Considero en extremo llamativo que a través de décadas de discusión y conflictos, bajo distintos gobiernos, en distintas etapas de nuestro proceso evolutivo como país, como sociedad y como región cono sur, no haya sido posible llegar a acuerdo.
Durante los días posteriores al fallo de La Haya por la delimitación marítima entre Perú y Chile se han abierto una serie de discusiones relacionada con la sentencia y las consecuencias de la misma. Se ha hablado mucho sobre cuáles fueron las ganancias y las pérdidas para cada bando, las responsabilidades de los gobiernos, el nuevo proceso de acomodación para la implementación de la sentencia, el desempeño de La Haya e incluso, si su actuación ha sido acorde a derecho – aspecto a mi juicio incuestionable en tanto su calidad como tribunal de justicia internacional.
Hoy quiero abrir el debate a dos aspectos menos patentes y que han pasado inadvertidos ante la opinión pública durante este torbellino de información, carente de visión de conjunto.
En primer lugar me refiero al dilema juicio v/s negociación precedente a lo que ha sido el actual dictamen. Muchas personas desconocen que antes de llegar a esta instancia existió una serie de discusiones e intentos de negociación que vienen a formar la antesala de nuestra situación actual y que se remontan por lo menos hace 50 años, y cuyo trajín no es objeto de este breve análisis. A modo de síntesis y con toda claridad podemos señalar que desde la guerra del Pacífico, Chile ha encontrado múltiples contiendas con otros países del cono sur que han tenido por objetivo limar las asperezas que en cuanto a límites, soberanía y uso económico han quedado en el tintero o simplemente no han sido objeto de interés en determinados momentos históricos.
Lo que no ha sido tan claro es cómo Chile llega a comparecer ante una instancia como el tribunal de La Haya. Lo más intrigante a mi juicio guarda relación con dos aspectos en particular. Por un lado, la incapacidad de ambos países para negociar un acuerdo sobre sus límites marítimos, y por otro, la valoración de un tribunal de justicia internacional como mejor método para resolver este tipo de conflictos. Considero en extremo llamativo que a través de décadas de discusión y conflictos, bajo distintos gobiernos, en distintas etapas de nuestro proceso evolutivo como país, como sociedad y como región cono sur, no haya sido posible llegar a acuerdo.
Sugiero como un aliciente importante a estas tensiones la dificultad para establecer una mesa de negociación en cuyo tablero se hayan considerado nuevas alternativas, nuevos intercambios y nuevos valores de interés para ambas partes. En negociación, al menos desde la perspectiva más actual, la premisa siempre es intentar la relación ganar – ganar, es decir, que todas las partes puedan considerarse ganadoras (en mayor o menor medida) y nunca perdedoras, puesto que esto graba necesariamente en una de las partes, intensificando o al menos perpetuando el conflicto.
El concepto es entonces “ampliar la torta” de negociación, es decir, ampliar los elementos o sus magnitudes –materiales o inmateriales- para el intercambio y no cristalizar a las partes en una posición férrea (como ha sido en este caso). Y bueno, para ello tienen que existir reales intensiones de negociar, de ganar y que los otros ganen, de fortalecerse en conjunto (a juicio del lector quedará dirimir sobre este asunto).
Por otro lado, debo agregar que la instancia de un tribunal de justicia cierra las posibilidades reales de negociación, ello porque el tribunal, en su potestad y conocimiento dirime lo que en justicia corresponderá a cada parte, negándose la posibilidad de ampliar la torta y sometiendo la relación entre las partes a una de tipo perder-ganar o incluso a una perder-perder, si este así lo requiere.
El segundo de los aspectos centrales que considero inadvertido guarda relación con los efectos que genera el fallo en relación a situaciones de conflicto entre países que hasta el momento se consideraban en una especie de status quo, que implica imperceptibilidad ante la opinión pública y estancamiento en las relaciones internacionales.
Sin duda existen diversos conflictos internacionales similares a lo sucedido entre Perú y Chile que han encontrado estancamiento en estados de equilibrio que no permiten la resolución, ni tampoco la inclinación de la balanza hacia ningún lado. La reciente sentencia de La Haya no es inocua en este tema, puesto que impulsa y remueve los cimientos de los diversos status quo previos, agregando nueva evidencia internacional que pueda ser usada como precedente ante intermediadores o tribunales internacionales. Estos no solo son usados como precedentes ante la jurisprudencia internacional, sino que son incentivos tanto para la política internacional como la nacional y dependerá de cada país la utilidad que en ellos vea y la probidad que para con ellos considere.
Lo que es ineludible es que este ha sido un remezón de buena proporción y en los próximos meses veremos debates relacionados con lo que ya se ha comentado. Sin ir más lejos, Bolivia considera ya inamovible su posición frente a la resolución del conflicto limítrofe con Chile a través del tribunal de La Haya, donde no han descartado el diálogo y posible negociación, sin perjuicio de que no desistirán en el uso de este instrumento en el que depositan su confianza y sus anhelos de justicia (en palabras de la Ministro).
El llamado es a atender estos aspectos y tomar nota de los efectos de anteponer tribunales e intermediadores a la resolución bilateral, la negociación y la integración del cono sur.
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Foto: Wikimedia Commons
Comentarios
05 de febrero
Existen una serie de instancias para que dos estados puedan resolver sus diferencias según consta en el Derecho Internacional, sin embargo, el Pacto de Bogotá obliga a los países miembros a ir a juicio en caso de conflicto, así lo hizo el Perú con Chile, quien se vio obligado a comparecer. Ahí está la limitación del Pacto de Bogotá, el cual anula toda posibilidad de negociación o de utilización de las diversas herramientas que proporciona el Derecho Internacional para resolver situaciones de conflicto entre dos estados. Por lo que el retirarse del Pacto de Bogotá no deja de ser una opción válida y de apertura de oportunidades en cuanto a negociaciones.
Por otra parte, Bolivia no tiene ninguna posibilidad de entablar un juicio contra Chile si es que nuestro país no lo acepta. Por lo que lo único que les queda es el diálogo y la negociación. Dejo dos documentos sobre este punto, saludos.
http://www.oas.org/dil/esp/a-42_objecion_chile_06-15-2011.pdf
http://www.oas.org/dil/esp/a-42_nota_389_chile_12-13-2011.pdf
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28 de febrero
Interesante Rubén.
A pesar de que existen tal como tu dices estas obligaciones, no podemos negar que la negociación y el lobby siempre existen.
Tal como señalaba, existiendo posibilidad de acuerdo, y disposición, la dinámica del conflicto puede encontrar otras vías, incluso en instancias tribunales como las mencionadas.
Creo indiscutible que la cuestión tiene que ver con el enfoque de gobierno y las prioridades en materia internacional.
Chile a través de este gobierno a priorizado ciertos temas y a supeditado otros – por convicción ideológica, conveniencia, etc. -.
No critico esto, pero sostengo que debemos mantener una política de diálogo e integración intertemporal con nuestros vecinos, mal que mal, siempre van a serlo.
Saludos, y gracias por tu comentario.
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