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Los gobiernos no son sólo lo que hacen, son también lo que dicen. La narrativa que propone cada uno de ellos les permite establecer un sentido a su actuación y engranar así en buena medida sus acciones políticas y sus políticas públicas. Si durante los 10 años previos, con los mandatos de Lagos y Bachelet tal narrativa estuvo centrada en la “Protección Social”, a partir de mañana 21 de mayo, lo esperable –si las filtraciones de prensa son efectivas-, es que la nueva narrativa gubernamental en Chile esté centrada en la idea de generar un “País de Oportunidades”.
Muy por el contrario a quien piense con cierto dejo de desprecio que esto es sólo un asunto “semántico” sin importancia, temo decirle que por el contrario, esta variación tendrá efectos importantes en materia electoral y social. Y es que esta nueva narrativa encajará “perfectamente” con la identidad y con los anhelos del segmento social que terminó decidiendo la última elección presidencial: la “clase media aspiracional”.
Dos antecedentes para entender mejor a este segmento: Aninat y Elacqua (ver artículo) señalan que la “clase media aspiracional” que representaría un 22% del electorado tiene una vinculación muy fuerte con el mundo privado. Según estos autores este segmento social envía a sus hijos mayoritariamente a colegios particulares subvencionados y a universidades privadas; no le interesa mayormente la política; y, vive inmersa en el mercado y recibe poco del Estado. En este mismo sentido y he aquí el segundo antecedente, Alberto Mayol (ver artículo) señala que el nuevo chileno medio “es excepcionalmente individualista [y] no espera ayuda del Estado pues no cree en las estructuras sino en su propio esfuerzo. [Piensan que] tener más depende de cada uno”.
Así las cosas por el lado “sociológico” y por el “electoral” existe un fuerte incentivo para que el gobierno de Sebastián Piñera ponga en un plano secundario la protección social, y para que a la vez, su foco de acción lo ponga en este grupo que tanto rédito le ha dado políticamente. Aquello, sin olvidar la coherencia ideológica que tiene esta apuesta para su mirada “liberal”, hará que en vez de hablarle a la “Sra. Juanita” (pobladora y pobre) como lo hacía Lagos, él le hable a “Andrea, la vendedora de Isapre” a la que mencionan Aninat y Elacqua en su columna. Será ella y miles como ella quienes reciban con beneplácito los anuncios de mañana que con toda probabilidad hablarán de la responsabilidad que asumirá a partir de ahora el gobierno tendiente a facilitar las herramientas a todos aquellos chilenos y chilenas que esforzadamente han salido adelante por sí mismos gracias a su propio esfuerzo individual y sin ninguna ayuda, pero que a partir de ahora recibirán el apoyo del Estado en su tarea.
¿Y cuáles serán estas herramientas? Lo más probable es que no serán otra cosa que los subsidios a la demanda. Será pues a través de aquellos “vouchers” que se les entregarán individualmente a cada persona, la manera en que se implementará este apoyo a la clase media. Y aquella, que es una apuesta neoliberal clásica (contraria a los subsidios a la oferta, si se quiere más socialdemócrata) tendrá efectos intensos sobre la sociedad y la economía. Nuevamente, pero esta vez por la vía democrática, nacerán o se reforzarán mercados y cuasi mercados para responder a ciertas necesidades sociales. Por la fuerza de los hechos se irá debilitando aún más el Estado como proveedor de servicios y en su reemplazo surgirán agentes privados que competirán entre sí por obtener la preferencia de los tenedores de aquellos “vouchers”.
Y ésto que para muchos es deseable por razones de eficiencia y de gestión, para mí no lo es. Mi aprensión principal en este sentido es que esta apuesta que tiene fe en la idea del “self made man” y que hace votos por el mercado y su eficiencia, no se cuestiona en lo más mínimo la desigualdad social.
Si la denuncia de esta situación de injusticia social ya había sido bastante tímida durante los gobiernos de la Concertación bajo esta nueva narrativa la desigualdad social quedará erradicada del lenguaje político (más no de la realidad) durante muchos años más, porque a quién engañar, esta idea del esfuerzo individual niega enfoques estructurales y no se cuestiona el orden social. La pobreza desde aquel punto de vista es consecuencia de la flojera y el que quiera celeste…que le cueste.
Como ven, las narrativas gubernamentales no son sólo ordenadoras, también tienen a la base un fuerte componente ideológico que resulta ser la inspiración de la acción gubernamental. Y el caso de Sebastián Piñera no es la excepción.
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Comentarios
21 de mayo
Me parece una columna muy interesante.
la discusión acerca de la importancia del (practicamente inexistente en Chile) de una suerte de estado de bienestar, desaparece al irrumpir nuevamente con fuerza el modelo neoliberal.
Claro que aparece atractivo para esa clase media emergente o aspiracional el discurso de la superación a través de aprovechar las oportunidades, pero queda abierta la incógnita acerca de los más desposeidos, de los que no pueden llegar a ser esa «Andrea» y sólo pueden a aspirar a continuar siendo del segmento de «Donia Juanita».
Espero que no se desmantele lo poco que se ha avanzado.
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23 de mayo
Es interesante esta distinción, ya que supone que la Concertación enunciativamente trabajó su discurso desde «la protección social», hipótesis discutible. Las prácticas de instalación de su discurso en todos estos años dice lo contrario. Esta es una de las razones por las cuales la Derecha pudo generar el «cambio». Tal vez el autor de esta nota utilice el concepto de «narrativas» como figura retórica y no como análisis de Discurso Político.
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