De no mediar un avance sorpresivo de Haddad que le permita pasar del 28% al 50%+1, el candidato de la defensa de la propiedad privada y del Estado Policial habrá ganado las elecciones que nunca antes habían parecido más un plebiscito entre Democracia y “Democracia Tutelada”.
No debería asombrar, el ascenso de una ideología a todas luces racista, clasista y ultraliberal tanto en Brasil como en Latinoamérica se da en el contexto geográfico del continente de la injusticia hecha política pública, la cual ha sido reconocido por tener élites políticas y económicas muy conservadoras, corporativistas dada su cercanía histórica y familiar a las corrientes más conservadoras de la Iglesia Católica, y con ello con una idea de sociedad bastante jerarquizada. El ejemplo es claro cuando se habla de Brasil: esclavitud que fue abolida por una monarquía agonizante, y que fue un acto detestado por los “representantes del ideal europeo y republicano”, aquellos mismos representantes tardaron aún más en crear la primera universidad en aquel país. Y por último una dictadura cívico militar, que se promovió como garante del Orden y de la gobernabilidad en 1964, años cuando la derecha política y social veía como políticamente era derrotada y las políticas sociales de Goulart parecían a la Gran Burguesía una amenaza al orden. Como ha sido la tónica en las dictaduras latinoamericanas, la protección de la Propiedad Privada por sobre la vida y los derechos de los trabajadores los llamó a la acción.
Si bien en las últimas tres décadas, y hasta hace poco, la idea de un levantamiento militar y una consiguiente dictadura parecía el sueño de un derechista olvidado y nostálgico, Bolsonaro, sus hijos y sus simpatizantes han mostrado que ese deseo de imponer el “Orden y Progreso” por la “Razón o la Fuerza” está presente como una pulsión cíclica de las mismas élites económicas.
El amor profesado al ejercicio del poder por parte de estos hace evidente lo que para una gran parte del liberalismo tozudo no lo es: el “bolsonarismo” latinoamericano tiene una idea de sociedad, y por lo tanto de Estado, que el más fascista seguidor de Mussolini podría encantarle, y por ello pensar en un cordon sanitaire a la francesa es ingenuidad pura. La tozudez del liberalismo latinoamericano, que radica en creer que el Fascismo es una doctrina establecida cual Derecho Canónico permite pasar por alto el hecho de que con la privatización de las empresas del Estado, la posibilidad de un accountability horizontal, de evitar el clientelismo político, de evitar la cartelización de la economía y peor, el resurgimiento de aquel Estado Mafioso, copia comédica del Estado imperial romano, se desvanecen. Sumado al corporativismo latente en la sociedad latinoamericana, promovida por los medios de comunicación tradicionales y hegemónicos, la misma derecha y naturalizada muchas veces en el discurso de una izquierda abocada a cambios estéticos, un “Régimen Burocrático Autoritario 2.0” es práctica y discursivamente posible.No debería asombrar, el ascenso de una ideología a todas luces racista, clasista y ultraliberal tanto en Brasil como en Latinoamérica se da en el contexto geográfico del continente de la injusticia hecha política pública
Este refrito del Estado Burocrático Autoritario de los 60 y 70, dada la crisis del Estados nacionales se entiende justificado en delegar en privados potestades y atribuciones que en los regímenes autoritarios de los 30 eran desarrolladas y ejercidas por departamentos estatales, dirigidas por miembros ya sea del Partido Único, de civiles en los ministerios, representantes o delegados de los Grandes Propietarios. Se sienten justificados ya que la idea integralista de la sociedad sigue completamente viva en el discurso político bolsonarista y de la cual beben los agentes de poder, las iglesias pentecostales y el catolicismo tradicionalista: la sociedad como un todo orgánico, ahora en el contexto de relaciones sociales en un capitalismo posguerra fría.
Si la Dictadura brasileña administró un régimen burocrático autoritario, con un Presidente electo indirectamente por un Poder Legislativo compuesto desde un montaje de democracia por un partido que ganaba (justamente el del agrado de la elite economica) y otro que perdía, para aparentar “pluralidad” y un Poder Judicial inclinado a un cierto republicanismo no democrático (romano, dirán algunos) y los movimientos sociales y territoriales estaban fuertemente intervenidos, lo dicho por un general brasileño cercano a Bolsonaro a un medio argentino no hace más que confirmar a Guillermo O’Donnell cuando enunciaba las antecedentes de la génesis del Estado Burocrático Autoritario:
-Bolsonaro si tiene como base social y electoral a la Gran Burguesía.
