El anuncio presidencial acerca del inicio del proceso constituyente durante el presente mes, a través de una primera etapa de educación cívica y constitucional que se extenderá hasta marzo del próximo año, generó de inmediato un estado de crispación en diversos grupos político-empresariales del país. La inquietud respecto del anuncio se había manifestado días antes del mismo, con la entrega que hizo la UDI en La Moneda, el 8 de octubre, de un documento llamado “Nuestra visión del proceso constituyente: Chile no necesita una nueva Constitución”. Una visión que, a la luz de los datos entregados por encuestas como la Cadem, padece de una severa miopía o un grave desconocimiento del momento por el que pasa nuestra sociedad: según esta medición, un 71% de los consultados se manifestaron a favor de una Carta Fundamental que reemplace la del ‘80.
La cadena nacional, a través de la que se comunicó el asunto constituyente, despertó de inmediato la reacción conservadora de los que sostienen que “Chile no necesita una nueva Constitución”. El presidente de la colectividad gremialista, Hernán Larraín, alertado ante la iniciativa cívica, no demoró en calificar de “tramposo” el procedimiento, acusándolo de buscar “el adoctrinamiento político” para “comprar conciencia a través de un debate manipulado”; la ex vocera de Gobierno de Sebastián Piñera, Cecilia Pérez, salió a reforzar el mensaje, calificando el asunto como “un tongo”. Declaraciones que permiten apreciar un claro nivel de ideologización, al recurrir argumentativamente al principio de la exageración y desfiguración, usado para convertir algún hecho considerado “riesgoso” para algunos en amenaza grave para todos. “Para Chile”, como repiten cada vez que es necesario los grupos de poder que histórica e histéricamente se han opuesto a los procesos de cambio, impidiendo así la readecuación de las condiciones sociales que permitan darle mayor equilibrio a una balanza absolutamente desbalanceada. Por ello, resulta una tramposa y recurrente falacia -otra más, de las muchas de las cuales está plagado el discurso- hablar de lo que le hace “bien” o “mal” al país desde una posición situada en ese Chile de privilegios, defendiendo a partir de esta dialéctica intereses bastante distanciados de lo que es la realidad que viven las mayorías.
Lo cierto es que tanto la participación directa de la ciudadanía en democracia como el nivel de información y, por ende, educación que pueda llegar a tener, siempre han sido motivo de inquietud para el poder detentado por las élites dominantes. Sin que sea necesario remontarse demasiado en el tiempo, es posible encontrar un ejemplo claro y reciente al respecto en 2011. Durante el gobierno de Sebastián Piñera, la norma destinada a incluir en el currículo de Enseñanza Media la asignatura de Educación Cívica fue rechazada en el Senado, con diez votos en contra y dos abstenciones, todos de representantes de los partidos de derecha. Conducta que se repitió este año durante la votación, en la Comisión de Educación del Senado, acerca de la idea de legislar a favor de la restitución de esta asignatura en los colegios, y en la que los cinco integrantes pertenecientes a partidos de derecha se abstuvieron, aprobándose de todos modos por siete votos a favor y ninguno en contra. ¿Por qué la derecha se opone a la posibilidad de formar una ciudadanía consciente de sus derechos sociales? El diputado de Evópoli, Felipe Kast, entregó algunas luces al respecto cuando, en mayo de este año, compartió una imagen en su Facebook con la frase “no pienses tanto en tus derechos, piensa más en tus deberes”.
La entrega de información necesaria para que la ciudadanía pueda tener elementos de juicio que le permitan desarrollar una opinión fundamentada y responsable es, entonces, calificada de “adoctrinamiento”. Y claro, el conocimiento puede resultar subversivo para el orden determinado y sostenido no a través del consenso social, sino de la trampa, del engaño destinado a disimular el abuso. Porque la injusticia crea enemigos. Así pasó durante la Revolución Industrial, cuando las masas obreras comenzaron a adquirir conciencia de clase para luchar por sus derechos laborales, ante una explotación empresarial que buscaba rentabilizar el floreciente negocio pagando bajos salarios a cambio de largas jornadas de trabajo. Aprovechar el hambre de miles de campesinos provenientes desde tierras empobrecidas, penando las huelgas como delito, fue una oportunidad inmejorable para generar prosperidad económica privada. La ocasión no se dejó pasar. Acumulación por desposesión. Ni antes ni ahora ha sido de otro modo, más allá de los matices.
