En otra oportunidad se indicó, cuál debería ser la vocación/rol del PS de Chile en su condición de partido de oposición: Articulador de la Nueva Coalición Opositora, ojalá desde la DC hasta el Frente Amplio, pasando por todas las fuerzas políticas que integraron la Nueva Mayoría. Sin perjuicio de que sea una pretenciosa función, el partido tiene una experiencia ganada y densidad política objetiva (independiente de sus contradicciones, que no son pocas).
En la última elección congresal, sin perjuicio de alguna fuga de votos, logró un importante espacio en ambas cámaras, de hecho instaló a su presidente Elizalde en el Senado y a su pánzer en el mismo sitial (contrario a varios vaticinios, en ambos casos). También volvió Marcelo Díaz, ex ministro, ex diputado, ex embajador y, por tanto prestigioso político. Tal cuestión permitió una señal política articulada a todas las fuerzas del sistema político vigente.
Ya en el ejercicio político, con el nuevo gobierno, ha logrado instalar una cuestión bien difícil en estos tiempos, esto es, la «orden de partido». Lo anterior como recurso para enfrentar la simbólica buena legitimad del actual gobierno (no hay que olvidar que la individualización/parlamentarización de la política dificulta la orden de partido). Tampoco hay que dejar de considerar que Piñera logró casi 10 puntos de diferencia sobre Guillier, Nueva Mayoría y Frente Amplio respecto de su apoyo en segunda vuelta a la candidatura oficialista de momento. Esa legitimidad, en lógica política obliga a ser cautos y cautas en cómo se gestiona la oposición.El PS de Chile, tiene una oportunidad histórica, no siempre tan fácil de identificar para cumplir su rol histórico coyuntural (y ¿epocal?), no sólo de articulador de una parte del sistema político, sino que también para integrar vanguardias que apunten a modificaciones culturales
En este sentido, el PS definió caminar por la cornisa: a.- Llamó a sus mandatarios y cuadros a no integrar ninguna Comisión de los Acuerdos Nacionales (niñez, seguridad ciudadana, entre otras). Aún se recuerda cómo el pánzer desistió de la invitación gubernamental y de forma pública a la Comisión Presidencial de Seguridad Ciudadana… muy de Panzer!, obligando el diálogo transversal en el Congreso en sus diferentes cámaras y comisiones; b.- algunos de sus mandatarios se han dispuesto a pagar los costos políticos por cuestionar al todo poderoso ministro de Hacienda Felipe Larraín en su viaje a Harvard, a propósito de una reunión de ex alumnos financiado en parte con erario público. Tras la ejecución de la medida, todas las respuestas de Larraín y el Gobierno fueron ¿enredadas?
Además, se agregan otras consideraciones menos riesgosas en las que transita el PS de Chile: a.- circunstancialmente (por acuerdos), dos de sus militantes mandatarios presiden la Cámara de diputados (Maya Fernández) y del Senado (Carlos Montes), hecho que circunscribe al partido en una posición de negociación significativa, no sólo con el Gobierno, sino que con las fuerzas (¿ex?) Nueva Mayoría y del Frente Amplio (el gobierno lo sabe); b.- por otra parte, se cuenta con Michelle Bachellet y su impronta simbólica, que más allá de cualquier cuestionamiento por cómo finalizó su gobierno, es la promotora de varios cambios políticos nacionales, los cuales hoy sirven de marco referencial para la discusión política del partido y sistema político general, permitiendo, inclusive un marco doctrinario al interior del PS de Chile (o debería), entre otras.
En ese marco, su desafío táctico, está en cómo logra vasos comunicantes con el resto de la oposición la que también busca su legítimo perfil dentro del sistema político. No es tarea fácil, pero su relacionamiento con el Frente Amplio es tan natural como lo es con los otros socios de siempre. Relacionado con lo estratégico, su re–territorialización es urgente y en esta perspectiva interesa la ejecución de la actual Conferencia de Estudios y Programas (que culmina en Junio), tributaria al Congreso Partidario 2018 para que el partido sea capaz por medio de dicha acción, no sólo con sus tradicionales militantes, sino con nuevos adherentes provenientes de organizaciones sociales territoriales, funcionales, estudiantiles entre otros, ser un aporte.
En suma, el PS de Chile, tiene una oportunidad histórica, no siempre tan fácil de identificar para cumplir su rol histórico coyuntural (y ¿epocal?), no sólo de articulador de una parte del sistema político, sino que también para integrar vanguardias que apunten a modificaciones culturales donde dimensiones como las de género (muy presentes hoy), el medio ambiente, entre otras, y las convencionales como la búsqueda de equidad social, a través de los enfoques de derechos y visiones criticas lo transformen, junto con otras fuerzas políticas en un aporte de cambio para una Patria que precisa más igualdad, fraternidad, libertad y solidaridad con sentidos comunitarios y colectivos.
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