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No por mucho madrugar

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No por mucho madrugar amanece más temprano. Un sabio y antiguo adagio que el recién proclamado precandidato parece desconocer.

Las elecciones presidenciales ocurren dentro de un plazo de más de un año. Bastante tiempo para hacer una campaña razonable. Equivale a un cuarto del período presidencial.

El gobierno tiene por delante aproximadamente quince meses de gestión. Al mismo tiempo, tiene una larga lista de promesas por cumplir y respuestas que dar. Viene de recibir una seria advertencia de la ciudadanía, que desembocó en un cambio de gabinete. Debiera seguir un período de maduración, de concreción, de resultados que no debiera vivirse saturado de ruidos molestos, de descarnada competencia, de declaraciones inoportunas y descalificadoras.

Aclaremos algo: no estoy aconsejando a ningún candidato. Puedo anticipar que no votaré por ninguno de los dos candidatos de derecha o centro derecha, como ellos prefieren llamarse. Formulo las impresiones del párrafo anterior desde el punto de vista de un observador objetivo y en términos generales.

Al mismo tiempo, creo que el candidato aludido no escucha opiniones ajenas por principio, de manera que tampoco se sentirá interesado por una tan distante.

Resulta interesante observar el contraste entre el comportamiento de ambas coaliciones que disputarán la presidencia. Por un lado, una carrera prematura, con precandidato designado, una primaria poco probable y la equívoca premura por ganar espacios desde la largada. Por el otro lado, en cambio, se ha obrado con cordura. La protagonista está a salvo del ruido ambiente y desafía con éxito los torpes intentos de hacerla hablar. Ella está abocada a su trabajo actual -que no es menor- y se prepara en silencio para la gran tarea que está dispuesta a enfrentar. Es verdad, entre sus adeptos, incluyendo los tardíos, los arrepentidos, los que regresan o los que recién ahora la descubren, reina una alegre y ruidosa algarabía y aun no aparece la serena reflexión, los proyectos concretos y los planes de gobierno. Pero reconocerá el lector que en este caso el “timing” es más adecuado. Tenemos una tarea que cumplir y es bueno que nos pongamos en marcha. Hay que comenzar con el debate de ideas. Hay que darle forma preliminar a los planes de gobierno. Hay que preparar los argumentos, discutir las prioridades, pulir los detalles. Este año que queda, en vez de sacarnos los ojos, hacernos zancadillas y tendernos trampas, debemos trabajar en el marco teórico del próximo gobierno, en fijar prioridades, en escribir un programa que podamos cumplir.

Llegado el momento, libres de urgencias, sin necesidad de inventar realidades y formular promesas tentadoras a una ciudadanía que parece haber aprendido separar el grano de la paja, organizaremos las primarias y daremos la bienvenida a quien quiera participar de ellas y no caeremos en la nefasta tentación de seguir el canto de las sirenas. Aunque las apariencias indiquen que se podrían obviar, sería un gravísimo error hacerlo y desperdiciar la ocasión de iniciar la necesaria participación de la ciudadanía en los debates.

Tenemos una tarea que cumplir y es bueno que nos pongamos en marcha. Hay que comenzar con el debate de ideas. Hay que darle forma preliminar a los planes de gobierno. Hay que preparar los argumentos, discutir las prioridades, pulir los detalles. Este año que queda, en vez de sacarnos los ojos, hacernos zancadillas y tendernos trampas, debemos trabajar en el marco teórico del próximo gobierno.

Tendremos nuestr@ candidat@ oportunamente. Con tiempo para que él o ella pueda explicar su proyecto a la ciudadanía. Iniciaremos la campaña a su debido tiempo para que se pueda extender a todas las regiones, haremos manifestaciones de apoyo, tertulias, sesiones de trabajo, campañas puerta a puerta.

Todo, a su debido tiempo y de manera adecuada.

En los debates de televisión veremos cómo se enfrenta a un candidato que repite hasta el cansancio sus argumentos de supermercado y se apoya en una sonrisa de cartón que no convence a nadie porque no sale desde adentro. Confío en que la ciudadanía, esta vez, no se equivocará.

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Pedro Staiger Cornely

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