Quienes han dicho que no existe una discusión respecto del presente y futuro de la Concertación de Partidos por la Democracia, se equivocan. Hay análisis y discusión. Sin embargo, me parece relevante continuar la conversación rebatiendo algunos puntos de vista y sosteniendo los propios como forma de ir legitimando una idea que creo debe instalarse en Chile.
De aquí surge mi respuesta a Sebastián Bowen, quien ha realizado un análisis sobre la identidad de la concertación dando señales de lo que debiera realizar el conglomerado. Mi posición frente a la suya es diferente, pues yo soy un militante y él un elector, cuestión que le intento dejar clara en la respuesta que sigue.
Existe una línea muy delgada que debemos tener mucho cuidado en no cruzar; una cosa es nuestra opinión y otra es la investigación sobre los temas que nos convocan. En el caso de lo segundo, ello requiere tiempo y otras cuestiones de orden metodológico que no vienen al caso ahora. En este contexto es que le respondo al Sr. Bowen que no es una cuestión de instituciones, sino de personas.
No debemos confundir peras con manzanas. Cuando Sebastián se refiere a una institucionalidad de la Concertación está haciendo hincapié en una respuesta estructural a la situación. Sin embargo cuando hace mención a la identidad, se sitúa en un punto distinto del análisis. En un punto – si se quiere ver de esta forma- contructivista.
La identidad de la Concertación honestamente no sé cuál es. Pretender saberlo requiere un esfuerzo que va más allá de una columna y que vaya más allá de la opinión que aquí se vierte. Lo que puedo decir como militante de partido es que claramente se construyó durante 20 años una historia compartida, un discurso colectivo y por tanto una identidad entre aquellos que participaron de una u otra forma. Otra cosa es la percepción de quienes no estaban allí y votaban por la Concertación. Un distinción sociológica básica que debe hacerse entre el militante y el elector.
Es, justamente, en el plano de las interelaciones sociales, donde la Concertación está perdida, en su relación entre ellos – los militantes – y su relación con los otros, el electorado. Con los primeros existe un hartazgo generalizado de las prácticas sucias de inflar votaciones internas, falta de democracia dentro de sus partidos, ser irrespetuosos con la propia institucionalidad que hacia fuera defienden. La Concertación no es una cuestión imaginaria para sus militantes, sino la composición de cuatro partidos, donde sus líderes han sido incoherentes con la práctica democrática.
Hacia el electorado, más de lo mismo. La Concertación traicionó muchas veces la confianza depositada cada cuatro años, tanto en sus votaciones en el congreso como en las políticas llevadas adelante que no cumplieron la expectativa de un Chile con más equidad, aunque en el análisis de los porcentajes eso sea cierto. No hay democracia cuando se imponen los candidatos, no hay democracia cuando no se es coherente con la voluntad popular. Por tanto el castigo electoral responde a cuestiones más profundas dentro de la sociedad chilena.
En definitiva: la ALTERNATIVA se construye desde otra generación, cuando otros formen una nueva alianza recuperando la confianza de las y los ciudadan@s. Ello no significa que la gente de la concertación se vaya para la casa, pero sí que muchos pasen a otro espacio y que muchos que hoy están llamados a construir el futuro, lo hagan.
En eso no hay que perderse ni un momento.
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Foto: raysto / Licencia CC
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