Desde muy niñe comencé a identificarme con el género femenino, me sentía muy tranquila y feliz, todo se daba de una forma natural; no obstante, la estrictez de mi padre acabó ese maravilloso vivir soñando y desde ese momento, comenzaron profundos cuestionamientos, crecí con muchos traumas psicológicos debido a ese período de negación; sólo de adulta y dándome un tiempo de tener una segunda oportunidad, he logrado conciliar una vida en camino a ser feliz.
En una conferencia organizada por la organización ATA-Trans de Andalucía; Juan Gavilán, escritor, filósofo y antropólogo menciona: «He tenido la suerte de conocer a niños antes y después del tránsito social, y cambian totalmente. Hasta los músculos de la cara se relajan dando paso a una expresión de serenidad, os puedo asegurar que en las más de 600 familias que conozco no se ha dado ni un solo caso de reversión. La identidad sexual es tan fuerte como los marcadores biológicos del sexo» .Hoy ya con 40 años, he podido rehacer mi vida en algunos aspectos; pero, debo reconocer que ser niñe trans es difícil y más aún frente a la actitud del discurso biomédico y social, que niega esta realidad
Hoy ya con 40 años, he podido rehacer mi vida en algunos aspectos; pero, debo reconocer que ser niñe trans es difícil y más aún frente a la actitud del discurso biomédico y social, que niega esta realidad o que pone numerosas dificultades a los menores que se reconocen transexuales, se vuelve una situación compleja y que transciende de un aspecto sólo psicológico.
Juan Gavilán; propone un cambio radical para abordar la transexualidad infantil; con un enfoque diferente desde la interpretación, el conocimiento y la intervención que ha de ser de carácter biopsicosociocultural; en donde los pilares fundamentales son la aceptación en el seno de la familia y la aceptación del entorno social.
Con respecto a esto; son incuestionables los principios que declara la Convencion de los Derechos del Niño; al reconocer el principio de igualdad y no discriminación, el interés superior del niño por sobre las decisiones de instituciones públicas o privadas, el derecho a la identidad, el respeto del principio de autonomía progresiva con respecto a expresar sus opiniones y el derecho a ser escuchados; por lo que es innegable, el hecho que sólo los niñes trans tienen la capacidad para tomar decisiones fundamentales en su vida, ninguna persona o institución tiene el derecho a reprimir, corregir, castigar o modificar la visión subjetiva respecto de su identidad. Cualquier intervención que no respete su auténtica identidad debe considerarse una agresión que atenta contra los derechos básicos de la infancia, dado que la identidad de género no corresponde a una proclividad, tendencia o deseo; simplemente responde a una necesidad del ser.
El desconocimiento voluntario o involuntario de esta realidad, causa profundas heridas en la infancia y adolescencia, los estudiantes transgénero tienen las tasas más altas de deserción escolar.
Por lo tanto y en conclusión; colegios y familia constituyen la primera fase social, donde se debe educar en torno a los conceptos de la diversidad, disponer de un profesorado capacitado para atender de manera humana las necesidades de los niñes trans y su familia; contar con protocolos contra el odio, la discriminación y contra el acoso escolar; con especial énfasis en fomentar el uso de lenguajes inclusivos y no sexistas; en esta primera etapa, es donde se debe velar por la promoción de la igualdad entre géneros, incluyendo la transexualidad.
Los niñes trans necesitan sentirse apoyados y educados de manera abierta para poder encontrar, aclarar y consolidad su identidad; considerando que si hay disforia de género o malestar es porque los motivos están en el entorno y no en ellos, por lo que la inclusión de la infancia trans en la Ley de Identidad de Género es fundamental en este proceso social.
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