Si hay algo que caracteriza a nuestro país es el desborde emocional que se observa ante la adversidad. Lo vimos en el terremoto del 27 de febrero de este año, lo palpamos anualmente en la Teletón y el rescate de los 33 mineros de la mina San José no fue la excepción.
Cuando el terremoto pasó de moda mediáticamente, se comenzó la reconstrucción de las zonas más afectadas, pero, descontando la reforma a la norma NCh 433 (norma chilena para construcciones sísmicas), todo sigue igual. Aún vemos gente viviendo en lugares poco adecuados, sin vías de escape seguras, y expuesta a sufrir las mismas penurias del pasado 27 de febrero.
Este torrente de emociones que nos “shockea” como país, que nos aturde por un tiempo, y que no permite acciones racionales posteriores, es el mayor enemigo de los 33 mineros. Si se actúa como siempre, el tema se descolgará de los medios en un par de meses más y los mineros seguirán siendo abusados laboralmente. Esperemos que esta vez sea distinto y que ese “nunca más” que expresaron los mineros al salir de su encierro se haga realidad. Esperemos que el morbo periodístico no nos inste a seguir en ese estado de shock emocional y que, por el contrario, los medios ayuden a difundir las condiciones de trabajo de los mineros. Esperemos, por último, que la celebración de este épico momento no haga sombra a la causa de fondo.
En síntesis, la celebración de esta epopeya minera está plenamente justificada, pero debemos asegurarnos de que el shock emotivo no dure mucho tiempo, puesto que de esta manera se empaña el conflicto y pasa al olvido la causa inicial. Recordemos que hoy los 33 mineros de la mina San José están a salvo, pero todo el resto sigue atrapado, enterrado bajo una terrible montaña de malas condiciones laborales.
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Foto: Presidencia de Chile
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