Nuestra clase política ha recibido el golpe más duro desde el súbito quiebre a la democracia en 1973. Hemos tenido vida democrática continua 25 años ya y hemos ido madurando poco a poco sobre lo que eso realmente significa. Desde la democracia vigilada con Pinochet aún vivo e inmiscuido en nuestra vida cívica hasta el primer gobierno de derecha con la elección de Sebastián Piñera.
Nuestro quehacer cotidiano terminó girando en torno a una institucionalidad a la cual veíamos como un rayado de cancha casi pétreo y sin chances de cambios profundos. Todo hasta el movimiento estudiantil del 2011 y el uso de las redes sociales como un instrumento más complejo y poderoso que un simple chat y álbum fotográfico virtual.El empoderamiento ciudadano trajo consigo un sentimiento de pertenencia de la democracia, dejando atrás la conducta tan bien personificada por el chino Ríos del “no estoy ni ahí”. Nos dimos cuenta de que teníamos voz y fuerza suficiente para cambiar agendas y generar opinión pública.
El empoderamiento ciudadano trajo consigo un sentimiento de pertenencia de la democracia, dejando atrás la conducta tan bien personificada por el chino Ríos del “no estoy ni ahí”. Nos dimos cuenta de que teníamos voz y fuerza suficiente para cambiar agendas y generar opinión pública.
La clase política sin embargo siguió con su rutina de siempre, convencidos de que solo somos simples corderos que en rebaño vamos a votar para otorgarle poder a los que ellos designan como nuestros dignos representantes. El cómo conseguían los fondos para llenarnos de propaganda, visitas barriales, actos y fiestas no era asunto nuestro. Además, y dada la modorra del periodismo investigativo que solo a cuentagotas destapaba irregularidades, los hizo caer en una desidia por la opinión ciudadana.
La investigación sobre el fraude al FUT abrió una caja de pandora que parece no tener fondo pues es iluso pensar que solo la UDI tiene su financista empresarial en base a delitos tributarios. Puede que otros tengan mecanismos menos burdos que boletear servicios no prestados pero, dada la danza de millones que requiere una campaña ganadora, los aportes reservados y públicos eran a todas luces insuficientes para conseguir el tan ansiado escaño.
No hay que caer en el simplismo de calificar a toda la clase política de corrupta pues tenemos ejemplos de honradez y profesionalismo en el Congreso, casi siempre alejados de los micrófonos, pero no por ello hay que dejar de alzar nuestra voz para hacerles ver que deben ser ellos los primeros en respetar las leyes que crean para ser respetadas por nosotros.
Comentarios
27 de febrero
Mmm… Podemos tener voz, pero, no está institucionalizada… Además, rayamos votos y si no lo hacemos nosotros, otros lo harán. Siempre habrá quiénes. Hijos, amigos, conocidos de postulantes, de partidarios del partido y de la pichanga…
Nuestra ciudadanía necesita una Cámara Ciudadana Digital para tejer el entramado de sus objetivos y planificar el acceso al poder, sin pretender usurparlo o adueñarse del país como si fuera una fuerza contraria a la política o a la económica…
Simplemente necesitamos tocar nuestros sistemas con inteligencia y sabiduría colectiva y eso sería suficiente para corregir lo más importante que no está funcionando bien… Lo demás, sería por añadidura…
+1
28 de febrero
Lo más parecido a lo que planteas, y que tendría peso para empoderarnos de mejor manera, es una Asamblea Constituyente que redacte una nueva Constitución acorde con los nuevos tiempos que estamos viviendo (plebiscitos vinculantes por ejemplo). La clase política ya enquistada en el poder no le dará atribuciones «a la masa» porque le tiene miedo a sentirse baypaseados y prescindibles