Desde que Piñera se instaló en La Moneda, con un buen resultado electoral, se ha sabido que el gobierno tiene dos objetivos complementarios:
En primera instancia, estos dos objetivos estarían unidos. El plan implicaría debilitar los elementos que más ruido hacen de las reformas de Bachelet para favorecer al empresariado, aprovechando esta alianza estratégica para aumentar la inversión, junto a las buenas condiciones externas, para ofrecer buenas cifras de empleo y crecimiento, que a su vez permitirían obtener recursos frescos para hacer inversiones sociales en la lógica de los últimos 28 años, lo que generaría, a su vez, un escenario político positivo para la elección de 2021.
Pero como se ha visto ahora, las condiciones internacionales económicas resultaron más inestables de lo esperado y las holguras económicas y políticas no han permitido realizar vistosas concesiones al empresariado, por lo que la efectividad del gobierno en realizar esos dos objetivos al mismo tiempo se ha visto reducida. Cada vez más parece que ofrecer mejores condiciones para los negocios estaría en contradicción con el objetivo de mantener una alta popularidad y viceversa, como ha atestiguado la tensa relación que ha tenido el gobierno con los líderes empresariales.
Hay otro ejemplo donde en primera instancia se podrían unir los objetivos de sostenimiento general del modelo y aumento de la popularidad del gobierno, pero que choca directamente con el plan de favorecimiento del empresariado para mejorar el empleo y el crecimiento: Las pensiones.
Hasta el año pasado, parecía que el movimiento social más peligroso para un gobierno de derecha era No +AFP. Un movimiento con gran capacidad de movilización, que rota sobre el grave problema que tienen las pensiones en Chile y que es reconocido transversalmente, y que además tiene una ideología clara y propone un modelo de pensiones compeltamente antagónico a aquel que propone el gobierno.
Si bien en estos meses ha estado descativado, en parte por la ola feminista, es posible que cuando el tema de las pensiones entre en la agenda vuelva a posicionarse como actor relevante.
¿Cómo Piñera puede desactivar el movimiento No+AFP, ofreciendo una solución al problema de las pensiones que le permita granjearse una alta popularidad y al mismo tiempo no alterar los cimientos del modelo de pensiones establecido, que está a la base del modelo económico chileno?
La respuesta ha sido planteada desde algunos personajes del gremio de las AFP, y sigue el clásico recetario neoliberal: que el Estado intervenga en un espacio en el cual los privados se han mostrado ineficientes. La población más pobre y los grupos más bajos de la clase media, no tienen estructuralmente la capacidad de construirse un ahorro previsional consistente, por lo que se debería aumentar de manera importante la pensión básica solidaria y el aporte previsional solidario y hacerla accesible a más grupos. Que el Estado se haga cargo de los más pobres y deje tranquilo al sistema privado, que puede seguir funcionando tal como está, mejorando tal vez su competencia y aumentando la tasa de cotización para así manejar más recursos.
La reforma de pensiones será moderada en los aumentos a las pensiones mínimas y aportes solidarios, además de reforzar el sistema de las AFP otorgándoles 4 puntos extra de cotización
El problema con esta propuesta, en particular si se desea desactivar el movimiento No + AFP, es que los recursos que requiere son demasiado cuantiosos , ya que en un mundo ideal, la pension mínima asegurda debería ser equivalente al menos al salario mínimo o incluso algo más. Es llevar la acción focalizada del estado contra la pobreza a un nivel nunca antes visto en Chile. ¿Quien podría oponerse a una pensión mínima garantizada de, digamos, $300.000? Para la población poco ideologizada chilena, da lo mismo si el objetivo se logra desde los fondos fiscales directamente o a través de un sistema de reparto, si se hace con o sin AFP, y por lo mismo tendría un apoyo popular altísimo. Y los políticos de todo signo saben que es poco viable oponerse a algo así, incluso si ideológicamente les hace ruido.
¿Como resolver el problema de recursos? Aquí comienzan los ruidos. La propuesta dice que no queda otra que subir los impuestos, y que por lógica política, estos deberían ser progresivos, cosa que esta fuera de la lógica típica de un gobierno de derecha. Y aquí tenemos un problema, un dilema grave para el gobierno. El gobierno basa su estrategia en reducir la carga tributaria sobre las empresas para así favorecer la inversión, el crecimiento y el empleo. La tensión de objetivos la hace inviable. Se puede resolver el problema de las pensiones, ganar popularidad y salvar el modelo, pero no se puede evitar un conflicto con la agenda económica establecida y con el empresariado.
Y a estas alturas, el gobierno ya tomó una decisión: por los trascendidos que hay, la reforma de pensiones será moderada en los aumentos a las pensiones mínimas y aportes solidarios, además de reforzar el sistema de las AFP otorgándoles 4 puntos extra de cotización. Y la carga tributaria total no aumenta, haciendo algunas concesiones al empresariado, como la depreciación acelerada o la reintegración tributaria, que desde el punto de vista empresarial resultan moderadas.
En suma, el gobierno decidió apostar por la moderación o la mediocridad si se desea. Apostarlo todo a la veta económica, limitando su capacidad efectiva de resolver el problema de las pensiones y afrontar un hipotético movimiento No+AFP. Hasta ahora, con la nula visibilidad del movimiento social por un sistema de pensiones de reparto, la jugada parece acertada, aunque claramente cortoplacista y no sabemos que pueda ocurrir en el futuro, en particular con un adverso escenario en la economía mundial.
En el largo plazo, a mi gusto, la jugada puede resultar un error, porque el gobierno puede quedar sin pan ni pedazo: Si se maneja mal el problema de las pensiones, se corre el riesgo de repetir la performance de 2011, de revivir los cuestionamientos transversales al modelo y de entregarle la banda presidencial a la izquierda, que nuevamente tendríaa en sus manos la posibilidad de alterar, aunque sea moderamente, uno de los pilares del modelo chileno.
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