En las últimas semanas hemos sido testigos de un conjunto de expresiones, extraordinariamente masivas y diversas, de descontento respecto de las políticas educacionales de las últimas décadas (dictadura, Concertación y Coalición por el Cambio).
Todo esto cuando nos gobierna una coalición cuyo sentido común es el opuesto a la orientación de las demandas. Lo que muchas veces es una verdad parcial, hoy lo es cabalmente: para avanzar en más igualdad y menos segregación en la educación, dar pasos hacia una descentralización distinta que la municipal, reforzar el rol del Estado como articulador proveedor, terminar con el negocio –ilegal- de universidades, no hay otro camino que la presión social. Se puede y se debe conversar, pero hay que tener gente en la calle para que el gobierno vaya en una dirección indeseada para ellos.
La receta del gobierno es la de siempre: nos hablan de la mayoría silenciosa, que el país anda bien y que son muchos más los que quieren mantener el orden institucional heredado de la dictadura (no lo dicen así). Con ajustes, claro, pero que ellos no saldrían a marchar; y es justamente el Gobierno el llamado a escuchar a esa mayoría y defenderla de las movilizaciones, que aunque hacen bulla son minoría.
La verdad, y aunque nos duela a los que nos gusta esto del poder social, es que el Gobierno puede tener razón. De pronto esa mayoría silenciosa, que vaya a saber uno como la escuchan, piensa tal cual como ellos dicen. Entonces qué tal si abrimos nuestros oídos y urnas para escuchar a la mayoría, a la que resulte ser la mayoría. Vemos cuales son las diferencias centrales, los asuntos políticos a discernir, armamos un voto y de manera limpia, participativa y civilizada decidimos entre todos el tipo de educación que queremos.
Una consulta nacional por la educación que queremos.
El voto, redactado para esta consulta, debería tratar sobre los asuntos medulares, pues tal ejercicio no tiene por objeto suplir el rol de los expertos o del parlamento. Lo que se pretendería, en cambio, es que la nueva política pública de educación siguiera los principios emanados del sentir mayoritario de la población.
Algunos dirán, no solo de la UDI o RN (ojo con los paladines de la democracia representativa en la Concertación!): pero por qué el Gobierno se prestaría para algo así, si la gente ya eligió a sus parlamentarios y gobierno, la democracia ya habló. Frente a tal argumentación podríamos dar dos respuestas. Por una parte, son muchas las democracias que consideran este tipo de mecanismos para decidir temas controversiales y estratégicos para el país (o algún territorio más acotado), a modo de ejemplo: lo ha hecho hace poco Italia, y lo hacen regularmente países tan disimiles como Suiza y Estados Unidos. Por otra parte, aunque el gobierno actual haya sido elegido democráticamente, ello no significa que el sentido común de este sea mayoritario en todos los temas, de hecho no sería este el primer asunto en el que hay un descalce entre las ideas de parlamentarios y gobierno, con el sentir mayoritario de la ciudadanía; en la llamada agenda valórica, por ejemplo, se ha producido históricamente tal diferencia (divorcio, unión o matrimonio homosexual, aborto terapéutico).
Sin ir más lejos, hace unos meses, el senador Pablo Longueira propuso hacer una consulta para definir la postura de Chile frente a la demanda boliviana por una salida al mar. Argumentó: “estar plebiscitando a los chilenos el próximo año (para) una solución marítima a Bolivia, eso es lo que hacen los países inteligentes”.
Llevar a cabo una iniciativa como esta no sería una tarea fácil. La derecha sabe que esto abriría la puerta para una serie de mecanismos que engrosarían nuestra democracia, haciéndola más participativa y, seguramente, dado nuestra leyes electorales, más propensa a cambios profundos. Sin embargo, si todos los partidos políticos (del centro a la izquierda) y movimiento sociales se sumaran a esta apuesta, el gobierno estaría en una posición muy difícil. Ya sea teniendo que apoyar la realización de una consulta o bien teniendo que enfrentar los resultados de ésta, si los sectores ya mencionados la llevaran a cabo aun sin la venia del gobierno, pero logrando una convocatoria relevante.
La consulta nacional sería un inmejorable instrumento para mantener el nivel de efervescencia de las últimas semanas, esa presión de la cual hablábamos al comienzo del artículo, y lo haría de manera sostenible (las tomas no pueden durar todo el año). A su vez, si el mundo social lograra interpelar a la Concertación con una propuesta de este tipo le daría una tremenda oportunidad de encontrar un camino para ser oposición. Después de todo, no sería creíble no apoyar una demanda como ésta y luego decir 2 años después que sí hay diferencias entre ser gobernados por la derecha y la Concertación.
* Jonathan Serracino y Nicolás Grau. Movimiento Nueva Izquierda. Sociólogo, Presidente Movimiento Nueva Izquierda y coordinador Movimiento Amplio de Izquierda. Estudiante de doctorado en economía Upenn.
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Foto: HikingArtist / Licencia CC
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jacinto
Un plebiscito o cualquier otro medio es una encuesta que, para que sea realmente válida, debe exigir que quienes votan tengan la información necesaria y realmente den una opinión desde su real convencimiento.
Si una encuesta dice «¿quiere usted mejorar la educación? vote SI o NO», es obvio que habría que ser muy pelotudo para votar No. Pero si la encuesta dice «Mejorar la educación le costará a usted, por ejemplo, no comprar un LCD en navidad, o bajar a la mitad su consumo de carne, etc», obviamente cambia el resultado. Porque hay que entender que esto no es blanco o negro: A) educación pública, de calidad y gratis versus B) educación privada, de mala calidad y cara…..ante eso, claro que suena bien votar por A. Si el impacto positivo me lo llevaré yo, y los costos y problemas de gestionar una educación pública se lo lleva el Estado (¿que pasa si el Estado lo hace mal?…), en realidad TODO debería ser estatal….la salud, la alimentación (se le podría pedir al Estado que regale carne, abarrotes, verduras….y que él se preocupe de ver como lo paga…pero debe entregar alimentación de calidad a la gente..), etc.
Por lo tanto el punto importante es que, para una elección de ese tipo, se debe contar con la información adecuada, y esa información debe estar bien entendida por los que votan. Si no la entienden, pueden votar según lo que diga un lider transitorio, que tiene su propia agenda, pero finalmente NO están votando en conciencia.
Saludos
donmatas
Buena cabros, ¡Estamos en las mismas! http://elquintopoder.cl/fdd/web/politica/opinion/-/blogs/de-la-crisis-coyuntural-a-la-coyuntura-constituyente-la-hora-de-los-pueblos