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Los discursos anímicos y slogans de las élites del Bicentenario

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En el Bicentenario se han manifestado, con diferente fuerza, dos grandes discursos anímicos que atraviesan a las élites dirigentes chilenas. “Lo hacemos bien” y “la resiliencia o la energía” para levantarse frente a la adversidad.
 
La auto satisfecha y distante Concertación hace las cosas bien
 
El primer discurso es el de un cierto sector de la Concertación que sigue mirando “su obra” con una autocomplacencia que raya en la soberbia. Esto a pesar de la derrota electoral en la elección presidencial en que obtuvo sólo un cuarto de los votos, que ponderado en el total de potenciales votantes le da una representatividad aproximada del 15% de la población. Ante estos números -para una coalición que reúne a cuatro partidos “importantes”-, es evidente que deberían surgir preguntas profundas como: ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué estamos tan lejos del electorado? ¿A quiénes estamos representando? Sin embargo, la soberbia lleva a la sordera y a la ceguera y dificulta plantearse preguntas que puedan cuestionarse a sí mismo. Es lo que le pasa a la Concertación.   
 
Ayer, 18 de septiembre de 2010, el ex presidente Ricardo Lagos señaló en una entrevista al periódico  El Mercurio, “Hoy, hay una percepción general de que las cosas se han hecho bien”, que es casi la misma frase con que Juan Gabriel Valdés, su ex canciller, defendió ante el Congreso la nueva campaña de imagen de Chile hacia el mundo, señalando que en “el extranjero hay una percepción de que Chile hace las cosas bien”.  Esta ha sido la frase slogan de numerosos dirigentes de la Concertación, particularmente de los que estuvieron en altos cargos de gobierno.
 
¿Cuáles son las cosas? ¿Percepción de quiénes? ¿Bien en relación a qué? ¿Quién sería Chile? Preguntas que surgen inmediatamente con una mínima mirada crítica, sobre todo ante el resultado electoral de diciembre y en el contexto del Bicentenario. Pero, hay que reconocer que es injusto pretender que un slogan responda preguntas racionales, cuando en realidad el objetivo es más bien instalar un estado de ánimo. ¿Quién habrá “vendido” ese estado de ánimo? ¿Cómo se creó?  ¿Quiénes lo comparten?  Un grupo de poder significativo: gobernantes, empresarios, tecnócratas, publicistas y lobistas, la élite del proyecto concertacionista del último tiempo.
 
Pero su representación es cada vez menor. Y en eso al slogan sí se le puede pedir más, porque su debilidad es que precisamente contribuye a generar más distancia con la enorme mayoría que disiente en cuáles son las “cosas” importantes, que cuestionan “bien” porque no conocen el marco de referencia o el punto de comparación, que no saben a qué Chile se refiere. Un slogan anímicamente excluyente, creado hábilmente por los narradores para celebrar su propia obra.
 
La emergente y frágil pura energía del Gobierno
 
El otro discurso anímico queda bastante bien retratado en el nombre del acto pirotécnico Bicentenario, implementado por el Gobierno en la Plaza de la Ciudadanía: “Pura energía, puro Chile”. El tema es amplio y más empático, y comienza a remplazar como sello al “Gobierno de excelencia”, tan parecido al slogan concertacionista, pero aparentemente imposible de reflejar en la realidad de los hechos. Hábil cambio y aprovechamiento de la oportunidad.
 
Dos hechos noticiosos marcaron este año: el terremoto de febrero y los mineros atrapados en la mina, hechos extraordinarios del año 2010 que se  transformaron en motivo central de las celebraciones “bicentenáricas”. A eso se sumaron banderas gigantes de tela y humanas, un largo feriado obligatorio que vació las ciudades y un acto tipo Teletón en el Estadio Nacional, animado por el infaltable Don Francisco, para una celebraciones que parecieron más de Año Nuevo, que de doscientos años de vida independiente.
 
