Se viven tiempos complejos -palabra de moda- para describir el acontecer político y social de nuestra República, eufemismo para señalar el caos y desorden en todos los ámbitos que habitamos y con los que tratamos de convivir. Como muchos ciudadanos que transitamos por este país lanzamos la misma pregunta: ¿Qué pasó? Y no encontramos respuestas. Es tal la confusión que existe entre lo que se dice y lo que se hace, que cada vez es más abismante la brecha que existe entre la clase política y la ciudadanía.
El descrédito en la política es brutal y pareciera no importar mucho, de lo contrario habría más consecuencia y ética en su actuar.
El descrédito en la política es brutal y pareciera no importar mucho, de lo contrario habría más consecuencia y ética en su actuar. Tanto es así que muchas veces uno tiende a creer que está equivocado, pero cuando escucha o lee a algún líder de opinión respetado de la esfera política o cultural del país, confirma ese sentimiento de descontento que nos embarga frecuentemente en esta etapa. Entonces, uno se siente desadaptado o inadaptado, como dice la RAE, cuya definición es, «que no se adapta o aviene a ciertas condiciones o circunstancias».
Todo este relato se repite en los medios, en columnas sobre colusiones, boletas, corrupción, fraudes, robos descarados, a eso se suma también la TV basura, el bajo contenido de los programas, Viña con cómicos sin relato y groseros, el nepotismo de quienes ostentan el poder, universidades de papel, donde no se sabe lo que pasa ya que todo sigue funcionando como si nada. Los poderosos sin ninguna demanda, el caso SQM, los dueños del papel, colusión tras colusión, con una familia que siempre pontificó valores morales y éticos, nadie ha presentado demanda y dudamos si tendrán un día de cárcel. Entonces, cuándo se coloca una frase de racionalidad mediana y que en cualquier país del mundo todos estos personajes estarían tras rejas, nos hacen callar o hablan de la importancia del crecimiento del país.
Cuando uno manifiesta una crítica pasa a ser acusado de exagerado, que el país está bien, que la corrupción es mundial, que no exageremos, en fin, miles de explicaciones para justificar una mediocridad tan grande, editoriales que hablan de malas prácticas cuando todos sabemos que son delitos, por lo tanto, uno se cuestiona, se siente desadaptado frente a estas nuevas circunstancias que se viven.
Estamos frente a una crisis mayúscula de ética destapada y no por los organismos institucionales competentes de la República. ¿Cuántas superintendencias existen? Todo ha salido a la luz por otros del sector, por venganza, por envidia, en fin, está claro que las instituciones no funcionan en Chile. Ahora aparece la crisis de una isapre, de universidades, temas que afectan la fe pública que no se resguarda, desfalcos millonarios en carabineros y en el ejército, sin que las máximas autoridades se hagan cargo, continúan en sus cargos como si nada. La verdad es que en Chile nadie renuncia, no importa la magnitud del delito. Hay que poner atención a este fenómeno.
Esta pérdida de sentido común es tremenda, cuando todas las circunstancias nos dicen avanzar a un país más democrático, más deliberativo, algunos por cualquier vía legal o negociada evitan la consulta ciudadana. Existe un miedo endogámico de incorporar a nuevos actores en las tomas de decisiones en el país. La educación ciudadana y democrática que todas y todos decimos compartir, cuando se trata de definiciones, todo queda reducido a un bonito discurso, hasta en los grupos autodefinidos “de avanzada”. ¿Qué nos está pasando? la maldición de Pinochet sigue presente como nimbos, estamos viviendo un retroceso cultural, parece que ser un país pobre en argumentos y debates está más presente que nunca.
Miles de compatriotas marchan para terminar con el sistema de AFP, robo institucionalizado a nuestras jubilaciones desde la dictadura, del que no nos podemos zafar, pero ante la pregunta de posible aumento de un 5% de cotización de parte de los empresarios, solicitan que vaya a su cuenta individual, es decir, recién gritábamos por un sistema de reparto y solidario corregido, entonces no hay coherencia.
Por otro lado se realiza una actividad inédita en nuestra historia de participación ciudadana por una nueva constitución el año recién pasado. Más de doscientas mil personas voluntariamente se juntan en horario extra laboral para pensar en nuevos derechos y deberes, principios, valores y metodologías que deberían integrar una verdadera constitución democrática y nadie, absolutamente nadie valora esta acción. Nada de reportajes y ningún político recuerda esta hazaña, extraño país vivimos amigos.
Las contradicciones culturales que sobrevivimos desde la dictadura, con instalación del modelo neoliberal en todos los aspectos de nuestras vidas, esta eclosionando fuertemente. El individualismo galopante es muy difícil de parar, cuando el monstruo se deja crecer sin regulación alguna tantos años, se van produciendo estas tensiones, se ha perdido nuestra comunidad de convivencia, capacidad de asombro. Mientras los líderes intelectuales de este país siguen en silencio, continuaremos por la senda de una democracia sin representación, sin límites de poder de nuestras autoridades. No encontramos las dimensiones sociales, morales y cívicas de nuestro ethos (Touraine), estamos perdidos en nuestra máxima banalidad del consumo y el materialismo.
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