-Su discurso económico indica que buscará la profundización de las políticas económicas y de la economía política de estos dos años de gobierno centrista liberal de Temer, lo que es retroalimentado con la re-subordinación del sector popular.
-Busca la exclusión política.
-Ha dirigido su discurso de odio a lo popular, a lo afrobrasileño y a la organización popular, dejando ver un interés en la supresión de la ciudadanía y de lo popular.
-Su discurso ruralista incluye la entrada de subsidios para la explotación del Amazonas y el relajamiento de los limites de la quema para el ganado y la agricultura, excluyendo con ello a los Pueblos Indigenas, a los Movimientos Sociales de campesinos, etc.
-La despolitización de los servicios sociales, proclamando la racionalidad técnica y la “cultura del trabajo”, no hace más que dirigir la fuerza coercitiva hacia quienes promueven y defienden la Justicia Social y la Solidaridad de lo popular. El lema decimonónico del trabajo, y solo el trabajo permite salir adelante, olvida décadas de lucha sindical y popular contra la explotación laboral y la desigualdad basada en criterios cuasi-sociodarwinistas.
Todo ello permite advertir el llamado de atención que viene desde la historia latinoamericana, aún por sobre la europea. El Estado Burocrático Autoritario no nace porque sí, y menos viene “por la corrupción de la izquierda” como se ha intentado disfrazar el voluntarismo de los líderes de la versión criolla del alt right, sino que es una pulsión muy arraigada en la cultura de las élites latinoamericanas, que hoy gracias a los cultores de los análisis basados exclusivamente en el Big and Thin Data de escritorio, al integralismo maniqueo de las iglesias católicas, pentecostales y de los conservadores que cercena la Conversación Pública en pos de una discusión que no tense las relaciones sociales, a un autocomplaciente liberalismo que, cuales Tales de Mileto, miran al Reino Unido, Canadá, Australia, EEUU (es decir, al Espacio cultural Anglo) para caer en el pozo del corporativismo latinoamericano, y a una izquierda narcisista que se ama más a sí misma que al pueblo que dicen defender, parecen estar abriendo la cancha para que jueguen libremente los administradores del “Orden y Progreso”.
Comentarios
28 de octubre
Se olvida de la nefasta influencia de Maduro en america latina, la gente prefiere estos mesias porque les horroriza las dictaduras de izquierda, las que una vez que se toman el poder no se van más, y cuando llegan a caer no son juzgados como las dictaduras de derecha. La izquierda democratica ha sido dubitativa, tibia, a la hora de pronunciarse sobre Nicaragua, Cuba y otros . Por otra parte, no conoce Ud. la realidad brasileña, no es la influencia de la iglesia catolica, son los evangélicos, a quienes el pensamiento progre les causa todo tipo reacciones negativas, las mismas que sufre el progre frente al evangelico, son antagónicos. Finalmente no caiga en la trampa de asumir que esta al lado de los buenos, de los dueños de la moral y la ética, estas son realidades complejas.
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29 de octubre
El proceso de implantación de un «Estado Burocrático Autoritario 2.0» que señalo no nació en 2013 con la elección de Maduro, menos surgió en 1959 con el triunfo de la Revolución cubana. Es un proceso que se da hoy, en la actualidad. No solo en Latinoamerica, puedes ver a Erdogan, Putin, Modi, Abe, Trump, Salvini, Duque, Piñera, Macri, Duterte o Netanyahu. ¿Acaso su derechización también es «por culpa de Maduro»? Quizás Mussolini fue «por culpa de los rojos», quizás la fascistización de Europa en los 30 fue por los «rojos», y no por el agotamiento de un sistema excluyente y atomizador y que retrotrajo a la sociedad a un miedo cuasi-tribal. Quién sabe.
Lo que tampoco sé es que a pito de qué dices que debo conocer la realidad de Brasil para hablar del país, porque tú me hablas de que no son los católicos los que le dan el triunfo a Bolsonaro. Quizás no fui claro, pero la impronta corporativista latinoamericana es de raíz católica, de sumisión al orden (colectivo), ultramoralista y de respeto a las jerarquías al modo eclesiástico. Y claramente no están reaccionando a «lo progre», sino al desastre provocado por el mismo neoliberalismo, lo que ha hecho que, p.e., los turcos hayan ido a los brazos de Erdogan, un tipo más cercano a un sultán otomano que a un heredero de Atatürk.
Y por cierto, los que se creen dueños de la moral son justamente los que celebran el triunfo de Bolsonaro. Ellos tienen todas las respuestas, es cosa de oír(te). Deberían leer más a O’Donnell que a Bannon.