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Más ideas y sueños para el futuro

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Un grito desesperado de renovación fue el que se escuchó al otro día del ya fatídico 17 de enero. Las malas formas y los cuestionables modos de hacer política de la ya desgastada Concertación, parecieran ser la única justificación valida al hecho de haber perdido las elecciones con la Presidenta más exitosa de la historia y más aún, con la coalición política mejor evaluada por la ciudadanía.

Porque seamos sinceros, cuál podría ser la señal que lanzó la ciudadanía sino otra que el castigo, esa ciudadanía que pocos días antes había valorado a la Concertación varios puntos arriba de la alianza en las encuestas, y que se sigue definiendo, por muy poco, más cercana a la centro izquierda que a la actual coalición gobernante.

Un castigo que cada cual interpretará desde sus convicciones e intereses, pero que nos debería invitar a detenernos un minuto, bajarnos de la máquina electoral y pensar de dónde venimos, cómo llegamos aquí y qué queremos para el futuro.
 
La ética y la fraternidad son elementos fundamentales en la actividad política, pero que existen sólo cuando entendemos la política como una fuerza al servicio de una idea.
 
Son las ideas las que nos mantienen unidos, son las ideas las que nos dan el valor para no traicionarnos, las ideas las que nos facultan para plantearnos frente a la ciudadanía con la frente en alto, orgullosos de trabajar y luchar en pos de una visión y de un sueño.
 
Y son las ideas y los sueños los que precisamente parecen difusos en estos momentos. 
 
Y el grito desesperado de renovación no se refiere a las personas, no a los individuos, sino al ideario que fundamenta nuestro actuar, la renovación de nuestra capacidad de soñar y definir con claridad la visión que aportaremos al Chile del mañana.
 
No se trata de recambio. Como nos opusimos en su oportunidad “al cambio” como concepto etéreo carente de dirección, debemos oponernos hoy a esta adaptación lingüística del “recambio” que tanto se pregona por estos días.
 
El cambiar de individuos sólo porque ahora “les toca” a otros o porque se necesitan jóvenes nos lleva al sinsentido de renunciar a nuestra posibilidad de soñar y de creer en que somos capaces de aportar una nueva visión de país.
 
Chile no necesita jóvenes, necesita líderes. La juventud es una etapa en la vida que no asegura niveles éticos más elevados, y que sólo garantiza la falta de experiencia.
 
Otra cosa, muy distinta del recambio generacional, es apostar a liderazgos distintos de los que nos guiaron hasta el lugar donde nos encontramos, y para eso no necesitamos buscar jóvenes, sino líderes que puedan aportar ética y mística a nuestra actividad política.
 
Son sueños, ideas, valores y principios los que hoy hacen falta, líderes que encarnen los nuevos requerimientos de la ciudadanía que cada vez exige liderazgos más cercanos y con lealtades más transparentes.
 
Esa debe ser la apuesta, no el cambio de caras, ni de edades, sino el de las ideas; la revolución de las ideas.

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Ignacio Lledó

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