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Los nietos de la dictadura

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El golpe de Estado que inició hace 40 años una larga fictadura que vino a acabar recién en 1990, fue un suceso que cambió para siempre a la sociedad chilena. En sus últimos años de colegio y los primeros de universidad, en su adultez, siendo padres y madres, siendo bebes o ancianos, los chilenos que vivieron el 11 de Septiembre de 1973 vieron derrumbarse ante sus ojos la democracia de su país, y la historia hoy los cita como testigos de ese tiempo de quiebre y división.

Sin embargo, existen hoy otros actores de esta trama, mejor dicho, existimos. Así es, nosotros, las nuevas generaciones, los que nacimos luego de la vuelta a la democracia, tenemos mucho que contar. Nuestra vida es el relato de una historia, una historia que está viva y presente en nuestra sociedad. “La dictadura se acabó”, “para qué te vas a preocupar de eso tú”… Algo tiene de verdad: La dictadura terminó. Pero no se puede negar la enorme huella que dejó en Chile. En los rostros de todos quienes estuvieron esos años hay una mirada distinta, una mirada que lleva por dentro, a veces muy dentro, la división y el dolor de ese tiempo. Nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros profesores. Todos nos han traspasado su testimonio, haciéndonos partícipes de la historia. ¿Cómo no recordar, si las señas del régimen aparecen adonde uno vuelva la vista? Además de la memoria colectiva de nuestros mayores, instituciones, leyes, formas culturales e incluso calles y monumentos, dan cuenta de cuan amplio es el legado de aquellos 17 años.

Nosotros, hoy, marcados por la sociedad, por la memoria de los nuestros como estamos, ¿no podemos sino escuchar en silencio? ¿Debemos dejar el pasado a los que lo sufrieron? ¿Debemos desligarnos de la influencia social y económica que contiene este legado? No. La historia hoy no nos pide responsabilidad por los hechos, pero nos reserva una misión igualmente difícil e importante: la de sanar las heridas de este país. La de terminar con el legado de la dictadura. No hablo de eliminar la memoria, que ha de seguir viva por siempre, sino de los despojos de un régimen que dejó en todos los ámbitos que tocó, una estela de injusticia que continúa acechando y que sigue actuando bajo las ya extintas, pero latentes órdenes que se dieron durante la Dictadura.

El perdonar o no, no es algo que nosotros estemos llamados a hacer, pero el olvido no es una de nuestras opciones. Construyamos ahora una sociedad nueva, abierta y solidaria, donde la libertad y la justicia brillen para Chile. A esto estamos llamados, ésta es nuestra misión.

Nosotros, hoy, marcados por la sociedad, por la memoria de los nuestros como estamos, ¿no podemos sino escuchar en silencio? ¿Debemos dejar el pasado a los que lo sufrieron? ¿Debemos desligarnos de la influencia social y económica que contiene este legado?

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Foto: Wikimedia Commons

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Joaquín Trincado Pizarro

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