"Larraín habla de trampas en el procedimiento para iniciar el proceso constituyente. Hablemos de trampas. Trampa es aprobar sin registros electorales una Constitución articulada de forma tal que no pueda ser cambiada. Trampa es empeñarse en que nuestro país siga siendo el único del mundo en mantener una Carta Magna elaborada en dictadura para permitir los mayores niveles de concentración de la riqueza, a través de mecanismos igualmente tramposos como son, entre otras prácticas, la evasión de impuestos, el pago de bajos sueldos a los trabajadores para obligarlos el endeudamiento, la apropiación forzada de gran parte de los ahorros de los jubilados. Trampa es elaborar un discurso falaz para el resguardo y mantención de un modelo económico extremo, con el pretexto que eso le da “estabilidad” a Chile".
Dentro del actual escenario, el discurso dominante pretende instalar como argumento la falacia de que hablar de un cambio en las condiciones sociales, en cuanto la redistribución de las riquezas, equivale a trasladar la gran concentración existente desde un extremo -el neoliberal, en el que actualmente se encuentra acaparada de manera mórbida- hacia el otro. En esta línea, el abogado y referente intelectual de la derecha, Axel Kaiser, en su libro titulado “La Tiranía de la Igualdad” (Ediciones El Mercurio, 2015) critica lo que denomina “políticas públicas igualitaristas”, defendiendo a cambio aquellas otras que se oponen a la expansión del aparato público y los derechos sociales. El espectro del estatismo como instrumento para el miedo, cuando de lo que se trata es tender hacia un mayor equilibrio que permita, precisamente, evitar desnivelar la balanza tanto en una como en otra dirección. El ejercicio implica, sin embargo, un elemento clave que, en definitiva, se constituye en el principal obstáculo: disminuir, con sentido de decencia ética, los profundos desequilibrios existentes, requiere reducir las obscenas desigualdades sociales. Desconcentrar la riqueza. Fijar un límite a la propiedad. Terminar con el festín orgiástico que ha convertido al “país de todos” en el menú reservado de un grupo de comensales. Dejar de ganar tanto sin que eso signifique perder. Claro, en matemática financiera resulta un absurdo. Pero no hablo de números.
Larraín habla de trampas en el procedimiento para iniciar el proceso constituyente. Hablemos de trampas. Trampa es aprobar sin registros electorales una Constitución articulada de forma tal que no pueda ser cambiada. Trampa es empeñarse en que nuestro país siga siendo el único del mundo en mantener una Carta Magna elaborada en dictadura para permitir los mayores niveles de concentración de la riqueza, a través de mecanismos igualmente tramposos como son, entre otras prácticas, la evasión de impuestos, el pago de bajos sueldos a los trabajadores para obligarlos el endeudamiento, la apropiación forzada de gran parte de los ahorros de los jubilados. Trampa es elaborar un discurso falaz para el resguardo y mantención de un modelo económico extremo, con el pretexto que eso le da “estabilidad” a Chile, usando para ello el monopolio de los medios de comunicación. Eso es adoctrinamiento y propaganda, lo mismo de lo que se acusa a otros mediante otro principio comunicacional, como es el de la transposición. No caigamos en la trampa.
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depuman
Arturo, no se trata de igualar todo, se trata de que ese pretexto deje de servir como justificación para la aberrante desigualdad social que tenemos hoy en nuestro país. Se trata de emparejar la balanza de manera más equilibrada. No se trata de un discurso promotor de ideas de izquierda, se trata de sentido común, ese que se ha perdido y que hace creer a algunos que vivir en un modelo económico situado al otro extremo del estatismo -como es el neoliberalismo actual- es algo sano y normal.
MArcela
Totalmente de acuerdo, necesitamos mas artículos como este, objetivo,educativo. Los chilenos estamos cansados del abuso y la desigualdad. Mas tarde que temprano se abrirán las puertas de la igualdad y sera inevitable. La derecha insiste en diluir y prolongar algo que ya se viene. Un Chile más justo e igualitario
Jose Luis Silva Larrain
Disculpa Miguel pero ¿ No te parece ideologizada la postura e cambiar algo porque no te gusta quien lo hizo, en lugar de cambiarlo para hacerlo mejor? Nadie ha sido capaz de proponer una constitución que pueda defender como algo mejor que la actual, lo que se propone es simplemente eliminar la actual. La verdad nadie sabe como hacerla mejor. ¿Acaso hay algo mas ideologizado que eso? ¿Crees que hay un mejor futuro en una constitución hecha con esa premisa?