Doscientos años de historia parecieran haber convenientemente quedado en el olvido ante la omnipresencia del hecho noticioso de los mineros. Es imposible referirse a nuestros doscientos años, sin hablar de los últimos cuarenta. Pero también es difícil pararse frente a La Moneda, en una situación de conmemoración histórica y no recordar como primera imagen el bombardeo de 1973. Desde el punto de vista de la imagen, es como hacer un show de luces en Auschwitz y no recordar el campo de concentración. Probablemente con la intención de evitar el conflicto y la “mala onda” que contaminaría la “pura energía”, se optó por el mínimo común denominador, aquellos que nos une a todos y Condorito terminó de protagonista principal.
 
La palabra de moda, que ahora pareciera definir nuestra alma nacional, es resiliencia, esa capacidad de reaccionar que habrían demostrado los chilenos frente a la adversidad del terremoto y de la que dan cuenta los videos de los mineros que produce el gobierno. Cabe preguntarse: si no hubiésemos sufrido la tragedia que 33 seres humanos quedaran atrapados bajo tierra, ¿de qué se habría tratado el Bicentenario?
 
“Pura energía” es positivo, con un sutil guiño al presidente hiperkinético que se tira en parapente, bucea y maneja el helicóptero. “Pura energía” es más empático que “hacemos las cosas bien”, conecta mejor con esa gran mayoría de los jóvenes para quiénes Allende, la dictadura y Aylwin, son más próximos al Centenario que al Bicentenario. Esos jóvenes que no votan y que critican tanto apego a un pasado traumático. “Pura energía” es para Piñera, lo que la muñeca gigante fue para Bachelet.
 
Uno de los temas centrales del presidente Piñera es la unidad y “pura energía” parece ser su camino. Pero para avanzar en ese camino, se requiere más que una propuesta de emoción positiva. Todavía hay demasiado dolor, rabia y miedo contra los que puede chocar la “propuesta energética”. Para mirar el futuro compartido es necesario abrirse a una conversación más verdadera y menos maqueteada, hacerse cargo del pasado, no negarlo.  Entre otras cosas porque las visiones que gestaron ese pasado, siguen latentes con todas sus cargas emocionales y memorias auto consolidadas.
 
Es bastante difícil que nos pongamos de acuerdo, pero por lo menos aspiremos a un país donde expresar una opinión con la que no estoy de acuerdo, no se sea motivo de descalificaciones e insultos, sino una oportunidad de ensanchar el espacio de las posibilidades. Si no, nos vamos a quedar en los mínimos comunes, y capaz que celebremos el tricentenario hablando de Condorito, las teleseries, el fútbol y algún nuevo terremoto.
 
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4 Comentarios

vuranga

Hola Mauricio:
Me parece potente la imagen de los «mínimos comunes» …ante la dificultad de ensachar posibilidades pero desde las diferencias y desde una historia que tiene de todos los tipos de energía, el riesgo es que darse con un voladero de luces excesivamente básico. Yo fui a ver el «Pura energía, Puro Chile» y admiré su belleza, pero también me dolieron sus ausencias, que en un país como el nuestro son negar partes nuestras. Creo que el desafío es abordar los temas que nos dividen, pero con la base de los que nos unen. ¿Qué tal partir con la huelga de los mapuches que hoy cumplen 70 días?

