Todo indica que para las municipales del 2012 no habrá Inscripción automática ni voto voluntario; sobre todo, porque se acaba el plazo legal y por las últimas indicaciones de un grupo de personeros DC (con apoyo de parlamentarios de otros partidos) tendientes a reponer el voto como obligatorio. La discusión política y legislativa lleva un par de años y no hay acuerdo definitivo.
En marzo del 2009 se pensó que la iniciativa avanzaría de manera rápida, luego de que el parlamento aprobara una reforma constitucional que consagraba ambas iniciativas (inscripción automática y voto voluntario). En esa dirección, solo faltaba la ley que hiciera operativa la reforma. Ha pasado el tiempo y la puesta en marcha de esta reforma política de “rango medio” ha quedado en suspenso y tendría fecha para su estreno en las parlamentarias y presidenciales del 2013.
Pero, si la clase política no se atrevió a jugar con la incertidumbre de los nuevos electores en las municipales, ¿tendrá la valentía para hacerlo en las presidenciales y parlamentarias donde lo que se juega es mucho mayor? En un momento hubo tiempo y voluntad; no obstante, se estancó y frustró. Entonces, ¿por qué, no puede pasar lo mismo en el nuevo escenario?
¿A qué se debe esta situación? El retraso y su postergación se deben a tres situaciones interrelacionadas; a) aspectos legales, b) operativos y c) políticos. En primer término, se trata de una reforma constitucional que involucra iniciativas de rango Orgánico Constitucional. Sin embargo es, finalmente, una cuestión de tener la voluntad política y legislativa para avanzar de manera rápida si existen los consensos, las urgencias y los quórum legislativos. Mucha boca, poca acción.
En segundo lugar, están los aspectos operativos y de implementación. ¿Hay voluntad e interés en avanzar operativamente? En realidad, no es muy complicado implementar el sistema en términos de generar las condiciones materiales para que funcione un padrón electoral que debería estar en torno a los 13 millones de electores a junio del 2012. Entre lo más relevante se encuentra el tema de los domicilios de cada elector y la definición de donde vota. Además, el Servel tendría que hacerlo por mandato constitucional.
Y en tercer lugar, el aspecto político que tiene como horizonte los intereses y miedos de la clase política. Quizás, la lentitud legislativa se explique porque los actores políticos (gobierno y partidos) tienen visiones distintas en relación a los efectos del potencial ingreso masivo de los nuevos electores. En rigor, miedo a los efectos.
Esta reforma política hay que entenderla en el marco de dos consideraciones. En primer lugar, debe insertarse en un conjunto amplio de otros cambios políticos que apunten hacia una democracia más amplia e inclusiva, en la que el voto de cada ciudadano valga lo mismo. Entre las reformas que se mencionan están las primarias, la elección de los consejeros regionales, el voto de los chilenos en el exterior, la iniciativa popular de ley y otras. Son todas reformas menores que no resuelven la crisis actual de la política. Por ello, el fin al binominal y una asamblea constituyente serían los máximos hitos de este proceso de cambio político que se ha puesto en marcha. La representación y la participación no se mejoran con reformas “de rango medio”.
En segundo lugar, hay ciertos consensos en el mundo político y social de que hay que hacer cambios importantes. Las reformas políticas que se vienen tienen como objetivo hacer el ajuste entre política, ciudadanía y desarrollo. Ese es el desafío político de los próximos años. El conflicto y el retraso surgen porque hay posturas distintas respecto de cada tema a discutir. Sin embargo, en la inscripción automática y en el voto voluntario había un consenso muy amplio. ¿Qué ha pasado?
¿Qué busca esta reforma? Sin duda, contribuir a “perfeccionar y legitimar” nuestra democracia. Son varias las razones que circulan acerca de las bondades de esta reforma (es decir, Inscripción automática y voto voluntario). Entre ellas, aumenta de manera considerable la participación (sobre todo, entre los menores de 30 años), aumenta la legitimidad y prestigio de la política y los políticos, fortalece la democracia y da una señal de pluralismo, igualdad e inclusión.
El aumento de los electores es, sin duda, considerable y el elemento base de la reforma. Es la incertidumbre y el miedo electoral. En rigor, prefiero hablar de potenciales electores; ya que, nada asegura que concurrirán de manera masiva a las urnas, sobre todo si el voto es voluntario. Se estima que el total de nuevos electores será de 4.5 millones.
Voy hacer una estimación a partir de las proyecciones de población que hace el INE al 30 de junio del 2012. Hacia esa fecha, el país tendría una población de 17.4 millones de habitantes. Los mayores de 18 años alcanzan la cifra de 12.777.697; es decir, 12.8 millones de electores potenciales. En términos de intervalos de edad, el 26.9% se encuentran entre los 18 y 29 años (3.430.769), el 30.7% entre los 30 y 45 años (3.916.775). El 18% entre 46 y 60 años (2.312.495). Los mayores de sesenta representaran el 24.3% de los electores (3.113.658). A su vez, 57.6% tendrá menos de 46 años. Yo diría que, si bien es un padrón electoral más joven que el actual; no lo es tanto. Diría que se trata de un “rejuvenecimiento relativo”. El cambio más fuerte se dará en el tramo de 18 a 29 años; pasando de una representación en el padrón electoral del actual 9.2% al 27%. Este es, sin duda, un gran cambio.
El voto voluntario es parte de la “libertad política”. Ha emergido en los últimos días una discusión teórica e ideológica en torno a lo que implica para una democracia tener “voto voluntario u obligatorio”. No voy a entrar a ese debate. Por lo demás, a esta altura de la discusión eso ya debería estar zanjado, aun cuando en su momento la DC era partidaria del “voto obligatorio”. Hubo dos años para debatir este punto. ¿Qué efectos genera esta reforma? Si esta reforma no forma parte de un amplio conjunto de cambios políticos que terminen en algún momento con el binominal, no tendrá efectos políticos relevantes a corto ni mediano plazo. Es cierto, hay incertidumbre en términos de donde se irán esos votos.
En el marco del sistema electoral vigente, el mayor efecto es que estos nuevos electores aumenten los quiebres de la “lógica binominal”. En 20 años de democracia se ha quebrado el binominal sólo en 15 oportunidades. Si los nuevos electores apoyan mayoritariamente una tercera fuerza política, aumentaría de manera relevante la competitividad en el sistema. Sería una forma de terminar con el binominal desde dentro. Quebrarlo en los hechos. Un binominal podría perfectamente funcionar con una lógica “tripolica” (es decir, tres pactos electorales competitivos).
Sin embargo, también puede ocurrir la situación contraria; de que, el binominal siga reproduciéndose y terminara con seguir consagrando el empate político electoral.
El gran efecto, por tanto, es que los nuevos electores contribuyeran a este cambio. A la consolidación de una tercera fuerza política. Mientras tanto, todavía no hay inscripción automática. Y tampoco posibilidades institucionales de terminar con el binominal. Hacerlo desde dentro también es posible. La inscripción automática podría ser clave para ese objetivo político.
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Foto: júbilo haku / Licencia CC
Comentarios
29 de noviembre
http://www.gonzalezllaguno.blogspot.com
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30 de noviembre
PARECE QUE ERA UNA CUESTIÓN DE VOLUNTAD?…. Y TB DE CONFUSIÓN EN LOS PLAZOS LEGALES…NO SE SI DE LOS LEGISLADORES, DE LA PRENSA Y LOS ANALISTAS QUE CIRCULAN EN ELLA….. FASTA TRACK A LA MEDIDA…OJALA SE AVANCE
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