La paridad es una acción afirmativa que significa contar con un 50% de mujeres y 50% de hombres en los cargos de elección popular y en aquellos de toma de decisiones en el Estado.
Su puesta en ejecución implica una ruptura con la ciudadanía abstracta. Al hablar de ciudadanos nos remontamos en forma primaria a la lucha por los derechos civiles y políticos donde el derecho a voto de las mujeres fue alcanzado tardíamente al compararlo con el de los hombres. Aquí la idea es hacer referencia a la ciudadanía en forma amplia, a la ciudadanía activa, cómo el derecho a tener derechos, a decidir sobre el quehacer público, a fiscalizar y ejercer un control ciudadano frente a nuestras autoridades y también a tener el derecho de elegir y de ser elegidas. Y hoy las mujeres no contamos con esa garantía democrática. No somos las únicas, existen otros grupos excluidos. El tema es que nosotras somos la mitad de la población, la mitad de las electoras.
La dualidad del género humano es el cuestionamiento de la neutralidad del poder político, ya que es una neutralidad falsa, porque está garantizada por el monopolio masculino. La paridad no es un tema que debería interesarle solo a las mujeres, sino que a la sociedad toda, para estar justamente representada y avanzar en democracia.
Durante la campaña del año 2005, la entonces candidata Michelle Bachelet puso el tema de la paridad en la agenda pública y lo asumió como un compromiso de campaña. Al llegar al gobierno con voluntad política cumplió, a pesar que muchos repetían la típica frase “no va a encontrar mujeres para tantos cargos”, con dificultad y oposición de quienes no quieren dejar su espacio de poder, cumplió, y mantuvo aproximadamente una proporción 40/60 hasta el final de su mandato en puestos de confianza. Pidió más candidatas mujeres para las elecciones Municipales del año 2008 y para las parlamentarias del año 2009, pero su voz no tuvo la recepción deseada en los propios partidos de su coalición.
No pudo legislar esos cambios en la democracia en nuestro país a través de una ley de cuotas o instalar el tema de la democracia paritaria. Sin duda, haber contado con una presidenta fue un hecho significativo que marcó un paso de un cambio cultural en proceso en Chile. Sin embargo, no hubo institucionalización de las medidas necesarias para aumentar la participación de las mujeres en los puestos de poder, donde gracias a las diferencias de género hemos estado históricamente relegadas.
Con la elección del Presidente Piñera la paridad no fue tema. Eso también demuestra que perdimos la oportunidad de avanzar significativamente en el cambio cultural. Nunca quedó suficientemente instalado. Las mujeres volvimos a ocupar aproximadamente el 25% de los puestos de confianza que teníamos al inicio de los 2000.
La paridad no forma parte de una política populista o un gancho electoral utilizado por una candidata en un momento determinado. La paridad no puede salir de nuestra agenda pública. La paridad es parte de una lucha por más y mejor democracia. Hoy, cuando la ciudadanía cuestiona con fuerza nuestra institucionalidad política, los niveles de representatividad de nuestros representantes, es el momento de volver a instalar, junto con otros temas, con fuerza el tema de la democracia paritaria. ¿Desde dónde? Desde todos los espacios de representación, en las próximas elecciones municipales, en las próximas elecciones parlamentarias, en las elecciones en los sindicatos, en las elecciones en los partidos políticos en todas las instancias de representación. Tenemos el deber de mejorar esa representación y no excluir de ella al 50% de la población. No es una tarea fácil, luego de años de exclusión del poder, no se puede esperar tener candidatas que nazcan como las flores. Es un trabajo para el cual hay que formar, educar, entregar habilidades, herramientas, espacios, recursos económicos y sobre todo: mucha energía, porque es una larga lucha la de llegar al poder y luego la de ejercerlo.
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Foto: Manito – licor de mandarina / Licencia CC
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peon
En relación a:
«Aquí la idea es hacer referencia a la ciudadanía en forma amplia, a la ciudadanía activa, cómo el derecho a tener derechos, a decidir sobre el quehacer público, a fiscalizar y ejercer un control ciudadano frente a nuestras autoridades y también a tener el derecho de elegir y de ser elegidas. Y hoy las mujeres no contamos con esa garantía democrática. No somos las únicas, existen otros grupos excluidos.»
A mí me parece que todos los grupos sociales que involucran a los ciudadanos hoy están excluidos de … todo aquello, en resumen…
En cuanto a la «paridad», lo que fue la propuesta de la ex Presidenta Bachelet, me pareció arbitraria y antojadiza… Si así lo pensamos, tal vez una versión post aquella que sea más inclusiva aún de los grupos sociales en relación a su número, podríamos plantear que un mejor Gabinete debe tener, en relación a su % en la vida nacional, cierto número de integrantes que sean trabajadores, estudiantes, gay, matrimonios, niños, jubilados, inválidos, enfermos, etcétera… Supongo que la idea se entiende y que esta extrapolación de la situación que ella desarrolló en su Gabinete, permite mostrar que no hay necesidad de que un Gabinete se componga de 50% de mujeres y otro tanto de hombres, ya que lo que importa no es la mirada sexista que ella impuso, sino que lo que importa es la conformación de un Gabinete en orientación a sus logros, basado en la capacidad individual de sus componentes y en la propia capacidad de el Presidente y no en el sexo de sus integrantes…
Si tú crees que avanzamos con la exposición de Bachelet, yo pienso que retrocedimos a una era en la que se hace hincapié en cosas inútiles y no en las importantes, en discursos ideológicos como el sexista o el de un «Gobierno Ciudadano», mientras se cometen errores directos o por omisión que nos pasan las tremendas facturas, aunque no todos lo perciban… Ejemplos sobran…
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