rlagos

rlagos

Mauricio, se desprende de tu artículo que habríamos hecho todo mal y no habría razón para estar satisfechos con lo realizado. Sin embargo, una cosa está clara: el ingreso por habitante creció en estos 20 años tres veces y media más en Chile que en el resto de América Latina. Y esto señala una percepción de una mayoría de la opinión pública, que se declara optimista frente al futuro de Chile.
Pero, por cierto, el decir que que lo que se hizo está bien (entendiendo que hay muchas cosas que no fueron bien hechas) no significa que hoy no tengamos un tema mayor, como tú señalas. ¿Cómo la Concertación vuelve a conectar con lo más profundo del alma nacional? Es cierto, para muchos lo que ocurrió hace 20 años es historia, y en buena medida lo es. Pero no se trata de vender un estado de ánimo; se trata de reconocer lo que existe, así como se trata de reconocer que lo que le permitió a la Concertación gobernar por 20 años hoy debe ser revisado. Hoy día debemos avanzar hacia una nueva Concertación, una refundación de la misma. Otros liderazgos, otros actores sin duda surgirán. Es parte de un país que se mueve y hace historia.
No es mi ánimo defender una obra. Esa tarea la hace la historia. Pero en lo que no concuerdo es entender que todo lo que hay del pasado está malo. Acá no hay marketing, hay obras que son reales. Tan reales como la Comisión Valech, que nos permitió enfrentar nuestro pasado. No conozco otro informe sobre prisión política y tortura como ese en el mundo. Así como es verdad que pudimos avanzar con una ley de divorcio, o cuando hoy 7 de cada 10 jóvenes son primera generación en la universidad. Sí creo que ha faltado una autocrítica más profunda respecto de la derrota de enero pasado, o respecto de la necesidad de una nueva mirada al nuevo Chile que ha surgido. Este nuevo Chile es producto de los 20 años de la Concertación. Tal vez, el éxito de lo realizado, hizo que muchos no se dieran cuenta de que Chile había cambiado y que la Concertación también debía cambiar. En eso, Mauricio, tienes toda la razón.

mauricio-tolosa

Estimado presidente, primero muchas gracias por la lectura y respuesta. Se agradece la atención en estos tiempos de conversación escasa. Releo el artículo y lo que se desprende no es que «hayamos hecho todo mal». Creo que la obra está allí sólida y visible, sin duda con más luces que sombras; pero no era mi intención evaluarla.
Lo que sí creo que la Concertación hizo muy mal, o está haciendo muy mal, es la lectura de su derrota. Los dirigentes se olvidan de que la política además de liderar, proponer y ocupar la función pública, es construir comunidades, representar, escuchar y empatizar con las personas, para gobernarla hacia mejores destinos (de kybernan, manejar el timón). Para mí, el mayor atractivo de la Concertación fue su capacidad de mirar con libertad, de hacerse preguntas, de atreverse a desafiar un orden que no funcionaba, por decirlo de manera suave.
Los datos duros dicen que la obra fue buena, pero también los datos duros dicen que el apoyo a la Concertación fue de aproximadamente el 15% en la última elección. Creo que falta libertad y radicalidad en las preguntas sobre el qué se hizo mal. Creo que el argumento de que «la Concertación no cambió al ritmo del éxito logrado», merece ser revisado. Ese éxito no parece ser evaluado por todos con el mismo entusiasmo. El primer desafío de cualquier fuerza política que aspira a gobernar es recuperar la sintonía con la ciudadanía.
Cuando los líderes de la Concertación se sientan tranquilos y en paz con su obra, sin necesidad de defender lo obvio constantemente, a lo mejor recuperarán el entusiasmo, la vitalidad y la alegría para hacerse las preguntas y construir las respuesta a los desafíos que no sólo Chile, sino que la humanidad enfrenta en este difícil Siglo XXI. Reciba, presidente, el afectuoso saludo de siempre.

mica

mica

Mauricio, comparto lo que creo que es tu estado de ánimo, un cierto «malestar bicentenario» con el Chile que hemos construido. Es cierto lo que dice Lagos: si obviamente Chile ya no es el mismo de cuando Aylwin entró a La Moneda y de eso hay una generación política que con justicia se siente orgullosa. Podríamos decir muchas cosas positivas en distintos ámbitos: desarrollo, infraestructura, cultura, etc., pero hay una evolución de nuestra sociedad que no supimos enfrentar y que quizás ayudamos a empujar: al final del día lo que tenemos es una sociedad de mercado. No una economía de mercado sino una sociedad de mercado, donde la salud y la educación se transan y cada uno tiene lo que pueda comprar; donde los abusos y ambiciones empresariales no tienen freno como ocurrió con las farmacias y la mina San José. Entonces, no es raro que el bicentenario se haya convertido en un show de luces y banderas, de aberrante agitación nacionalista, de escandalosa manipulación mediatica. Un asco de fiesta que por fin terminó.