El pasado 3 de julio, la Sala del Senado votó por unanimidad la Ley Derecho al Tiempo en su primer trámite. Iniciativa que permite que no exista prescripción alguna para los delitos de abuso sexual contra niñas niños y adolescentes. Una gran noticia en lo general, ya que la idea de un país unido transversalmente en torno a esta lucha por una justicia que no existe es un gran paso.
Evidentemente es una ley que pretende hacer un cambio radical, no solo en los tiempos de denuncia sino también en el paradigma de credibilidad de cada víctima. Existen complejos recovecos legales a los cuales enfrentarse, ya que, al parecer en Chile, nos hemos preocupado más como sociedad de la igualdad ante la ley, que claramente favorece al acusado, por sobre las víctimas. Es decir, dudar de la víctima hasta que compruebe su condición.
La idea de la imprescriptibilidad y que la ley sea retroactiva, ha subido al cuadrilátero a dos viejos púgiles: La letra de la ley y el espíritu de ella.
Unos pocos jueces y abogados han puesto en tela de juicio la ley en su visión de imprescriptible y retroactiva. La viabilidad de una ley que tanto en la Corte suprema como en el Tribunal Constitucional se encontraría con reparos, porque es una pieza de rompecabezas que no se ajustaría al intrincado tablero penal de Chile, según exponen. Por otro lado está una sociedad completa que, junto a muchos abogados, está librando una batalla por darle forma a esa pieza de puzzle. Para explicar que la ley, mucho más allá de ser letra, tiene el fin de dar una voz a quienes nunca han tenido la posibilidad de denunciar. A quienes nunca han sido escuchados.Mi caso está prescrito, el trauma no. Duele ver como hace tres días cumplí 37 años y aún no puedo re hacer mi vida. Un día antes de estar de cumpleaños decidí escribir este testimonio a modo de justicia, la única que puedo prodigarme.
Es verdad que las personas no pueden estar por sobre la ley, más allá de las señales que ha dado la justicia en Chile en este último tiempo que, al menos, pone en tela de juicio esa regla de equidad. Pero nos atenemos a esa regla, ya que como ciudadanos seguimos pensando que eso es un principio fundamental de aquella figura cegada con un trapo, una balanza y una espada en sus mano.
Lo que es justo también exponer, es que la ley no puede estar por sobre la justicia. No puede ser la ley la piedra que dificulté el camino de la justicia. Una sociedad completa, incluyendo a quienes ponen sus voces de dudas, tiene hijas, hijos, sobrinas, sobrinos, nietas, nietos y en sus caras pueden ver que la ley Derecho Al Tiempo es un paso fundamental del país para decir “aquí en Chile la niñez se protege siempre”. Que los niños no son solo las caras de una publicidad, sino una meta para una sociedad que los protege.
Me pregunto cómo podría un Tribunal Constitucional dejar sin espíritu a una ley que solo busca justicia. Una ley que nace desde un sector político pero que se le da suma urgencia en un gobierno de sus oponentes. No puede ser difícil un acuerdo nacional en el que toda la sociedad está a favor. Es una ley que ha pasado tres instancias en lo general y ha sido aprobada unánimemente por quienes representan a este país. Es una ley que, sin mucho esfuerzo, juntó miles de firmas de quienes pensamos que no existe espacio para las víctimas de abuso sexual infantil. La ley actual, en contraposición al mecanismo como operan estos abusos en la mente de las víctimas, no las protege. Recordemos que por cada sobreviviente de abuso sexual infantil que no puede denunciar, hay un abusador libre. Un abusador impune.
Esta columna solicita modestamente que la sociedad se una en forma positiva a proponer ideas para que ley Derecho Al Tiempo sea una solución al silencio de los inocentes. Que a quienes ven un pero, también sumen una solución y no solo se encojan de hombros. Ya sabemos que hay dificultades pero también sabemos, con mucha convicción, que es una puerta que debe ser abierta desde la sociedad civil pero más aún desde orgánica de Chile.
El ejecutivo dio luz verde a la imprescriptibilidad y esperamos que el legislativo y judicial pueda también dejar a todas las víctimas con voz. Que más allá de la letra de la ley, que es importante, le demos espacio a su espíritu que es la justicia. Al espíritu de una ley que no debe acomodar su forma al puzzle penal, sino ser el eje a la protección contra el terrible crimen de la tortura a una niña niño adolescente y condenarlos a una vida de enfermedades y en el peor de los casos, la muerte. La muerte lenta. Al espíritu de una sociedad que hace años está pidiendo en la ley una protección a las víctimas por sobre el victimario. Al espíritu de un país que quiere unánimemente dar una solución a terribles vivencias, como el de María Fernanda, leído por Vinka Jackson en Comisión de Constitución del Senado:
“… mi primer recuerdo de infancia es el azote de un papá enfurecido porque yo lloraba y no quería dormir con él. La pieza donde dormíamos no tenía más de tres metros cuadrados sin embargo mi mamá nunca vio ni escuchó nada. Tenía no más de 3 años y eso definió todo. Hasta los 12 años fui abusada en incontables ocasiones por él y por otros, … muchos otros.
El haber vivido abuso sexual desde mi infancia temprana me predispuso a normalizar mi situación y a ser víctima una y otra vez, hasta mi primera regla, el 10 de enero de 1994. (…) Entre mis 15 y 16 años, mi padre, mi abusador, comenzó a involucrar a dos de mis hermanos menores, de 3 y 8 años, respectivamente, sujetándome y diciéndoles, a modo de juego, que toquetearan mi cuerpo. (…) Y mi mamá nunca vio ni escuchó nada.
No disfruté mi infancia, mi adolescencia ni mi juventud. Nunca fui a una fiesta. Nunca tuve pololo, ni lo he tenido. Mis primeros amigos y salidas son de mis años de universidad. Nunca tuve intimidad y no sé si la tendré. Nunca tuve vida. Las secuelas del abuso en mi vida van desde la ideación hasta el intento de suicidio pasando por fibromalgia, stress pos traumático, dispareunia, dolor genital persistente o recurrente, crisis de pánico, fobia social aversión al contacto sexual, depresión aguda.
Mi caso está prescrito; el trauma, no. Duele ver como hace 3 días cumplí 37 años y aún no puedo rehacer mi vida. Un día antes de mi cumpleaños decidí escribir este testimonio, a modo de justicia, la única que puedo prodigarme (…) Si el día de mañana se abre una ventana para denunciar casos prescritos, lo voy hacer porque merezco reparación (…), porque me robaron la mitad de mi vida con actos violentos, y la otra mitad, con un dolor atorado en mi cuerpo. Porque la ley protege al victimario y no a la víctima, porque el dolor no prescribe, porque recién estoy aprendiendo a vivir.»
María Fernanda, al igual que muchas y muchos merece justicia.
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