Es difícil encontrar en nuestra historia un momento parecido al que vivimos el 13 de octubre, cuando culminaron las operaciones de rescate de los 33 mineros de Atacama. Ese día, la emoción y el orgullo se extendieron por todo el territorio. Era explicable. Estábamos celebrando el triunfo de la vida, de la solidaridad, del esfuerzo mancomunado, de la eficiencia técnica, de la unión nacional por encima de credos y banderías. Y con los ojos del mundo puestos en Chile.
Recién se van decantando los múltiples aspectos de una experiencia que dejará una huella profunda en la sociedad chilena y, a lo mejor, en la manera en que nos vemos a nosotros mismos. Lo que pudo ser una enorme tragedia se convirtió en una gesta nacional. Debemos tratar de sacar las mejores enseñanzas posibles de lo ocurrido. Ojalá todo esto favorezca los esfuerzos por tener un país más justo.
¿Qué hubo desbordes mediáticos? Sin duda. ¿Que el Presidente y algunos ministros figuraron más de la cuenta? Está muy claro. ¿Que ha habido aprovechamiento político? Salta a la vista. Pero todo eso es secundario al lado del valor humano del rescate y del hecho de que el país salió airoso de una prueba muy compleja.
“Todos se agarraron de la mina”, afirmó The Clinic en su portada del 14 de octubre, el mismo día en que los sentimientos predominantes en el país eran la alegría y la fraternidad.
Es muy fuerte entre nosotros la tendencia a confundir el espíritu crítico con el escepticismo y la sorna. Es la idea de que el vaso está irremediablemente casi vacío y no tiene ninguna posibilidad de ser llenado. Quienes miran así las cosas, suelen juzgar duramente a los demás, sin correr riesgo alguno y casi seguros de que nadie les pedirá cuentas por su propio aporte al mejoramiento de las cosas.
Mientras tanto, el diario español El País afirmó el jueves 14: “Los chilenos han superado con creces el desafío, confirmando de nuevo que sus instituciones son sólidas y competentes sus profesionales que, en las múltiples tareas que surgieron día a día, pusieron por delante siempre el objetivo nacional y nunca sus propios intereses (…) La solidaridad ha sido el carburante para superar un reto que se les podía haber ido fácilmente de las manos. Chile ha dado ejemplo, no sólo a sus vecinos, sino al mundo entero: el rescate se produjo antes de lo previsto y se pusieron en marcha hasta tres estrategias para garantizar la vida de los mineros”.
El mismo día, The Guardian, de Londres, sostuvo: “El rescate fue una maravillosa demostración colectiva de espíritu humano, donde todos estuvieron involucrados en los épicos acontecimientos en el desierto chileno (…) Los ingenieros chilenos diseñaron la salida del rescate y resolvieron correctamente todos los problemas” para sacar a los hombres. Los equipos de rescatistas parecían haber pensado en todo, como haber traído el mejor y más seguro cable alemán para bajar y subir la cápsula Fénix”.
En su editorial del viernes 15, The Washington Post dijo: “El exitoso rescate de los 33 mineros es una muestra de los logros que Chile viene cosechando como el país más libre de América Latina en los últimos 20 años, un hecho que no siempre se reconoce lo suficiente”. Enseguida, el diario estadounidense destacó que Chile ha crecido el doble de rápido que Brasil, convirtiéndose en una nación mucho más rica y competitiva, que ha hecho un trabajo mucho mejor de reducción de la pobreza que Venezuela y que ha afianzado una democracia que ha permitido tener gobiernos pragmáticos y efectivos, además de una robusta prensa libre.
No es poco decir. Apresurémonos a precisar, para no ser mal interpretados, que debemos mantener el sentido de las proporciones, que tenemos enormes tareas pendientes, que debemos hacer mucho más para que la igualdad de oportunidades sea una realidad. Pero partamos por reconocer el terreno que pisamos.
Alguna gente identificada con la izquierda y la centroizquierda tiende a desvalorizar lo logrado por Chile (comparado quizás con un espejismo lejano), pero lo concreto es que el país ha mejorado notablemente en los últimos 20 años gracias a la confluencia virtuosa de varios factores, entre ellos, la consolidación del Estado de derecho y la paz interna; el afianzamiento del régimen de libertades; el consenso político para asegurar la gobernabilidad; el compromiso con la cultura de los derechos humanos; las reglas claras para la economía de mercado y estímulo a la inversión; la conducción fiscal responsable; la reducción sustancial de la pobreza; la extensión de los derechos ciudadanos; el inédito crecimiento de nuestro comercio exterior; las políticas públicas de protección social; etc.
Tenemos una base firme para seguir progresando. Es de esperar que no se frustren las posibilidades de avanzar hacia el desarrollo. Eso plantea grandes exigencias a las fuerzas políticas tanto del gobierno como de la oposición. El reto es hacer política en grande, buscando los acuerdos que permitan avanzar en salud, educación, seguridad laboral, etc. Los ciudadanos premiarán a quienes se esfuercen por hacer prevalecer el interés colectivo. Y castigarán la mezquindad.
La obsesión contra Piñera es muy fuerte en algunas personas. Tienen, por supuesto, todo el derecho a criticarlo por esto o aquello. Pero si convierten en principio rector el afán de estar siempre en la vereda opuesta a la que él ocupa, pueden tropezar y caer. “Aunque (él) tenga la razón, prefiero estar equivocado”,proclamó un columnista del Quinto Poder. No es una alternativa novedosa. Ya otros han exaltado, a través de la historia, el supuesto valor de la irracionalidad.
Reconocer los méritos del adversario cuesta tanto como reconocer los errores de uno mismo. Las fobias pueden tapar el bosque.
Nadie discute que los mineros rescatados son distintos de los que entraron a la mina el 5 de agosto. Nada será igual para ellos y sus familias. Lo mismo puede decirse de todos los que participaron en la operación de rescate. No hay que descartar incluso que lo vivido influya también en la forma de actuar del propio Piñera y sus ministros de ahora en adelante. El país demanda sobriedad, rigor y sentido nacional. Esto vale igualmente para los líderes de la Concertación. Ojalá aprovechemos esta oportunidad abierta por la resistencia y el coraje de los mineros, y por el sentido del deber y la eficiencia de quienes los rescataron y los trajeron de vuelta a la vida.
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