En tiempos de crisis, pareciera que las masas se aferran a los caudillos. Cuando la política tradicional desencanta a los votantes, surgen aquellos líderes que prometen “barrer” con todo. Con la clase política, con el desempleo, con la baja productividad, con la delincuencia, con los inmigrantes, con lo que se nos ocurra.
Los caudillos aprovechan la oportunidad para subirse al carro del poder. Aunque no parezcan bien organizados para las elecciones de este año, pueden ir in crecendo para votaciones futuras.
Populismos hay de izquierdas y derechas. Mucho se ha escrito sobre ambos en los últimos años. Prácticamente ninguna zona del planeta se salva de ellos, menos los Estados Unidos tras la victoria de Donald Trump en los comicios del pasado noviembre. Los partidos consolidados pierden poder y se ven obligados a compartir con nuevos actores con propuestas rupturistas en la mesa. Y eso no es fácil.
No pretendo en estas líneas describir los populismos ni penetrar en sus causas. Sólo constatar que el avance de estas fuerzas es una realidad día a día. Podemos, “5 Estelle”, UKIP, Trump, Le Pen, Syriza, son botones de muestra. Y Chile no está a salvo de ellos.
Nuestro sistema político no se ha destacado por líderes populistas netos, salvo por Ibáñez del Campo en sus dos presidencias. Los partidos tradicionales conservaron el poder sin sobresaltos durante gran parte del Siglo XX y lo que llevamos del XXI. Ahora, este sólido esquema bipartidista Concertación-Derecha está desquebrajándose: Ya un 30% (aproximadamente) de los votos en la elección pasada (primera vuelta presidencial) fueron a candidatos “alternativos”. Esta cifra podría aumentar en las elecciones de este año, que serán las primeras sin binominal y con líderes clásicos (Lagos-Piñera) que no despiertan el interés de los votantes, al menos en lo que dicen las encuestas.
¿Acaso es un caldo de cultivo para populismos? Evidentemente. Vale la pena preguntarse si eso incluye a los más peligrosos para la democracia. Hablo de candidatos al estilo de un Frente Nacional francés.
En estos 5 años, Marine Le Pen ha levantado con éxito el partido que fundara su padre Jean Marie. Esto se traducido en mayor popularidad y votos para el FN. Sus banderas de lucha no son muy distintas a lo que hay en Chile: fin a la inmigración ilegal, frenar el creciente desempleo, sacar al país de la Comunidad Europea y la globalización, castigar la delincuencia con mano de acero. No sería extraño que se repitiera lo acontecido en 2002, cuando Le Pen père se coló en el balotaje, por sobre partidos moderados y otros extremistas.
Los grandes partidos de Francia se preparan para un eventual embate lepenista. La centroderecha republicana eligió como su candidato al conservador hardcore François Fillon para pelear voto a voto con la ultraderecha. Por su parte, un Partido Socialista en crisis (al igual que la socialdemocracia europea) entregó la nominación al izquierdista Benôit Hamon. La carrera al Eliseo será tormentosa.
Así como se ha hablado de un Trump chileno (algunos lo han encontrado en Guillier u Ossandón), también está la opción de que surja un Le Pen patrio. Aunque no existe un partido o movimiento de extrema derecha en nuestro espectro, el debate por los inmigrantes y su integración al país puede hacer que prolifere un referente de estas características. Sectores más nacionalistas podrían articularse en rechazo a los migrantes y en pos de una agenda proteccionista en lo económico. Estarían tentados por sancionar con presidio perpetuo (o con la muerte) a consumidores de drogas o criminales callejeros. También entrarían a su juego algunos nostálgicos del Régimen Militar, propugnando medidas autoritarias para los temas-país.
No han faltado los políticos locales que manifiestan su desconfianza ante las olas de migrantes que arriban al país. Ni los que constantemente levantan el “populismo penal” ante cada delito de mayor connotación. Ello no es más que el reflejo de una sociedad cada vez más molesta con el estado actual de cosas. Los caudillos aprovechan la oportunidad para subirse al carro del poder. Aunque no parezcan bien organizados para las elecciones de este año, pueden ir in crecendo para votaciones futuras.
Esperemos que los candidatos propongan medidas concretas para regular e integrar adecuadamente a inmigrantes y refugiados que día a día golpean las puertas de nuestro Chile en busca un hogar. De lo contrario, estaríamos frente a demagogos racistas y que no logran sino profundizar la discriminación y minar las bases del sistema democrático.
Comentarios
02 de febrero
Este es el típico discurso sin fondo que se le puede leer a cada político tradicional que busca aferrarse al poder y que no quiere que nadie nuevo venga a ejercerlo. «No a los populistas»… ¿Qué queda en cambio?… Ah, sí, que vuelvan los patanes y los mentirosos. Los que cierran puertas giratorias voladoras. Los que hacen nuevas constituciones. Los que crecen con igualdad…
¿Dónde más hay un candidato populista que no haya sido uno de los que ya fue Presidente?…
No entiendo el objeto de llamarle populista a personas desconocidas, sin rostro ni posturas, que nadie ha visto ni escuchado. ¿Dónde están los candidatos populistas en Chile, de los que me parece no recordar ninguno?…
¿Puedes dar ejemplos?…
¿Y qué si llega un candidato populista?…
¿La gente será tan dskjfsh que no sabrá reconocerlos?
¿Los preferirá sólo porque son populistas?
¿No dirán lo que quieren hacer y cómo lo harán, de forma que se pueda evaluar si acaso tiene sentido lo que dicen?…
Lo que usted expresa, don Gabriel, es un populismo, y lo cito: «»»»»»»»de racistas políticos que no logran sino profundizar la discriminación y minar las bases del sistema democrático»»»»»»»»
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