gran parte de las decisiones críticas en muchos ámbitos simplemente asumirán que hay que esperar el próximo Gobierno.La negación del conflicto ya no parece una estrategia viable, hoy es necesario poder encauzarlo hacia lo positivo, desde la aceptación de los otros y el diálogo real.
Probablemente, confiados en la siempre débil memoria de “la gente” muchos esperaron que el tremendo tema de la corrupción y desprestigio de los políticos se fuera diluyendo o al menos entrara al largo listado de aquellos escándalos resueltos entre cuatro paredes, sin leer – una vez más – el cambio en la sociedad civil a la que se supone representan. Esta ya no es una simple crisis política de la que se sale con una buena estrategia comunicacional, (que no la ha habido, en todo caso) ha avanzado hacia lo estructural. Probablemente, reitero, en su soberbia acostumbrada (a la que los hemos acostumbrado, en realidad) siguen pensando que son ellos y sólo ellos los que pueden sacarnos de esta crisis.
Quizás por esta razón, la potente orientación que les ofrecía el trabajo de la Comisión Engel, al entregarles un cuerpo de ideas ordenado y orientador sobre el cual conversar, no ha sido -en la práctica y en lo público- considerada. Ni siquiera fue lo suficientemente socializada para re articular la conversación, o para generar algunas ideas centrales que mostraran alguna orientación a generar los cambios de cara hacia la ciudadanía. Si esta Comisión de alto nivel, convocada por la mismísima Presidenta no tuvo poder de influencia alguno, cuesta imaginar quien sí lo tendría.
La clase política, el cuerpo político o como le llamemos, no es capaz de entender que esta vez tendrá que asumir la pérdida, una pérdida que hoy día nos está costando muy cara como país: la pérdida de la confianza en nuestro sistema democrático. Pero no hay disposición a hacer la pérdida, porque los egoísmos son mayores. Nadie da un paso al frente para asumir responsabilidades, y hoy tenemos una Fiscalía erigida en el tribunal moral de la nación. Al parecer, la palabra renuncia no existe en el vocabulario político. No hay vergüenza, nada de vergüenza.
El manejo y salida de este conflicto no será fácil, especialmente por la falta de liderazgos realmente potentes en los distintos sectores políticos y sociales. El ejercicio de pensar personas concretas que puedan hacer esta tarea se hace muy difícil, ya que exige capacidades, duras y blandas, que no se ven hoy día en político alguno. Falta una mirada más colaborativa, que logre generar vínculos cooperativos entre los actores. Sigue primando la competencia despiadada, entre actores de un juego que ya nadie quiere.
Por otra parte, no es posible a mi juicio, continuar haciendo política desde un ADN binominal, ya es hora que la conversación sea incluyente e incorpore o represente a quienes están pensando en Chile desde muy distintas posiciones. La negación del conflicto ya no parece una estrategia viable, hoy es necesario poder encauzarlo hacia lo positivo, desde la aceptación de los otros y el diálogo real. Pensar en un plebiscito vinculante al tema constitucional o adelantar elecciones parlamentarias no es ya una locura.
Es lamentable, pero da la impresión de que quien está más cerca de la estrategia de la negación, es justamente el Gobierno que debiera liderar la salida de la situación actual. Es lógico que deba continuar con el cumplimiento de su programa, una tarea inherente a la esencia de su mandato, pero debe asumir que tiene hoy una tarea quizás más compleja: guiar hacia la salida del túnel y cuesta arriba. Pero al parecer, la caja de cambios del sistema no logra salir de punto muerto y se necesita mucha tracción o ayuda para empujar esta enorme carga.
El 23 de octubre son las elecciones municipales, donde veremos si hay un ajuste real a las nuevas normas culturales y legales para hacer campaña. Tiempos definidos, control de gastos y una ciudadanía atenta marcarán la agenda. El comienzo no ha sido del todo promisorio, con las grandes coaliciones mostrando sus clásicas luchas internas por poder entre “lotes” con un caudillismo fuera de los tiempos que corren. La selección de candidatos no ha sido para nada prolija, con personajes hasta procesados, sin realización de primarias y otros reverdiendo muy viejos laureles. Toda promesa de cuidado ético en la selección de candidatos es rápidamente borrada por la realidad de los posibles votos. Es que la ganancia comunicacional y estratégica de cara a las presidenciales y parlamentaria del 2017 es demasiado importante para fijarse en esos detallitos.
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