Hay personas que no resisten trabajando 8 horas diarias -con suerte- para un sueldo que no les alcanza. Algunos optan por la lucha social para que todo el sistema cambie, y otros se la juegan por un proyecto personal. Estos últimos son los dueños de las PyME: pequeños y medianos empresarios. Gente de trabajo que tiene un sueño y la valentía necesaria para concretarlo.
Los PyME crean el 70% de puestos de trabajo en Chile. Desarrollan múltiples tareas: siembran kiwis, preparan sushi, construyen casas, importan ropa, reparten unas cosas o fabrican otras. Algunos se dedican al transporte de mercancía por tierra: son camioneros. Los camioneros, hace años, tienen problemas en el sur porque son atacados por desconocidos, presuntamente Mapuches que se oponen a las actividades que el huinca llama «productivas» en tierras que ancestralmente les pertenece.Muchos emprendedores dirán que a ellos no les interesan «ni derechas ni izquierdas, sino que quieren trabajar tranquilos», pero desconocen -sea por ignorancia o conveniencia- que le hacen el juego al fascismo.
El camionero, como todo PyME, siente que el Estado lo oprime y no lo deja desarrollar su trabajo; es decir, su sueño ¿entonces qué hace? Busca alguien que lo defienda. Así, de manera muy simplificada expongo cómo un sujeto de trabajo y valor, termina en las fauces de la derecha. Muchos emprendedores dirán que a ellos no les interesan «ni derechas ni izquierdas, sino que quieren trabajar tranquilos», pero desconocen -sea por ignorancia o conveniencia- que le hacen el juego al fascismo.
No hablo de transnacionales asesinas, sino de gente de trabajo, obreros que buscaron otro camino para ganarse el sustento y son usados por el fascismo para generar problemas y discusiones que no son tales.
Por otro lado, en muchos casos, han sido probados los montajes del Gobierno de Chile y la manipulación de la prensa -cómplice del Estado neoliberal que conspira sin excepción contra todo aquel que pretenda generar riqueza de manera honesta, respetuosa y consciente-.
Iluso el camionero que cree que la derecha, tras usarlo, lo protegerá del Estado. En el país que sueña la derecha chilena -incluyo al oficialismo-, no hay más de un centenar de patrones, y el resto sobrevive agradeciendo a Dios tener un puesto de trabajo. La semilla de odio no ha sido plantada por quienes hace más de un siglo piden justicia social, sino por quienes -en busca de riqueza- invadieron este continente hace 500 años. Esa semilla cada tanto germina y a veces, como el 4 de septiembre de 1970, florece.
No es el camionero el enemigo, mucho menos el mapuche que defiende lo que le pertenece. El enemigo es el Estado chileno al servicio de unos cuantos. Manejado por viles empleados que, además de robar nuestros recursos, se quedan con nuestros impuestos, nuestro trabajo, nuestra vida y sueños. Es este tipo de republiqueta un Estado feudal en pleno siglo XXI. Es el Chile que soñaron algunos y que padecen todos.
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