Hoy vengo a despedir al político que al enfrentarse a los momentos más dramáticos de nuestra patria, lo hizo con sus más profundas convicciones y por esto hoy, al momento de su partida, entra por la puerta ancha de la historia republicana nacional.
Vengo a despedir a mi profesor de enseñanza media en el Instituto Nacional allá por el año 1954; al jurista y maestro de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y al colega de esa misma Facultad con quien compartí, a veces en posiciones contrapuestas, los avatares de la reforma universitaria de 1968.
Vengo a despedir a quien enfrentó, como un actor principal, a un Chile polarizado. El golpe de 1973 fue el fracaso de los demócratas; de aquellos que queríamos cambiar la sociedad y no encontramos un acuerdo amplio y convergente, capaz de encausar tantas demandas acumuladas. Fue a partir de ese fracaso, cuando la división de los chilenos se hizo cada vez más profunda.
Durante la dictadura entramos en un túnel largo donde no se veía la luz al otro lado. En esa noche oscura comprendimos lentamente que solo la unidad de los demócratas nos permitiría “reencontrarnos con lo más profundo del alma de Chile”, como decía el Cardenal Silva Henríquez. No fue fácil. A mí me costó sentarme a conversar. En el caso de Aylwin, el político dio paso al jurista y formó el Grupo de Estudios Constitucionales los 24 en el que voces como Jaime Castillo, Luis Fernando Luengo y Edgardo Boeninger, entre otros, condujeron un camino de apertura y construyeron una forma distinta de entendernos.
Aylwin fue el artífice de esta búsqueda y de estos primeros diálogos. Aprendimos así que la Política, escrita con mayúscula, es el arte de lo posible. Fue Patricio Aylwin, junto con Gabriel Valdés y tantos otros quienes pavimentaron el difícil camino de la unidad de los demócratas, a través de su profundo compromiso político. Gracias Presidente por su esfuerzo y respeto por nuestra diversidad en la unidad.
Vengo a despedir al jurista y al político que, primero desde el Grupo de los 24 y después como Vicepresidente de la Alianza Democrática lideró junto a Gabriel Valdés, la primera gran coalición para enfrentar la dictadura, uniendo a los enclaves democráticos e iniciando el largo camino de la oposición desde el ´83 hasta el triunfo del No.
Vengo a despedir a ese Vicepresidente del Colegio de Abogados, que estando preso fue el primero en interceder por mi libertad.
Vengo a despedir a Patricio Aylwin para agradecer ese abrazo grande y fraterno que nos dimos cuando se proclamó al mundo el triunfo del No. Comenzábamos a soñar en el futuro y teníamos la construcción de un país democrático en el horizonte. Como uno de los articuladores del No fue capaz de convocar e interpretar a ese grupo heterogéneo de partidos, con su modo particular: duro en las ideas, pero suave en las formas. Así primero condujo la alianza, luego la convirtió en un triunfo, para finalmente lograr un entendimiento y generar las condiciones básicas para un primer gobierno democrático. Por esto fue ungido Presidente sin traumas y resultó natural cuando su partido lo proclamó como candidato, que el resto aceptáramos que era el hombre a quien le había llegado su tiempo de encuentro con la historia.
Siendo Presidente afloró el abogado con sus principios, su forma de mandar, su dignidad republicana de ejercer el cargo y su manera de enfrentar que el dictador pasara a ser Comandante en Jefe. Que difícil transición.
Asisto hoy para despedir al amigo que convirtió la táctica de llegar al poder en una estrategia de largo aliento. Derrotar la dictadura era más simple que derrotar la pobreza, la exclusión, la ignorancia y las enfermedades. Pero fue la mano invisible de Aylwin, con su forma de ordenar y mandar, la que aseguró la unidad para la construcción del Chile del mañana y la continuidad de los gobiernos de la Concertación.
Vengo a despedirlo esperanzado en su ejemplo, en que la dignidad republicana de este adiós sea el punto de inflexión para recuperar los valores y principios que siempre debieron haber estado en todos los actos de nuestra vida, como lo estuvieron en la vida de Patricio Aylwin.
Vengo también a reconocer el gesto que encabezó como Presidente de Chile, al realizarle un funeral de Estado a quien se inmolara y “pagaría con su vida la lealtad que el pueblo chileno le entregó”, como dijo el propio Allende en su discurso final. Fue en este acto cuando se comenzaron a cerrar las heridas del ayer y convergieron un conjunto de voluntades para que el humanismo laico y cristiano encontraran un camino común.
Ahí nació este estadista que estuvo a la altura de la demanda de la historia, con ese liderazgo basado en la fuerza moral del derecho, en la prudencia y en la dignidad. Un liderazgo eficiente con el que creó la riqueza que permitió incluir a los excluidos y abordar con fuerza el tema de los derechos humanos materializado en el Informe Rettig.
Aquí estoy para despedir al Presidente y darle gracias por su amistad, su apoyo y grandeza en momentos difíciles en los que él asumía la conducción exponiéndose como autoridad y defendiendo las ideas que le parecían justas.
Asisto para agradecer su legado. Un republicano a tiempo completo en todas las tareas que abordó como profesor en el Instituto Nacional, en su desempeño como senador, como Presidente de su partido o Presidente de la República. Siempre lo público fue el norte de su vida, permeado por los valores de esa clase media cercana al servicio público y alejada del dinero.
Patricio Aylwin buscó crear un espacio reformador que pusiera en el centro las preocupaciones por la dignidad humana. Lo posible como un horizonte alcanzable y, a la vez, concitando nuevas mayorías para lograrlo. Hoy quisiera invitarlos a pensar en su legado y en su memoria para construir al Chile del siglo XXI con su ejemplo y pensamiento. Pensar a Chile primero y a Chile en grande, construir un sueño colectivo que nos convoque a todos y entender que la moral es la condición central en el proceso democrático; que sin ella la democracia queda vacía. Reivindiquemos con orgullo el camino escogido por Aylwin, la conducción que nos dio, las reformas que ejecutó y la paz social y el desarrollo que nos legó.
Vengo a despedirlo esperanzado en su ejemplo, en que la dignidad republicana de este adiós sea el punto de inflexión para recuperar los valores y principios que siempre debieron haber estado en todos los actos de nuestra vida, como lo estuvieron en la vida de Patricio Aylwin.
Ahora descansa en paz y que tu ejemplo nos ilumine. Gracias por tu verbo y por tu acción.
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peon
Excelente despedida.
Digna de un Presidente
y hecha por un Presidente…
Que lo mejor de ambas vidas sea un ejemplo para nosotros, recibido en humildad
y con sincera emoción…