Por supuesto que las cosas debemos cambiarlas cuando hay algo que consideremos mejor. Además sabemos que casi todo lo que se hace por “fervor mayoritario” será considerado erróneo por las mayorías futuras porque siempre ha sido así, por lo tanto no hay que tomar una postura por ser mayoritaria sino porque es lo que consideramos mejor para el país. Obviamente si no tienes una constitución mejor debes que seguir con la que tienes, de lo contrario la trampa te la estas haciendo tu mismo, ya lo veras.
Saludos
depuman
José Luis, lo que me parece ideologizado es defender a brazo partido una Constitución diseñada y aprobada en dictadura, de manera tramposa como la que tenemos, que permite un modelo económico como el actual, generador de graves desigualdades. Creo muy necesaria una nueva Carta Fundamental con visión de sociedad, no de privilegios para un grupo en desmedro de la mayoría. Se supone que estamos en democracia; hagamos y tengamos entonces una Constitución democrática, con participación de las bases sociales, en lugar de una construida por algunos para intereses minoritarios.
jose luis silva larrain
Jose Miguel quizas yo podria hablar pestes de la constitucion actual por esas u otras razones pero yo no tengo una constitucion alternativa a la actual. Te pido que me muestres la alternativa que tu tienes eso es todo.
Saludos
jose luis silva larrain
Nose porque me dicen defensor acerrimo de la constitucion actual cuando digo simplesmente que es la única que podemos leer. Como se podria torpedear la constitucion que ustedes proponen si no siquierA existe?
Saludos
Anonimo
Buenos Días :
Solo Jose Luis Silva Larrain; puede preocuparse de la forma y no del fondo. La constitución se debe cambiar y adaptar a los nuevos tiempos – y hacer que la palabra Democracia tenga sentido, las trampas y candados que ella tiene; evitan la modernidad real del país.
jose luis silva larrain
Puedo pronunciarme en favor o en contra de una propuesta despues de leerla o no se puede?
servallas
En varios comentarios anteriores he expuesto mi pensamiento respecto a la propuesta de una nueva constitución, leyendo este artículo me queda claro una idea fundamental, este es un proyecto ideológico, no busca el bien común, sino que ganar terrenos en pos de un modelo de sociedad que es muy difícil de construir por medio de las urnas en la situación actual. Es cierto que nuestra constitución necesita actualizaciones, quizás modernización, la pregunta es entonces, porque no hacer mejoras, cirugías puntuales, grandes adecuaciones. Como bien expone al autor de esta columna el problema no es ese, es su supuesto nacimiento bastardo. Un ancestro mío decía, la derecha te esclaviza y la izquierda te mata, no te confíes de ellos, con el tiempo me he dado cuenta que ambos modos de pensar te matan, y en síntesis son excluyentes, he ahí el peso que adquiere destruir las obras del otro, esto se ve en el día a día hasta en el modesto municipio que cambia de alcalde, nunca suman, destruyen. El asunto es que parece que nadie se da cuenta que al crear una nueva constitución, todo se puede cuestionar, todo se puede volver a evaluar, nada es sólido, todo puede cambiar y lo que se haga es un asunto fundamental, los conceptos aplicados son verdades que la sociedad supuestamente asume y por lo tanto es la fuente de toda la legalidad, la nueva carta modificará leyes, reglamentos, políticas y hasta procedimientos, es un asunto serio y por lo que veo, será festín de los grupos de presión, y un cuánto hay de grupúsculos anárquicos, personas ciegas por construir un tipo de sociedad utópica y de su conveniencia, carente de realidad, y que sin la menor duda buscará homogeneizarnos, hacernos parte obligada de un gigantesco sistema colectivizador , las personas comunes y corrientes serán actores inconsciente de este juego, serán manipuladas o usada como decorado, y me parece que sólo despertaran de esta borrachera cuando les toque a la puerta un modo de vida que no encajará con lo que son, ni con lo que aspiran a ser.
depuman
Me llama la atención la defensa doctrinaria que se hace de esta Constitución actual, acusando de ideologización la propuesta de cambio. Paradójico. Parecen no comprender que la Carta Fundamental que nos rige es producto de una dictadura de extrema derecha, que impuso un modelo económico igualmente extremista situado en el polo opuesto del estatismo, como es la privatización de todo, o casi todo. Lo mismo, pero de otro color. Pero no hay conciencia de eso, se acepta como algo natural. Se ha normalizado vivir en una país donde los derechos sociales básicos, que fueron expropiados a los ciudadanos, ahora sean entregados «de vuelta» como negocio, y todo aquello que lo cuestione y hable de cambiarlo es motejado de izquierdista. La propaganda neoliberal ha sido devastadora.
