Ser presidente de un país tiene un significado tremendo, desde el plano de las relaciones con las naciones del orbe hasta llevar las riendas de los coterráneos. La responsabilidad es inmensa, no existe un frontman más relevante que el jefe de un gobierno/Estado.
Ser presidente de un país tiene un significado tremendo, desde las relaciones con las naciones del orbe hasta llevar las riendas de los coterráneos. La responsabilidad es inmensa, no existe un frontman más relevante que el jefe de un gobierno/Estado.
Casi todos los países tienen uno y lo resaltan de similares maneras. Es en el continente americano donde la figura cobra una relevancia significativa por la tradición histórica de cada zona, como paladín del orden, la fuerza, la razón y los valores como la libertad, la igualdad, la dignidad y la democracia. Por eso, ad portas de una surge la pregunta de ¿por qué ser presidente?
En Estados Unidos se adiestra a las personas desde pequeñas con la promesa de que “cualquiera puede ser presidente”. Junto a ello, se consagra ese objetivo con las premisas de: (1) es un honor servir a la patria; (2) fortalecer la democracia; (3) luchar por un mundo mejor; (4) Que los EstadosUnidos de América sean (y sigan siendo) el mejor país en el orbe, tanto para vivir como para trabajar. El sueño americano para los americanos. La fijación de ser el presidente tiene por finalidad crear mejores ciudadanos, aumentar el nacionalismo y amor por la patria, regular una convivencia sana entre pares y la contribución a elitizar a la sociedad tanto frente a los mismos coterráneos como frente a los foráneos. Sin perjuicio del trasfondo finalista que tiene el mecanismo de “querer ser el presidente”, la imagen que se proyecta hacia el resto de la sociedad es que el cargo no da respeto, es per se de respeto y que la responsabilidad es tan grande que no hay lugar al chiste inocente ni al juego del ensayo-error.
Si bien el poder parece ser la motivación prístina para soñar con esto, cada norteamericano, a medida que transita el camino de piedras, va tomando conciencia de la relevancia que implica el postularse a la presidencia, lo que es el cargo en sí y, en definitiva, de que es para la vida de un individuo. Por lo mismo, pocos son los atrevidos y los que van en primera fila con su caballete de guerra. Cualquiera puede ser presidente en los Estados Unidos, pero el sistema acota las posibilidades priorizando a quienes seriamente lo desean y tienen los medios para hacerlo.
En Chile no hay un condicionamiento durante el periplo estudiantil, se omite el trasfondo finalista de la promesa. Tras el “se puede ser” presidente, la fórmula es “cualquiera que pertenezca al círculo”. Las excepciones son malentendidos de la quimera que muy pocas veces resulta, el “amor al poder”, “el preservar el círculo dominante” lo pueden más. Ser presidente en Chile es una cuestión de poder, de intereses particulares, no hay una vocación ni la importancia de cómo se ve al país. Nunca se adiestra a esto en Chile, menos al debate público ni a lo que implica la pérdida de una cuota de poder de los pocos privilegiados que no mutan conforme a las vicisitudes históricas. Es más, se borra la memoria y se reniega de la identidad.
Dentro de la cronología presidencial se adopta un sistema cíclico y no uno lineal como se ve en USA, por lo mismo es que el espiral vicioso no permite cambios sustanciales y siempre se está por unos pocos. El determinismo para ser presidente se toma la carrera, los que quieren romper el implacable destino terminan siendo aplastados por la máquina y los que solo van por “amor al poder” y no preservar el círculo, sino que entrara él, dan la hora.
La pregunta para quienes son aniquilados por el determinismo, como las figuras de entre otros, Golborne, Farkas, Enriquez-Ominami es la que Isaiah Berlin hacía a los jóvenes que querían ganarse una beca para iniciarse en la investigación, esta es: Do you want power? If Yes, what for; if not, why not?
La seriedad del cargo de presidente y del concepto de democracia se han vuelto chistes que sacan carcajadas no solo a un auditorio, sino a un país entero. La carrera presidencial deviene irrelevante, vea usted el número de candidatos y aspirantes, y es cuando Chileno piensa en su futuro.
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