El menor dinamismo de la economía está incidiendo en la caída de la popularidad del gobierno, a lo que también ha contribuido la seguidilla de errores políticos presidenciales y ministeriales de diversa magnitud. La decepción con el gobierno -no solo en el mercado sino también en la opinión pública- se ha acelerado de manera casi exponencial. Los actuales indicadores económicos contrastan con las expectativas creadas con la llegada de la derecha al gobierno en tan corto lapso de tiempo.
Pasado un año y meses y ante la evidencia de que los problemas económicos en Chile siguen y en especial el alza del costo de la vida y las precariedades en el empleo, las personas culparon rápidamente a quien prometió, antes de tiempo, las soluciones mágicas. Incluso miembros de Chile Vamos cuestionan la falta de efectividad en los temas que supuestamente Piñera iba a resolver, verbigracia la delincuencia. Ante el fatal tiroteo en Puente Alto que dejó cinco personas fallecidas, el Alcalde Germán Codina (RN), expresó «la situación es trágica y demuestra que se está perdiendo la batalla contra la delincuencia. Eso hay que reconocerlo».
Las cifras económicas revelan un congelamiento de las expectativas respecto a lo prometido por la administración Piñera. Este punto va ligado al sinceramiento de la proyección de crecimiento económico para este año, ahora rebajado al 3% por el propio Presidente Sebastián Piñera, y el desempleo que sube hasta el 8,4% en el Gran Santiago, el mayor nivel desde marzo de 2016, como lo sostienen las cifras de la Universidad de Chile. La morosidad de las personas es 12% mayor que el 2018 (más de 4,5 millones de chilenos están morosos).
La gente creyó la promesa de crecimiento económico y está viendo que ese discurso era una promesa falaz propia de un manual publicitario para engañar a moros y cristianos para ganar las elecciones. Ahora ni la parafernalia comunicacional ha logrado eclipsar la promesa nonata de los “tiempos mejores”. Incluso el gran empresariado pone en duda la creación de 340 mil empleos prometido en el proyecto de reducción de la jornada laboral a 41 horas semanales presentado por el gobierno con el objetivo de contener la ofensiva liderada por Camila Vallejo.
Todo eso ha impactado en la aprobación de la gestión y la popularidad del gobierno. El populismo de ofrecer inicialmente el espejismo de los “tiempos mejores” como el maná, pero poco después, paradojalmente, es la realidad dura de la economía y la inseguridad son los ingredientes que actúan como un boomerang en la desaprobación del gobierno.
A pesar de sus esfuerzos comunicacionales, la falta de empleo, la seguridad ciudadana, una economía estancada y las alzas de los servicios básicos, se han transformado en la pesadilla de la administración de Piñera. El problema con este tipo de marketing político es que no refleja la realidad del país. Y los ciudadanos son conscientes de ello. Existe una amplia percepción entre los sectores mayoritarios de la población de que la situación en la que viven no coincide con el discurso y los eslóganes del gobierno.
La visión excesivamente optimista del país que entrega periódicamente Piñera contrasta con la realidad de una enorme crisis social existente y con la percepción ciudadana de ella. El discurso del gobierno sigue los cánones de la ortodoxia de marketing político: dar una visión optimista del estado del país, presentando a Chile como un modelo de modernidad, con una creciente movilidad social y una economía con mayor crecimiento entre las economías de América Latina. El discurso intenta estimular lo que algunos ideólogos de derecha llaman “orgullo patriótico”.
El Presidente prefiere el marketing desplazándose a los matinales, la política al servicio de las encuestas y los golpes de efecto para desviar la atención de los fiascos made en La Moneda. La actitud no tiene que ver solamente con reforzar las medidas del gobierno, sino también cubrir sus propios reveses y descaminadas políticas en educación, pensiones y reintegración tributaria -medida que significará que los dueños de las empresas rebajen de sus impuestos personales lo que ya haya sido tributado por aquellas- La idea de que bajos impuestos promueven la actividad económica es falaz y solo profundiza las desigualdades y las diferencias astronómicas en los ingresos entre las personas.
A pesar de sus esfuerzos comunicacionales, la falta de empleo, la seguridad ciudadana, una economía estancada y las alzas de los servicios básicos, se han transformado en la pesadilla de la administración de Piñera.
La manipulación política que ejerce el gobierno la ha transformado de bacteria a virus político, con un efecto propagador que produce daños que van desde la economía hasta la desconfianza institucional. El tono bronco del discurso del gobierno pone en duda que la prudencia vaya a presidir las actuaciones de este gobierno en lo que le resta de tiempo. Al contrario, la actitud de cubrir sus propios reveses con la desinformación y cabalgando en la ola del populismo e incorporando la descalificación como método habitual, corre el riesgo de instalarse en la desmesura de la mano de la vocera de gobierno Cecilia Pérez.
Los placebos de estímulo para el crecimiento económico no han funcionado, lo que desespera a sus propios partidarios y a los empresarios, agudiza los problemas estructurales de una economía que se está parando y deteriora la confianza en el sistema político. La ceremonia de la confusión con la que los partidos de Chile Vamos tratan de disimular su preocupación, al profundizarse la sensación de insatisfacción y la pérdida de credibilidad del gobierno se erosiona a niveles inimaginables hace un año atrás, es demasiado obvia.
El gobierno ha optado por culpabilizar a otros de su propia incompetencia. El objetivo es crear escenarios comunicacionales de trasladar las falencias de su gestión a terceros a través de la desinformación y la creación de climas crispados con el resto de las instituciones del Estado y la oposición, lo que hace temer que el Ejecutivo ha elegido -para contrarrestar su impopularidad- el camino del desprecio por la verdad y las frases hechas de escasa hondura, ni tampoco contar con otras instituciones que por su experiencia, conocimiento y bagaje técnico puedan aportar a resolver los problemas estructurales que afectan al país.
Las enseñanzas de las PASO en Argentina es que el no cumplimiento de las promesas hechas y las expectativas generadas, antes y después de ser electo un gobierno, acarrea un costo político-electoral que se traduce en la desafección ante el electorado.
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