Frente al débil y/o quebrajado vínculo entre lo social y lo político, cuya expresión más ejemplificadora es el movimiento estudiantil y sus múltiples estrategias para que sus demandas y propuestas sean parte de la agenda político institucional, no queda otra que lo social se tome lo político.
Las estrategias han sido diversas. El 2011 los y las estudiantes organizados pusieron en la agenda pública y de los medios la demanda y sus propuestas para una educación pública, gratuita, de calidad y no sexista en Chile. Lo hicieron tomándose los colegios, las universidades, instituciones públicas; marcharon y congregaron a millones de chilenos y chilenas en las calles; formaron parte de mesas de trabajo con autoridades políticas; acudieron al Congreso Nacional a exponer sus ideas, etc. Este año, la movilización en las calles (con marchas masivas como la #nosvemosel11) y las acciones de incidencia con parlamentarios se vienen fuertes.
Mirando el vaso medio lleno, si bien no se ha conseguido el cambio estructural buscado, en el modelo que sustenta la educación como un negocio y no como un derecho social, las y los estudiantes sí lograron transformar la conciencia de la sociedad chilena. Hoy nadie cuestiona –parafraseando a Hannah Arendt- el derecho a tener derechos, por el simple hecho a pertenecer a una comunidad política llamada Chile. Por otro lado, la educación no ha dejado de estar en los temas más importantes de las agendas de los medios, pública y político-institucional. Finalmente, las y los estudiantes organizados lograron que la acusación constitucional sobre un ministro negligente se, cursara en la Cámara de Diputados.
Mirando el vaso medio vacío, el movimiento no ha logrado que la clase política haga suya, a través de políticas públicas y/o leyes, su demanda. Lo lógico en una democracia donde las instituciones “democráticas/representativas” funcionan, es que logren interpretar las necesidades y demandas que emergen desde lo social.
Lo anterior supone además creer que quienes dicen representarnos, sí lo hacen o al menos lo quieren hacer. Pero lamentablemente, y como se nos ha dicho desde la vuelta a la democracia, se avanza (lea, se representa) en la medida de lo posible, aludiendo a instituciones que no permiten cambiar el orden de las cosas.
Claramente, la fuerza transformadora de lo social no está hoy en el Congreso chileno. Hay parlamentarios sensibles, pero capturados por partidos políticos que resisten a refundarse.
Frente a ello, y más allá de si están dadas las condiciones a partir de un proceso de acumulación de fuerzas, hombres y mujeres líderes del movimiento estudiantil han decidido tomarse lo político a través de candidaturas al parlamento.
En el mundo de las y los trabajadores sucede algo similar. No caben dudas que sin el arribo de líderes como Cristián Cuevas al parlamento, las problemáticas del mundo del trabajo estarán ausentes y/o la voz de las y los trabajadores la interpretarán en el Congreso a su antojo, más bien dicho al antojo del modelo –como lo han hecho desde el retorno de la democracia pactada.
Claramente, la fuerza transformadora de lo social no está hoy en el Congreso chileno. Hay parlamentarios sensibles, pero capturados por partidos políticos que resisten a refundarse.
La vida de las y los trabajadores y sus familias están en juego y es eso lo que la clase política situada en el congreso se resiste a ver –hay excepciones, pero que no tienen la fuerza de seducir, convencer y/o desenmascarar que sí, al menos yo veo en el líder de la Confederación de Trabajadores del Cobre.
Hay muchos que quisiéramos que estas candidaturas fueran parte de un sujeto político donde confluyen partidos refundados y movimientos sociales. Sin embargo que no lo sean, no les resta lo potente de la acción: llegar al parlamento y empujar la reconstitución del vínculo entre lo social y lo político. Porque, ¿a quién le caben dudas que con la fuerza del movimiento social en el parlamento, es posible caminar hacia esta reconstitución, ergo hacia las transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales que Chile necesita?
Sólo queda desearle a todos y todas éxito en sus campañas y parafraseando al ex presidente Salvador Allende, defiendan lo que han conquistado, las conciencias de los y las chilenas, defiendan en cada puerta a puerta, en cada plaza ciudadana, lo implícito que está en la lucha por la educación como derecho social, en el trabajo como la acción social que dignifica a los hombres y a las mujeres, en resumen, el derecho a vivir una vida digna, mejor, justa.
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Foto: Cristián Cuevas / Licencia CC
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[…] No hay otra: Lo social debe tomarse lo político […]
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en el discurso político, y al parecer en opiniones como la que nos antecede, denota la importancia del deber que tiene la sociedad de que se desarrolle en un pensamiento histórico -que no es lo mismo que sólo hablar de pasado-.
Ya hace mucho tiempo se ha comprobado que lo social es político, lo social es económico, lo social es culturar, en otras palabras, cada partícula está relacionada con al anterior.
Además de lo anterior, destaca el hecho de cómo, en la columna, se resguarda a la clase política, como si la política sólo fuera parte de ella, como si sólo discurriera por la república liberal desde arriba.
Una crítica al sistema, significaría no caer en la entrampada en que el podor de la elite quiere se se mueva: una otra homogenización cultural es posible.