servallas
Estimado José Miguel, no hay propuesta de cambio, lo que hay es humo, una cortina gruesa que nos impide saber que trae, que es en esencia, pero presumimos, como Ud. afirma, seguramente se basará en ideas opuestas a la que las generaron, es decir de izquierda, y no de cualquiera, no la democrática que ha colaborado en la construcción de la Europa de post-guerra, la otra, la dura, la que busca hacer del estado el padre, el hermano mayor, el cuidador de todo nosotros. Los derechos sociales básicos en Chile están garantizados, operan, el estado gasta todos los años cientos de miles de millones de pesos que aporta una economía que funciona para asegurarse que eso sea así, lo mismo que el derecho a elección , ese marco de derechos a dado como resultado que tengamos en gran parte de este tiempo gobiernos de pensamiento de izquierda, democráticos, aún cuando en este último período incorporan una facción que no lo es, hay alternancia, tolerancia, libertad de emprendimiento, los indicadores en todo tipo de materia nos sitúan muy arriba respecto a Latinoamérica, hay orden social en un mundo extremadamente convulsionado, quien no valora eso, quien no valora el enorme esfuerzo que ha hecho esta sociedad por intentar despegar a pesar de todas las ideas que intentan destruirla, en realidad no les importa el país, sólo les importan su mega proyectos, sus utopías, sus egos, por eso digo, y reafirmo, este es un proyecto ideológico no de bien común. Si realmente se quisiera mejorar esa carta para el bien de todos nosotros, se puede trabajar en propuestas para actualizarla y dar nuevo sentido, más humano quizás, más social quizás, más sostenible quizás, es decir que orienten nuestra constitución al siglo XXI, pero eso sería otro camino, otra la oferta al país.
depuman
Sergio, los gobiernos de izquierda luego de la caída del muro de Berlín y el triunfo del presente modelo global han ido siendo cada vez menos de izquierda. La expansión hegemónica de la doctrina económica actual ha abarcado cada vez más ámbitos, hasta transformarse en la ideología dominante. Por ello, hablar de izquierda actualmente para pretender referirse, en el ámbito local, a Bachelet, Lagos, Enrique Correa y varios más, es poco serio. La izquierda tradicional se ha neoliberalizado, varios de sus representantes históricos -al igual que sus pares de derecha- han recibido dineros privados a cambio de favores. La ética de mercado los ha teñido a todos del mismo color; el rojo furioso que algunos tratan de mantener latente como enemigo necesario para la justificación de los amarres establecidos se ha desteñido bastante. Luce más bien un tono rosa pálido.
Dices que «los indicadores en todo tipo de materia nos sitúan muy arriba respecto a Latinoamérica». Deduzco que te refieres a indicadores económicos, no sociales. Y claro, desde el punto de vista económico los números indican que en Chile hay plata. Y harta. Pero ese no es el punto. El punto es dónde va a parar esa plata. Otros indicadores, en materia social esta vez, dan pistas al respecto al situar a Chile también por sobre otros países no sólo de Latinoamérica, sino del mundo: somos el país con una de las brechas sociales más grandes del planeta, con niveles OCDE muy malos en salud, educación, los salarios mínimos más bajos, las tasas de endeudamiento más altas, los parlamentarios mejor pagados, etc. Es decir, un cuadro general que da cuenta de una pésima distribución de la riqueza bajo la lógica de la acumulación por desposesión. Cambiar eso, la doctrina neoliberal como expresión extrema del capitalismo para una sociedad con menos desigualdad, no es ideológico. Es de bien común, que es lo que se consigue teniendo una sociedad menos enferma de la que tenemos.
marcelli
“no pienses tanto en tus derechos, piensa más en tus deberes”. Qué más claro que esa frase.
Buen análisis, detallado y objetivo.
Arturo
Los clásicos experimentos constitucionalistas que creen poder igualar todo, han terminado, para arreglar la embarrada y las promesas, generando oligopolios y canjes obscuros para poder sostener el supuesto paraíso que pretenden generar.
Es muy propio de los promotores de izquierda el tratar de hacer creer a las personas que existe un sistema casi perfecto generador de infinita felicidad, que unos malvados no han querido que exista, pero ellos, los liberadores, entregarán a la ciudadanía….con ellos, por supuesto, a la cabeza. Generando, obviamente, una pequeña oligarquía, que busca siempre perpetuarse en el poder (con reelecciones amañadas, excepciones constitucionales, etc) con el pretexto de que así se puede reforzar el cambio que todos querían.